Enfrentar el machismo que caracteriza a la sociedad y la política venezolana es una tarea pendiente. La sexualización de Oriana Gutiérrez, una manifestante y voluntaria venezolana que luchaba por lograr la entrada de la ayuda humanitaria en la frontera colombo-venezolana, es una evidencia más de este patrón de comportamiento.

A Oriana no la hizo famosa la herida causada en su pecho por causa de un disparo a quemarropa cuando auxiliaba a una persona afectada por los gases lacrimógenos. Este acto heroico no fue lo que los medios y miles de usuarios en las redes sociales destacaron. Muy por el contrario, varios medios venezolanos decidieron enfocarse en sexualizar una escena de violencia que sufrió Oriana poniendo de relieve el tema de sus senos, señalando, por ejemplo: «La chama que mostró sus senos» o «conoce a la sexy voluntaria golpeada por una bomba en sus senos». Oriana no mostró sus senos, mostró una agresión. Esta «noticia» probablemente no hubiera existido si la persona agredida hubiese sido un hombre. El machismo que nos ha acompañado y ha debilitado como sociedad tiene que quedar atrás si queremos avanzar hacia una Venezuela inclusiva e igualitaria.

¿Y qué mejor momento para debatir ideas de igualdad que el contexto actual de transición democrática? Es justo ahora que todos los sectores relevantes, pero sobre todo las élites políticas, deben tomar en serio la igualdad de género y cambiar patrones históricos de exclusión.

El liderazgo político de la oposición invita constantemente al país a soñar. Soñemos entonces con una Venezuela igualitaria, en la cual no se discrimine ni por color, raza, religión, género u orientación sexual. Soñemos también con una dirigencia política que refleje a toda la sociedad venezolana. Soñemos con que el presidente (E) Juan Guaidó sea el promotor de espacios de representación y participación igualitaria. Soñemos con que Guaidó pueda seguir los pasos de Justin Trudeau en Canadá, quien nombró en 2015 un gabinete constituido por 15 mujeres y 15 hombres, en su mayoría menores de 50 años, con lo cual sentó un precedente respetando y reconociendo la diversidad, igualdad y cambio generacional.

Por ahora, la igualdad de género sigue siendo un sueño. La realidad global nos demuestra que las mujeres continúan estando subrepresentadas en todas las esferas públicas y privadas, con lo cual se desconoce sus altos niveles de formación, sus habilidades y su impacto como líderes y agentes de cambio. Según la ONU, en 2017, solo 18,3% de los ministerios de gobierno estaba en mano de mujeres. Además, en 2018, solo 24% de todos los parlamentarios del mundo eran mujeres y tan solo 3 países contaban con 50% o más mujeres en el Parlamento. Desde enero de 2019 el mundo cuenta únicamente con 11 mujeres que se desempeñan como jefes de Estado y 10 se desempeñan como jefes de gobierno. 

Venezuela hoy tiene la oportunidad histórica de cambiar esta tendencia global dentro de sus fronteras. No es difícil hacerlo. En la coyuntura actual pueden adoptarse diferentes mecanismos para garantizar una vida política y sociedad más igualitaria. Por un lado, el presidente (E) debería adoptar la fórmula de 50/50 para su gabinete y para los representantes o embajadores en el extranjero o los nombramientos para oficinas especiales de Estado. Sin duda, el nombramiento de Luisa Palacios como presidenta de la junta directiva de Citgo o el de algunas embajadoras y representantes en Latinoamérica y Europa es un buen comienzo, pero no es suficiente. Venezuela es un país con un enorme potencial y capital humano de todos los géneros y esto debe reflejarse en todas las esferas.

Del mismo modo la fórmula 50/50 debe regir para la configuración de un nuevo CNE, acompañada de la reforma del «Reglamento especial para garantizar los derechos de participación política de forma paritaria en las elecciones de diputadas y diputados a la Asamblea Nacional 2015», con el propósito de extender su obligatoriedad para todas las elecciones. Sin duda, una nueva Asamblea Nacional o un nuevo TSJ deben ser otro espejo de una participación y representación igualitaria.

La lucha por la igualdad de género no es un tema de mujeres. Es un tema de todos los géneros. Venezuela solo podrá avanzar hacia una sociedad realmente igualitaria cuando los hombres se sumen a esta lucha. Es indispensable que el liderazgo masculino decida compartir el poder y acepte que las mujeres deben, por el bien de toda la sociedad, ocupar los mismos espacios públicos y privados. En palabras de Ruth Bader Ginsburg, jueza de la Suprema Corte de Estados Unidos: Las mujeres solo serán verdaderamente iguales cuando los hombres compartan con ellas la responsabilidad de educar a las próximas generaciones. Juan Guaidó puede y debe compartir esa responsabilidad por el bien de Venezuela.


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