Finalizado el bochinche electoral, no tiene otro calificativo, el país sigue en el limbo de la incertidumbre y con una hiperinflación monstruosa generadora de la más terrible hambruna y ruindad. Pero por los vientos que soplan el presidente Nicolás Maduro sigue con su cháchara y arengas que nada tienen que ver con la toma de decisiones que apunten a resolver parte de la tragedia nacional. Siempre anda por las ramas, no asume, como lo exige la cruel realidad, la solución de los múltiples problemas del país. Ahora anunció la toma de los mercados municipales, vaya estrategia. ¿Qué se resuelve con esa necedad? Nada, complicar más las cosas y propiciar más el caos como si no fuera suficiente con el que ya existe de manera multidimensional. Presidente, si usted se ocupa de levantar la producción como corresponde, de convenir con los empresarios del campo reglas claras y seguridad jurídica habrá producción, y eso acaba con mafias, acaparamiento y bachaqueo. Así de simple. La oferta de bienes y servicios en cantidades suficientes derriba todas esas prácticas malsanas. Otra cosa. Desmonte el tipo de cambio, que sí es una locura y donde han operado verdaderas mafias aupadas y propiciadas por el gobierno. No vea para los lados, el centro donde gravitan los problemas de la gente, a los que usted está llamado y obligado a resolver, es su foco, su mira, su objetivo. Deje el chantaje de estar pidiendo y amenazando para que le den solidaridades y garantías automáticas. Su elección, controvertida por lo demás, no fue para que usted siga hablándonos como si fuéramos advenedizos de su largo y mal gobierno. No. Ya que ganaron, según ustedes, pues bien impónganse el empeño de solucionar de manera expedita y sin tanta pedidera de lealtades, los gravísimos asuntos que agobian a los venezolanos. No pierda tanto tiempo en reuniones interminables ofreciéndoles a los asistentes lo que todo el país sabe, y los propios invitados, debe hacer usted. Ese tiempo que utiliza en los larguísimos preámbulos que anteceden a cada reunión, aprovéchelos con los escasos expertos o técnicos que tiene para meterle el pecho al cerro de calamidades que ustedes mismos han creado como finos artistas de la destrucción y mejores arquitectos de la destrucción de un país. Otra cosa presidente, déle de una vez por todas la libertad a los presos políticos sin exigir tantas pendejadas. Cuando el golpista Hugo Chávez, padre de este desastre, atentó contra un gobierno legítimamente electo, el presidente Rafael Caldera procedió a indultarlo y en ningún momento le pidió fiadores ni garantes a ninguno de los facinerosos golpistas. De manera que ocúpese de lo central, de lo medular, que tiene a los venezolanos en la más absoluta impotencia y pasando las desventuras más inmerecidas. Por eso es muy oportuno preguntarse: Y ahora qué? El país no está para que usted en estos tiempos de desesperanza y ruindad, de hambre, de crisis humanitaria, entre muchas otras tragedias, se dedique a diario a encadenarse por radio y televisión para decir más de lo mismo. No hable tanto y ocúpese de su trabajo, que es reconstruir lo que todos ustedes derrumbaron de la manera más cruel e inhumana. No le siga cayendo a cuento al país, dénos soluciones, y ahora, no como siempre suelen hablar, a futuro. Preséntele al país soluciones ya, no hable tanto. No al chantaje. Presidente, y ahora qué.


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