Se ha dicho mucho y se ha escrito bastante sobre las causas remotas y próximas de la derrota de la oposición y de la crisis venezolana. Miles de opiniones y cientos de artículos de prensa se han publicado al respecto. En Venezuela y en el exterior, análisis van y análisis vienen. Politólogos, políticos, parlamentarios, gobiernos, periodistas, comediantes, intelectuales etc. Todos tienen su opinión de lo que está ocurriendo; y después de la derrota en las elecciones regionales, se está produciendo un desasosiego que ha motivado el incremento de la ola de venezolanos que se están marchando al exterior. Y ello se debe a que hasta ahora nadie ha fijado una ruta seria, creíble y auténtica para salir de la crisis y enrumbar al país por el sendero firme del desarrollo y del progreso y que de paso se le den motivos a los que se quieren ir, para que se queden. He aquí unas pinceladas para su discusión.

Mientras los miembros del cogollito de la MUD se debaten sobre qué hacer con esa entelequia, la sociedad civil, con nuevos actores, tenemos el reto de crear una alternativa política distinta, inspirada en ideas auténticamente libertarias, para contraponerla a la opción socialista que nos ha tenido sometidos desde hace muchos años, pero en especial en los últimos 18. Si bien es cierto que ha sido el PSUV el que ha ejercido funciones de gobierno, no es menos cierto que todos los partidos de oposición pregonan de una forma u otra el socialismo y cuando mucho, omiten llamarse así, a pesar de que en el fondo sus postulados son socialistas. Desde los socialistas marxistas de partidos como Avanzada Progresista, Bandera Roja y otros que orbitan a su alrededor, pasando por los socialistas moderados representados en AD, UNT, Primero Justicia y Voluntad Popular, hasta los “socialistas light-cristianos” de Copei, el denominador común es que todos son rojos en sus distintas tonalidades, así su color emblemático sea otro.

Frente a ello tenemos que crear un movimiento que sin ambigüedades, que esté claramente diferenciado de estas tesis que lo que traen es retroceso, hambre, miseria y convierten al individuo en siervo del Estado. Y es que de verdad el socialismo no funciona. Tal como lo dijo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su última alocución en la ONU el 19 de septiembre: “El problema en Venezuela no es que el socialismo ha sido mal implementado. El problema es que el socialismo ha sido totalmente implementado”. Ese es justamente el drama de nuestro país. Un régimen socialista que ha manejado cuantiosos recursos y que ha llevado al país al colapso general. Si contrastamos ese socialismo con las sociedades capitalistas, veremos cómo estas (sin estar exentas de problemas) le proporcionan al colectivo en general mayor bienestar. Ello por la sencilla razón de que en ellas se le da confianza y oportunidades al individuo para realizarse plenamente, mientras que en el socialismo los ciudadanos son aplastados y reprimidos por el Estado. John D Rockefeller señala en su credo, que el gobierno no debe ser el amo y señor de los ciudadanos, sino su servidor. En el socialismo el gobierno actúa como el capataz de los ciudadanos.

Dos conceptos servirían de base para la creación y lanzamiento de este nuevo proyecto político. Queda abierto el debate a otros.

1) La alternativa, se identifica con las ideas libertarias que implican el reconocimiento de la propiedad privada como derecho cuasi absoluto y no como derecho relativo, tal como existe en la carta magna actual y en las Constituciones anteriores a la de 1999. La propiedad privada debe ser respetada in extremis por el Estado y por los ciudadanos. Los postulados de esta nueva alternativa implican que nadie puede ser despojado de su propiedad salvo casos de extrema necesidad. Las causales de estas últimas deben ser limitadas al máximo y su interpretación tiene que ser restrictiva. La laxa interpretación de la vigente Ley de expropiación por causa de utilidad pública y social deja abierta la posibilidad de que se registren los desmanes que han ocurrido con pequeños, medianos y grandes propietarios en este país. La Ley de arrendamientos inmobiliarios y la Ley contra desalojos arbitrarios son dos, entre muchísimos instrumentos jurídicos, que nos indican que en Venezuela no existe respeto por la propiedad privada.

Estamos claros que en relación con la propiedad de la tierra es muy difícil cambiar el régimen regalista que heredamos de la legislación existente antes de la independencia del reino de España, conforme al cual la propiedad del subsuelo le correspondía a la corona. La independencia no modificó este concepto y lo tenemos hasta nuestros días. Por el contrario en el derecho anglosajón se estableció el principio de accesión. En Estados Unidos opera este principio, heredado del sistema jurídico británico, que se resume en la expresión latina “cujus est solum, eius est usque ad coelum et ad inferos”, es decir: quien sea el propietario del suelo, será también de todo el camino hasta el cielo y hasta el infierno. Conforme a este criterio las riquezas del subsuelo eran también propiedad de los individuos dueños del fundo superficial y no del Estado, con lo cual el alcance del derecho a la propiedad privada de los ciudadanos es mucho más completo. No obstante, debemos esforzarnos por lograr que en Venezuela el derecho de propiedad sea lo más amplio posible en beneficio de los ciudadanos, para lo cual el prototipo anglosajón es el ejemplo que se debe seguir.

2) El Estado, en el proyecto de la nueva alternativa política, debe reducirse a su mínima expresión. Su tamaño debe contraerse y su ámbito de acción limitarse a impartir justicia, ordenpúblico, política internacional, ordenamiento territorial, protección del medio ambiente, educación básica y la atención primaria de la salud y otros. Se debe reducir al mínimo el tamaño de la Fuerza Armada Nacional. El sector privado, es decir los ciudadanos, deben asumir las riendas del resto de las actividades, entre ellas las industrias básicas y la petrolera: hay que privatizarlas 100%. Los controles deben desaparecer en su totalidad y que sea el mercado el que fije los precios, con presencia del Estado para impedir los monopolios y la competencia desleal. Debe respetarse la libre empresa y que cada quien pueda dedicarse a la actividad económica de su preferencia de acuerdo con su talento y a sus capacidades. Es necesario retomar la discusión del libre comercio con los países vecinos y con Estados Unidos, México y Canadá, todo ello con el objetivo de defender al consumidor. El proteccionismo ataca el ingenio y la inventiva; una consecuencia de ese paternalismo es el letargo y la pobreza. Por el contrario el libre comercio estimula el don creativo que toda sociedad tiene y con ello la impulsa a elevar los niveles de productividad y de realización personal.

Sobre estas premisas, entre otras, tenemos que salir a la calle a organizarnos. La protesta callejera que tarde o temprano tendrá que reanudarse servirá para ir promoviendo el proyecto en la población. Es con el pueblo convencido de las ideas libertarias que el movimiento irá creciendo. Salir a conquistar al pueblo sin ideas es como salir a vender frutas sin tenerlas en la mano. La tarea es titánica. Un apostolado. Llevará años, quizá décadas. Pero hay que comenzar. Es lo mínimo que podemos hacer para reivindicar la lucha de quienes dieron su vida en las protestas de 2014 y 2017.


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