Este año, 2018, significará un giro muy importante en la política de América Latina. Elecciones en Brasil, México y Colombia, además de eventos significativos en Chile, Argentina y Perú, hacen que el mapa político del continente sufra un movimiento telúrico de gran importancia.

Cronológicamente comencemos por Colombia, el plan de la insurrección comunista de las FARC, mutadas en criminales de lesa humanidad y narcoterroristas y apoyadas por una vulgar casta de  políticos delincuentes incriminados en delitos de corrupción, imposición de un régimen dictatorial y la mayor ineptitud administrativa jamás vista en Colombia, liderada por el nefasto Juan Manuel Santos y secundado por personajes de la peor calaña como Roy Barreras, Armando Benedetti y los inefables representantes de la insurrección narcoterrorista camuflados de líderes progresistas como Navarro, Petro, Mockus y las López se cayó vertiginosamente. Es que el testarudo pueblo colombiano no se deja engañar por cantos de sirenas disfrazados de populismo, pero que en realidad representan lo más vulgar del comunismo, lo hizo frente a una intimidación feroz de todo el “establishment” representado por  todo el aparato estatal, los medios de comunicación, los gremios, la jerarquía católica y prácticamente todos los partidos políticos en el plebiscito cuando negó el acuerdo de entrega del país al narcoterrorismo, el farcsantismo lo impuso mediante la dictadura disfrazada de actos legislativos, y luego de refrendar su posición antidictadura narcoterrorista en la elección del presidente Duque, el pueblo colombiano espera de este la incólume posición que él expresó en campaña, de que el acuerdo de entrega del país a las FARC debería ser modificado, para ajustarse a la legalidad democrática. El triunfo de Duque representa, pues, un grito de alivio del pueblo colombiano al salvarse de la dictadura del socialismo del siglo XXI, representada por la continuación y profundización de la dictadura del farcsantismo en manos del megalómano Petro.

México representa una incógnita en cuanto al futuro de la democracia en ese país. Culpa de la pusilanimidad de las élites democráticas del PRI y el PAN, la primera vendiéndose a AMLO a cambio de impunidad para sus delitos de corrupción y la segunda presentándose dividida y con un discurso muy lejano de sus posiciones doctrinarias fundamentales, hizo que se realizara el sueño de AMLO, caudillo socialista, de llegar por fin, luego de varios intentos a la Presidencia de esa importante nación. Ese triunfo representa indudablemente una derrota de la democracia liberal, cuán grave sea, dependerá del comportamiento del impredecible AMLO. Lo menos grave sería un gobierno ineficiente e inocuo, como se caracteriza la mayoría de los gobiernos populistas, un término medio sería la reivindicación de la vieja autocracia populista de los regímenes priistas, y lo catastrófico sería una emulación de un régimen del corte del socialismo del siglo XXI. Pienso que AMLO será una versión más del priismo, autocracia populista, lo cual significa un indudable retroceso para México, pero no al nivel de una hecatombe del socialismo del siglo XXI.

Finalmente, Brasil, esta será la joya de la corona para la democracia liberal en el continente. Soy enemigo de los candidatos extremistas en su retórica, como Trump y Bolsonaro, e insisto en el carácter retórico, no porque ellos no quisieran llegar a los extremos autocráticos que su discurso dibuja, sino porque los límites legales que esas democracias fuertes les imponen, se los imposibilita. Pero como dice el proverbio árabe, “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, por ello Trump y Bolsonaro representan un triunfo en América Latina de las fuerzas enemigas del comunismo y sus aliados colaboracionistas, como el extremo radical de los demócratas gringos; sus flatulencias verbales son un mal menor, frente al resurgimiento o consolidación del socialismo del siglo XXI en el continente. Y es que en verdad el triunfo de Bolsonaro representa la estocada mortal al Foro de Sao Paulo, y eso debe ser acogido con un resonante aplauso en todo el continente, pues significa una derrota definitiva al comunismo, germen de todos los males de la humanidad contemporánea.


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