Tendremos dificultades, muchas, para pagar la deuda externa, y ofertarles y distribuirles a los ciudadanos comida y mercancías a precios justos; no funcionan los servicios públicos, ninguno, sin excepción, ni el Internet de Cantv, ni la vialidad, ni los puntos de venta, ni hay efectivo, por mencionar solo esos; pero sí tenemos ya una ley que llegó para poner orden en todo y en su justo lugar. Para denominar dicha ley a los constituyentes se les ocurrió el rimbombante nombre de Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia. Casi nada. ¿No tenían más sencillo? Su desaplicación operará, desde ya, para los y las del gobierno, y simpatizantes. Eso nos debe quedar muy claro. No así para la oposición. Ya que hasta el más desprevenido sabe por dónde van los tiros, como dicen popularmente.

Con mucho amor, sin odios y sin discriminación; pero con mucha hambre, inflación, desolación, miseria, malaria, una colosal deuda externa y sin comida, y a rastras, va el país. Pero tenemos patria y una ley contra el odio… ¡Oh manes divinos! De manera que a partir de ahora todo lo que se pretenda decir o hablar para criticar al gobierno debe hacerse en términos cariñosos, de mucha ternura, amor, cordialidad. Y mucha paz y sosiego, eso que el régimen, no da a la sociedad. So pena de ir a parar a una cárcel de las muchas que ha habilitado el gobierno para su críticos y opositores; y algunos chivitos expiatorios de Pdvsa, a quienes les han puesto los ganchos, me imagino que para hacer el paro y disimular lo inocultable. Eso nos indica que no se puede dudar ni por un segundo de la capacidad e idoneidad del ciudadano ex defensor del pueblo Dr. Tareck William Saab, ahora flamante fiscal general de la República. ¡Mucho cuidado camaradas!

Desde luego, que toda esa parafernalia va a quedar solo en el título de esa ley cursi, y sin sentido alguno, que no sea el de someter al que piense distinto. El espíritu, propósito y razón del referido texto “legal” es el de intimidar, amedrentar, coartar la libertad de expresión y el derecho a la protesta. No es otro el fin. Aunque la señora Delcy Rodríguez se llene la boca, diciendo que es para proteger todos los derechos humanos de los ciudadanos y ciudadanas. Cosa que ella como abogada sabe que no es verdad.

Si algún país tiene leyes es Venezuela. En efecto, hay leyes para todo, o casi todo. Nos faltaba esta, hecha en “revolución”. La guinda de la torta. Pero la más de la veces ninguna se cumple, ni hay quien las haga cumplir, con excepción, claro está, de esta singular y novísima ley, cuyo sugestivo nombre nos debe llamar a todos a la reflexión más profunda.

No es poca cosa la norma aprobada. Consta de 25 artículos, dos disposiciones transitorias y una disposición final. El artículo 2 referido a “Valores y principios” contiene 19 numerales, entre otros: “Vida, paz, amor, democracia, justicia, reconocimiento, respeto, tolerancia y pluralidad”. Sea usted el juez. ¿Cuántos de dichos principios garantiza el gobierno a los venezolanos?

Ahora bien, quién determinará, que no sea subjetiva y discrecionalmente, la responsabilidad de alguien por haber infringido los amplísimos preceptos de esa controvertida e innecesaria ley dictada por la ilegítima asamblea nacional constituyente. ¿Los jueces o los jerarcas del gobierno? Yo creo que el gobierno y su fiel fiscal general. Nadie más. A lo mejor me equivoco, ojalá.

Por lo pronto, la realidad que reina en Venezuela es la muy dramática escasez de medicamentos y comida, una inflación escandalosa, cruel; y un muy ineficiente gobierno en el manejo de nuestra economía, incluida, por supuesto, la gigantesca deuda que tiene en jaque al Ejecutivo, a pesar de lo que alardea el presidente Nicolás Maduro en sus interminables cadena de radio y televisión. Lo cierto es que con la fulana Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia, estamos entre el amor, el hambre y la deuda. Todas muy peligrosas, y de sumo cuidado. ¡El amor con hambre no dura, camaradas!

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