Tiro y culata. Además de su efectividad en la destrucción del país, evidente desde cualquiera de los cuatro puntos cardinales o desde los cinco que inventa el tirano (da igual, el resultado siempre es el mismo), el socialismo del siglo XXI ha sido exitoso en la siembra del odio y en la diáspora histórica de venezolanos.

La yuxtaposición de ambos creó un escenario que nunca imaginaron los responsables del actual desastre, quienes pensaron que con el control inescrupuloso del Estado y con los recursos abundantes para mantener a sus familiares en el exterior eludirían las consecuencias de cada una de sus atrocidades. Sin embargo, no midieron la dimensión del monstruo que habían creado a lo largo de casi dos décadas al generar la emigración de más de 2 millones de compatriotas que emprendieron nuevos rumbos, con dolor, separación, renuncia, resentimiento, incertidumbre e indignación empacados entre sus enseres.

Tal aspersión de connacionales junto con la labor realizada por un hábil y escurridizo grupo de hackers, que ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de los sistemas informáticos del aparataje gubernamental al difundir nóminas de las más disímiles instituciones y exponer la vida de ostentación que llevan los enchufados en territorios imperiales, ha añadido una significativa cuota de angustia a los funcionarios aferrados al poder. El escrache los ha dejado indefensos, porque en los escenarios internacionales no pueden violar el Estado de Derecho a su antojo, sino que deben acogerse a los ordenamientos jurídicos en una práctica que les resulta desconocida.

Allí radica el origen de las recientes declaraciones del director de Conatel, Andrés Eloy Méndez, en relación con los controles que están tratando de encontrar para silenciar las redes sociales y perseguir a quienes ponen en evidencia la hipocresía del discurso revolucionario. Además, porque los materiales difundidos por los medios alternativos dan la vuelta al mundo en cuestión de minutos y sirven de contundentes argumentos para el desmontaje del palabrerío oficial que persigue camuflar la ruptura del hilo constitucional y la inhumana represión ejecutada por los cuerpos de seguridad.

Mientras tanto, la entidad censora ignora las solicitudes de renovación de las concesiones a Globovisión y Venevisión, con lo cual mantiene la presión sobre las televisoras. Su objetivo, por ahora, es encontrar la fórmula que permita el resguardo de unas intimidades… cada vez menos íntimas.


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