«La nuestra no es una República de la Virtud, sino de absurdamente reaccionarios y vándalos en pleno e ilegitimado ejercicio del poder del mando: que durante el Alba de la Vindicación por venir tendrá su Día de Thermidor»

En las postrimerías del caos ultimomundista hallo inteligible fijarle un «Instante de Thermidor» (1) a transnacionales grupúsculos de vándalos y auténticos «reaccionarios» que dilapidaron los inconmensurables recursos financieros procedentes de The Empire State, en perjuicio de millones de inocentes y desasistidos ciudadanos. La historia no había registrado casos en los cuales quienes gobernaban lo hacían enmascarándose de «contestatarios» o «iconoclastas». Merece el calificativo de «contestatario» quien se muestra reformista y opuesto a un específico y pútrido «estado de cosas presente»; nunca quien forma parte de [él] «estado de cosas». Y serán «iconoclastas» los proclives a oponerse reverenciar «imágenes religiosas».

Empero, en el continente ultimomundano gobiernan vándalos que igual son [absurdamente] «reaccionarios». En materia política, ellos «constituyen el presente [y ejercicio] del estado de cosas infectas», mientras pretenden ser vistos como «legítimos contestatarios». En el curso de la Revolución Francesa, el guillotinado Pierre Victurnien Vergniaud predijo «que la Revolución –como Saturno– acabaría devorando a sus propios hijos» (1792).

Acertó: en 1794, Año III del nuevo calendario que los regía, Robespierre, Saint-Just y Couthon, junto con 98 adherentes, fueron decapitados. Ahora los ultimomundistas, sin haber sido, en realidad, «revolucionarios», pero sí «vándalos con poder y mal habidas fortunas», se «devoran» a sí mismos» y son hostiles ante quienes advertimos [a través de los agujeros de sus manteos] que son la versión del siglo XXI de «insaciables millonarios». Reaccionan igual a «pendencieros de comarca» cuando se les critica, aun cuando es notoria la paternidad que el vulgo les atribuye sobre el saqueo de las riquezas nacionales y la devastación que experimentamos.

Sabemos que los burócratas de la institucionalidad reaccionaria, vandálica y pendenciera sí saben qué sucedió con la inmensa riqueza petrolera que administraron. Frente a lo cual los librepensadores asumimos posturas auténticamente «contestatarias» y «reformistas». Solo la arrogancia los impulsa a infantilmente acusarnos de «reaccionarios» o «fascistas» cuando son ellos los apropiadores y tutores de las riquezas que no reparten a sus legítimos dueños. Y de la violencia genocida. Se oponen al «progreso» exterminando a los productores de bienes de consumo de la patria que mal gobiernan. Fortuita e inexplicablemente se enfurecen contra todos los sectores de la sociedad que arruinan [de intelectuales, docentes, obreros, científicos y tecnólogos] y que sufragan para elegirlos o conferirles un mandato. Son, con o sin antifaces, enemigos de la humanidad: «constituyen el presente [y ejercicio] del estado de cosas infectas» que extirparemos con ingenio, y sus tropas  mercenarias se rendirán.

NOTA

(1)  Los girondinos, durante la Revolución francesa, eran moderados y contrarios al Gran Terror y guillotina que los necrófilos y radicales jacobinos promovían. Homicidas que fueron ajusticiados virtud a la «reacción thermidoriana» que les fijó su «día para ser decapitados», tras cuyo suceso se abolió el uso de la guillotina.


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