La esperanza de los padres de un paciente de 16 años, quien obtuvo el beneficio de recibir un trasplante renal, se desvaneció en apenas una semana. En ese lapso dicho paciente presentó complicaciones agudas posterior al procedimiento quirúrgico que requería la realización de un estudio especial de imagen, específicamente una ecografía avanzada del riñón trasplantado a fin de  obtener  un diagnostico precoz para iniciar la terapéutica inmediata  y así  poder resolver la emergencia, con el  fin de salvar el riñón tan preciado que le fue donado. Sin embargo, las horas de angustia y espera para poder trasladar al paciente a un centro privado, ya que era la única posibilidad de realizar dicho estudio en vista de que  no se disponía del equipo idóneo para el mismo, culminaron en la necesidad de reintervenir al paciente y extraerle el riñón trasplantado. La ambulancia que lo iba a trasladar de emergencia al centro privado para practicar el estudio, nunca llegó. Este lamentable testimonio aportado por la colega especialista, ocurrió en el Hospital de Niños J. M. de Los Ríos el pasado mes. Son innumerables los casos que se viven diariamente y que no pueden recibir la atención  inmediata y adecuada. En los tiempos antes de que llegara este régimen al poder, el J. M. de Los Ríos  era un establecimiento en el cual existían 18 secciones de laboratorio clínico, contaba con 420 camas operativas y en aquel entonces también funcionaba a cabalidad la atención en pediatría general y  la mayoría de las subespecialidades pediátricas, se disponía del número  suficiente de quirófanos y también de los recursos humanos, había carencias  pero que no representaban riesgo para los pacientes. Siempre fue un centro de docencia universitaria en pediatría y puericultura por excelencia, existía el personal docente suficiente y las herramientas para la adecuada formación de los médicos con  la aspiración de atender  a una de nuestras poblaciones más vulnerables como son nuestros niños venezolanos. Hace aproximadamente dos años hicimos referencia del  hospital J. M. de Los Ríos, a través de este prestigioso medio, destacando en aquella oportunidad, el clamor angustioso relacionado con la necesidad imperiosa de salvarlo y rescatarlo de la debacle que se iniciaba de manera acelerada. En la actualidad vemos con frustración e impotencia que dicho clamor fue inútil, y que las autoridades de salud hicieron caso omiso a la denuncia que estaban efectuando varias organizaciones no gubernamentales  relacionadas con la atención de niños, niñas y adolescentes. La respuesta fue solo desidia e indolencia. Hoy en día nos encontramos con un hospital que entró en una fase de agonía con mucho más limitación en la atención pediátrica. De manera concreta, en la actualidad las condiciones de este  centro  hospitalario son muy precarias, apenas dispone de  130 camas operativas, lo que representa 30%. De 18 secciones de laboratorio solo trabajan tres. Están inoperativos casi todos los equipos de imagen, no se efectúan estudios de radiología de ningún tipo, de 11 ascensores solo funcionan tres, y el colapso de la infraestructura es dramático, sobre todo en las tuberías de las áreas de hospitalización y pisos inferiores. De siete  quirófanos solo funcionan dos, y en cuanto al recurso humano solo disponen de 3 cirujanos y 4 anestesiólogos. Persisten infectados los catéteres de 15 niños en hemodiálisis, no hay antibióticos para el adecuado tratamiento. Cada día se  improvisan espacios para mudar los servicios especializados de hospitalización por la afectación de la infraestructura de los mismos. Gran déficit de recursos humanos en todas las áreas. No se puede dejar de mencionar la crisis con relación a la nutrición y alimentación en dicho centro, ya que los niños hospitalizados no reciben la alimentación adecuada en calidad y cantidad acorde a su condición de salud. La pasada semana se logró por el grito de denuncia de los padres, que Mercal suministrara alimentos basados en un alto contenido de proteínas, solo carne y pollo. Durante el pasado mes los niños recibieron alimentación a base de carbohidratos, de paso escasa y en envases inadecuados. No obstante, dicha  alimentación debe ser con un óptimo balance en calorías, además ser suministrada de manera permanente y regular, aspiraciones un poco lejanas de alcanzar. En la cocina del hospital no disponen de utensilios para preparar la comida, los pocos trabajadores en dicha área los llevan de su casa  para poder cumplir con ese objetivo. No  disponen de fórmulas lácteas especializadas. En conclusión, la situación es dramática por tratarse de un centro pediátrico de referencia nacional. La pregunta que nos hacemos: ¿Debe haber más  escándalos con relación a las denuncias para lograr algunas soluciones las cuales seguramente serán temporales? ¡Realmente agoniza el J. M! Nuestros niños no se merecen tanta desidia e indolencia.


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