Permíteme que te dedique estas líneas; seguramente mientras me lees estarás bebiéndote tu vainilla latté del día en Starbucks o quizás desayunando una omelette en la terraza de tu restaurante favorito, mientras desde tu iPhone X aprovechas para defender la causa socialista mundial.

No puedo negarlo, me da un poco de envidia, eso de leer tranquilo desde tu celular sin temor a que te lo roben, sin que se te quite el hambre de dolor, luego de que un niño de la calle te ruegue, sin miedo a que te maten, que le des algo para comer. Eso es algo que los venezolanos, sobre todo los jóvenes, no sabemos lo que es. Para ti simplemente es “capitalismo opresor”; sin duda, debe ser muy duro vivir bajo tanta “opresión”, desde aquí nuestra solidaridad.

Pero ese no el tema que me anima a escribirte. Hoy quiero hablarte de Venezuela. Lo sé, lo sé, aunque soy venezolano, entiendo que nadie sabe más que tú acerca de la realidad de mi país. Te he leído en Facebook, Twitter y YouTube; opinas y criticas como todo un experto después de pasearte por un par de artículos en un sitio propagandístico para progresistas veganos. Por eso no pretendo convencerte de nada; solo te pido que me permitas contarte mi punto de vista como un joven que ha vivido 20 años en socialismo. Comenzaré por responder a algunas de las afirmaciones que he leído en los últimos días, así llevamos un orden y no nos perdemos entre tantas contradicciones que se han expresado:

“Los presidentes los eligen los pueblos”: dicho en abstracto, nadie podría estar en desacuerdo con esta afirmación, aunque para que sea más exacta habría que añadirle: “en las democracias a los presidentes los eligen los pueblos”. Pero como Venezuela no es una democracia los venezolanos no eligen, aunque pueda que voten. La inhabilitación de decenas de políticos opositores, la ilegalización de los principales partidos de oposición, el control social, la censura en los medios masivos de comunicación y la ausencia de un árbitro electoral imparcial son algunos de los elementos que permiten descartar la posibilidad que sea la herramienta del voto la que permita impulsar los cambios en el país. Eso solo sería posible en la medida que se generen las condiciones mínimas para elegir en libertad y con garantías, algo que en una dictadura evidentemente no es un escenario viable.

“En Venezuela hay un golpe de Estado”: comenzaré diciendo un cliché, pero que resume muy bien las condiciones de las cosas en Venezuela: los golpes de Estado los dan los militares. Hasta el momento lo que hemos visto es un pueblo en masa acompañando a su única institución legítima en la tarea de cumplir con la Constitución y su artículo 233. Para entender el contexto de su aplicación hay que saber que expirado el mandato de Nicolás Maduro el 10 de enero de 2019, se origina una ausencia absoluta del cargo de presidente de la República, pues resulta obvio que quien ha burlado la voluntad popular, en modo alguno, podría ser considerado presidente electo ni mucho menos pretender juramentarse. Pero voy más allá: incluso en el supuesto negado que haya sido legítimamente elegido, estaría igual violando la Constitución al prestar juramento frente a su servil Tribunal Supremo de Justicia y no frente a la Asamblea Nacional, única institución legítima en Venezuela y que la dictadura ha declarado en “desacato”, una figura jurídica que no existe. Pero es que si incluso los militares pensarán en intervenir, tampoco estaríamos frente a un golpe de Estado, pues la carta magna, en su artículo 350, exige a cada ciudadano civil o militar, frente a la ruptura del hilo constitucional, la obligación de restablecerlo.

“Estados Unidos quiere el petróleo venezolano”: aquí sí es verdad que llegaron tarde. Es que si ese fuera el objetivo de Estados Unidos, los tiempos no le dan, los cubanos, los rusos, los chinos y ahora los turcos se apropiaron de nuestras riquezas, y no hemos leído ni escuchado que ustedes hayan elevado su voz. Ustedes, que se dicen ecologistas, no han dicho nada sobre el ecocidio que ejecutan impunemente potencias extranjeras y grupos terroristas como el Ejército de Liberación Nacional en el sur del territorio venezolano. Me pregunto, entonces, ¿por qué tanta hipocresía de su parte, como si de verdad les interesara en algo cuidar nuestras riquezas? Si así fuera, hace mucho ustedes hubiesen condenado el pillaje chavista. 

Para finalizar, una última recomendación: si nunca te han interesado los miles de asesinados, los torturados, los perseguidos, los millones de exiliados; si nunca te ha interesado cuántos sufren sin medicamentos, cuántos mueren en los hospitales. Si has sido siempre indiferente al sufrimiento y el hambre de quienes viven la crisis de un modelo fracasado en silencio. Si nunca te ha interesado el eco de nuestra voz de protesta, lo mínimo que podrías hacer es guardar silencio.


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