No es cuento. Cuando las casas desocupadas y comercios cerrados que estén a su alrededor comiencen a ser adjudicados a terceros a través de la Misión Vivienda, no se queje. Es más, no tendrá dónde hacerlo porque quien hasta ahora es su alcalde o alcaldesa, en los próximos meses ya no lo será más. Al perder la mayoría en los concejos municipales, estos se quedaron desnudos ante el poder desmedido acumulado por el gobierno. Pueden ser destituidos de un momento a otro sin motivo alguno.

El gobierno repite su hazaña. Tal y como lo hizo con las megaelecciones del año 2000, el oficialismo concentra nuevamente todos los espacios de poder y, con ello, la libertad de hacer y deshacer a su antojo sobre cualquier mala idea que se le meta en la cabeza. Y lo peor: no tienen que hacer mucho esfuerzo para maquillar sus desmanes porque, sencillamente, les hemos entregado todos los espacios en bandeja de plata.

Con alguna que otra excepción, la última estocada fueron los concejos municipales, cuyas elecciones se realizaron el domingo 9 de diciembre. Como se esperaba, los niveles de abstención fueron abrumadores. La apatía de los ciudadanos por defender sus espacios más cercanos pone en jaque a los pocos alcaldes de oposición que se mantienen dando la pelea dura y desigual en contra del Ejecutivo nacional. El siguiente paso del gobierno será asfixiarlos a pasos agigantados, más de lo que ya estaban, hasta destituirlos por mandato del Poder Legislativo municipal. Esta historia se repetirá en cada rincón del país sin contrapeso político que lo impida. Ni siquiera existe una oposición consolidada, cohesionada, fuerte y coherente que medianamente le ponga freno a la tempestad que se avecina.

Y si no me cree, revise las competencias de los concejos municipales. Estas van desde la aprobación del plan de inversión local, la creación de instrumentos de ordenación urbanística, normar la actividad tributaria, cambiarle el nombre al municipio y ejercer control político sobre los órganos ejecutivos del poder municipal, hasta aprobar el uso del bienes del dominio público y lo concerniente a la enajenación de los ejidos y otros inmuebles. ¿Así o más claro?

Lo cierto es que después de ojo sacado no hay Santa Lucía que valga. Ya estamos montados en el burro y ahora tenemos que arriarlo. Las consecuencias se sentirán con el tiempo. Pero ¿y ahora qué? Nos hemos ratificado hasta la saciedad que quienes estamos en contra de este gobierno somos mayoría, pero ¿y ahora qué? Por distintas razones se impuso la tesis de la abstención sin que hasta ahora haya resultados tangibles que en algo ayuden a atenuar la crisis que nos ahoga, entonces repregunto: ¿y ahora qué?

Más allá de las estridencias y de discursos incendiarios que logran drenar la rabia colectiva, no hay nada. ¿Quién tiene la hoja de ruta a seguir en esta nueva etapa? ¿O es que entregamos todo a cambio de nada? ¿Qué vamos a hacer como sociedad para lograr el objetivo de cambiar el gobierno y su sistema político?

Ya se cumplió a cabalidad el llamado de abstención en todos los procesos electorales que faltaban y hoy estamos peor que hace algunos años, entonces, ¿y ahora qué? Una abstención sin acción no es más que un autogol y eso es lo que venimos presenciando desde hace 20 años, pero que se ha exacerbado desde el pasado 20 de mayo hasta la fecha.

Quienes “ganaron” al imponer su estrategia de la abstención como la panacea para quebrar al gobierno, que den un paso al frente y asuman su responsabilidad de haberle inoculado a los venezolanos el virus de no votar. Asuman el reto de llevar este barco a puerto seguro en medio de la tormenta que han generado. Presenten el plan, tracen la ruta. No nos hagan creer que son solo practicantes de ese axioma que reza que «la política no se trata de principios o ideas, sino que es un reality show. Si no los agarras a la primera, te cambian de canal».

Blog: gsocorro.wordpress.com


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