En estas horas infaustas de la república, en las que la patria aún sigue errante, pero cuando por fin se les quitaron las caretas a «aquellos» que participan en la danza grotesca de una utopía electoral, es el momento oportuno de ratificarle al país la cruda realidad.

El ex embajador de Panamá en  la OEA Guillermo Cochez expresaba el pasado lunes lo siguiente: “Oposición gana la presidencial y le hacen fraude. Gana la Asamblea y le quitan poderes. Gana las gobernaciones y se las roban. A alcaldes electos los encarcelan y exilan. ¿Qué sentido tiene seguir participando?  Tendríamos que agregarle, para abarcar la dimensión de la tragedia venezolana, que todo lo anterior se realiza con la cohabitación de los afectados, representados en la mayoría de la dirigencia de la oposición partidista. Están entrampados en su propia mentira.

Yo acuso a la dirigencia política que continúa participando en la grotesca vía electoral de conducir a la gente a un suicidio anunciado. Ellos conocen del fraude, antes y durante la ruta electoral. Es por ello que nos referimos a un doble fraude: 1.- El orquestado por el régimen desde antes y durante el proceso electoral y 2.- El de los dirigentes de la oposición que en conocimiento de ello lo aceptan, lo cual salpica también al propio votante que con su ingenuidad se hace cómplice. Es necesario recalcar las pruebas contenidas en los diversos informes técnicos que desnudan el fraude y son de conocimiento público, como los del profesor Genaro Mosquera; los de Mercedes Febres Cordero y Guillermo Salas; los del profesor Freddy Malpica, ex rector de la USB. Allí están las diferentes comunicaciones que se publicaron en la prensa nacional desde el comienzo del chavismo en nombre del Bloque Democrático y del Frente Patriótico, y más recientemente del Consejo de la Resistencia y la Reconstrucción Nacional, de la ONG Rumbo a la Libertad y de numerosas personalidades como el padre Pedro Freites Romero, Antonio Sánchez García, de los ex rectores, ex vicepresidentes y ex directores del extinto Consejo Supremo Electoral, entre ellos Rómulo Lares.

Una y otra vez los dirigentes de la oposición, a pesar de los estudios y llamados de alerta denunciando el inmenso fraude, se hicieron los ciegos y los sordos. Sabían lo que querían y nadie ni nada los podía perturbar para lograr su objetivo, que es la tozuda creación de una plataforma política para las futuras elecciones presidenciales de 2018; tan es así que ya están aceptando la propuesta del régimen para una nueva mesa de diálogo y negociaciones sin importarle el fraude electoral, con el fantasioso ofrecimiento de un CNE renovado con directores independientes. Por otro lado, la gente que concurre a votar, que con su presencia cohonesta la farsa electoral inducida por la mentira o el autoengaño por el chantaje de los espacios territoriales.

Es bueno señalar lo expresado por José Toro Hardy con respecto a las elecciones pasadas: “Desde ayer el oficialismo tiene todos los espacios. En realidad no tiene ninguno. Es el dueño absoluto de la crisis y de la nada. Es dueño de la hiperinflación y del default. Es dueño del desastre petrolero y de la escasez”.

Lo anterior es el espejo del 10 de diciembre pasado con las elecciones municipales, con la diferencia de que aun cuando el régimen haya ganado la mayoría de las alcaldías, la alta abstención cívica logró castigar por igual al régimen y a la oposición electoralista. Al primero porque lo deslegitima y a la segunda porque la castiga por su actitud permanentemente mezquina en velar solamente por sus intereses partidistas por encima del interés de la gente y del país.

Estas elecciones evidenciaron que cuando la gente se une por la fuerza de la razón para deslegitimar al régimen, aun pasando por encima del liderazgo opositor, se logra con el vacío electoral golpear con contundencia a ambos sectores. Quedó demostrado que si el régimen no puede llenar las urnas electorales con suficientes votos falsos, porque no hay gente en las filas de los votantes para que puedan hacer la transmutación de los votos, el fraude se reduce porque este va en paralelo con el número de electores; y por otro lado, que la oposición participacionista, los pocos que asistieron a votar, se ahogaron en su propia mentira, se autoengañaron.

Hoy celebran su mentira al creer que en los municipios que triunfaron logran mantener algo de sus estatus –sus espacios–. ¡Qué equivocados están! No se dan cuenta y no quieren ver que serán las primeras víctimas de su propio engaño, porque ese colectivo asustado por no perder los espacios votó con el compromiso de cobrar. Mañana se sentirán burlados, frustrados, espantados porque en algún momento se darán cuenta de que estarán acompañando a esos presuntos ganadores de alcaldías vacías en continuar negociando acuerdos vergonzosos con el régimen, sirviéndoles de mampostería y convirtiéndose en instrumentos de este.

La dirigencia electoralista, acaricia la idea de destruir lo que la gente  construyó con sus muertos, heridos, presos y exiliados; con sus epopeyas pasadas: la huelga petrolera, el 11 de abril de 2002, nuestras marchas y concentraciones, las protestas de 2014 y las del presente año y, por qué no decirlo, la gesta de la plaza Francia de Altamira con la dimensión de su tragedia. Estos que participaron en la bufa electoral siempre se opusieron, siempre adversaron cada una de estas etapas gloriosas de un colectivo decidido a resistir con dignidad y coraje a la dictadura comunista neoconstitucional. Es importante atar el nudo de la vida que oscila entre la gloria y los abismos de la miseria humana.

Yo acuso a aquellos partidos que utilizan persistentemente la ruta electoral para  darse a conocer al conglomerado nacional e internacional y aprovechar el financiamiento que logran para alcanzar su doble objetivo: financiamiento personal y ganar afectos. No les importa el país, son más importantes su partido y sus mezquindades, ¡Qué pobreza! No se dan cuenta de que los votos que obtienen no les corresponden, se niegan a aceptar que se vota contra un sistema perverso que es el socialismo del siglo XXI, que ellos solamente son un medio.

Yo acuso a aquellos dirigentes y medios que «censuraron al resto de la oposición por no participar en la opera bufa de las elecciones», quienes tendenciosamente conducen al votante a un suicidio anunciado y que de alguna forma continuarán censurando a los no votantes, realzando a quienes nos condujeron a la utopía electoral con sus impensables consecuencias. Lo positivo es que se quitaron las caretas. Estas elecciones, por duros que sean sus resultados fraudulentos, sirvieron para ponerle fin a la fiesta de disfraces., ejemplo de ello es el caso de Manuel Rosales, a quien su propia gente lo castiga con su indiferencia no concurriendo a votar, la traición se paga.

Las uñas del tiempo que raspan y raspan la corteza del secreto y de la componenda acabaron por desnudar la política del apaciguamiento y ahora han brotado las lucecillas, que antes eran llamas aisladas, convertidas en una hoguera gigantesca que quemará la mentira del camino electoral.

Concluyo diciéndoles a todos aquellos que se sientan engañados y frustrados que la lucha continúa, que hemos avanzado para salir del régimen y la instalación de un gobierno provisional para reinstitucionalizar al país y recuperar los valores judeocristianos.

Después de esta tragicomedia hemos ganado, sabemos quiénes somos y con quiénes contamos. Es obligatorio ahora reagruparnos para el rescate de nuestros valores y principios; pues, como alguien expresó, ya entendemos que «el problema es existencial y de principios».

Todavía somos muchos los caminantes, como una vez citó nuestro eterno poeta Andrés Eloy Blanco: «No hay que llorar la muerte del viajero, hay que llorar la muerte del camino». Esos dirigentes que se vendieron, murieron políticamente y nuestro reto es hacer el camino con la gente y la nueva dirigencia que se crezca en la adversidad y no le tenga miedo a la lucha para templar el acero.

¡Por donde andará Lucio Quincio Cincinato!

*El título fue tomado de Je t’accuse, la carta abierta de Émile Zola publicada en el diario L’Aurore, Francia.

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