¿Con qué recursos contará Venezuela para sostenerse económicamente durante el gobierno de transición? Es más, ¿lograremos establecer el gobierno de transición? Y, si alcanzamos ese paso, que esperemos así sea y pronto, ¿dispondrá ese gobierno de transición del capital necesario para paliar los problemas urgentes, mientras se depuran y se ponen en orden las instituciones públicas, especialmente el Consejo Nacional Electoral, para que puedan realizarse unas elecciones libres y transparentes?

Mientras estamos enfocados en lograr el cese de la usurpación –porque recordemos que desde el pasado 10 de enero, Nicolás pasó a ser un usurpador del cargo al cual se aferra– los venezolanos tenemos que estar muy conscientes de que con la caída del dictador no se originará inmediatamente la recuperación del país. 20 años de deterioro continuado, acentuado y promovido desde el mismo poder han dejado unas cicatrices muy profundas y marcadas en todos los órdenes de la vida de Venezuela. Estamos en una situación anárquica extrema, que ameritará de un tratamiento programado y planificado de recuperación, que nos permita salir a flote y sin desesperos que ocasionen tragedias peores. Estos años de dictadura nos han hecho acumular, no solo experiencia en sobrevivencia, sino lecciones aprendidas. Y cuando llegue el momento esas lecciones aprendidas debemos utilizarlas para mejorar como nación.

El cese de la usurpación, cuando por fin ocurra y este régimen en pleno llegué al final de su historia, generará todo tipo de reacciones en los venezolanos; sin duda alguna, la esperanza de cambio y la sensación liberadora serán las primeras que afloren. Porque es lo que desde hace muchos años estamos esperando. Nuestra libertad. El resurgimiento de nuestro país. La erradicación de este modelo castrador y criminal que ha causado –y sigue causando– la muerte de centenares de venezolanos. Los que hemos vivido en el país durante estos 20 años de secuestro, hambre, pobreza, muerte, desnutrición, horrores y miserias debemos estar vigilantes. Alertas. Debemos comportarnos como una sociedad civil capaz de exigir sus derechos pero, sobre todo, para que no volvamos a cometer los errores del pasado. Los venezolanos, todos, de manera activa, debemos velar para que nunca más las ambiciones de pseudolíderes políticos mesiánicos nos lleven a una nueva tragedia.

Si estamos de acuerdo con la salida que nos están planteando, debemos cumplir las etapas en las que ha insistido, constantemente, el presidente encargado, el ingeniero Juan Guiadó.

Veo con preocupación, cuando actores políticos de siempre –los que en más de una ocasión han brindado oxígeno y legalidad a este régimen ilegítimo– disfrutan engolosinados con la palabra “elecciones”. Soñando, a viva voz, con una candidatura presidencial en un país que primero debe seguir enfocado en el principal objetivo: salir del dictador, desmantelar el narcoestado y poner detrás de las rejas a los responsables de tantos crímenes. Crímenes calificados, en la mayoría de los casos, como de lesa humanidad.

Estamos en un momento crucial, uno nuevo y contundente. Y no es la primera vez, pero sí lo percibo distinto a las ocasiones anteriores. A mi juicio, hemos vivido otros momentos clímax que nos han hecho pensar que “ahora sí estamos muy cerca del final”, para luego, con una habilidad asombrosa, el régimen voltea la suerte y hace que una vez más sonría a su favor, comprando voluntades, negociando con traidores o intimidando a aquellos que de manera genuina promueven el cambio.

No son cinco días. Llevamos cuatro lustros en manos de este narcoestado que ha sabido asesorarse con sus maestros, los cubanos, hasta el punto de infiltrarlos en cargos clave, de mucho poder, para garantizar su permanencia indefinida.

Actualmente, los venezolanos somos otra vez testigos de otro momento crucial. El régimen de Nicolás –y anteriormente, el de Chávez– ha sabido evadir las amenazas. Sus años en el poder, con el control de muchos recursos, los ha vuelto expertos en transformar sus situaciones críticas en oportunidades para radicalizar su modelo comunista, imponer su autoritarismo y arremeter contra los intentos democráticos con más represión y muerte. Esta vez, sin adornos ni guiños triunfalistas, sin cantar victorias por adelantado, y con la sensación de que en esta ocasión hay menos improvisación que en las ocasiones anteriores, vemos el momento que protagoniza el ingeniero Guiadó como uno que suma rápidamente mucho respaldo, pero no solo de los venezolanos desesperados por derrocar la dictadura, sino de importantes potencias mundiales, para las que el chavismo/madurismo se transformó en un problema grave capaz de desestabilizar a todo un hemisferio.

No sabemos con exactitud la fecha cuándo caerá la dictadura. Lo que sí podemos asegurar es que cada vez son menos los que están dispuestos a respaldarla. Aún falta trecho por recorrer. Aún queda pendiente el despertar de consciencia del alto mando militar que, esperemos más temprano que tarde, ocurra. Lo que sí debemos tener muy claro es que si bien sentimos una vez más un poco de optimismo y esperanza, debemos estar conscientes de que el país que dejará tras su paso este régimen es un país destrozado, en la ruina, devastado.

El cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres son apenas las premisas que deben cumplirse de esta primera fase del plan liberador que en enero 2019 se puso en marcha.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!