Tanto nadar para morir en la orilla. Así me siento. Hemos pasado más de una década protestando, aguantando y abonando el camino para ir a las presidenciales, únicas elecciones que nos darían un cambio político significativo en el menor tiempo posible, y ahora la estrategia de la unidad es abstenerse.

Respeto la decisión asumida porque se hizo por consenso. En unidad, todo. Seguir como islas era un fracaso seguro. Sin embargo, elevo mi inconformidad porque la abstención nunca ha dejado algún beneficio. La Constitución nacional es clara en su artículo 228: «Se proclamará electo o electa el candidato o candidata que hubiere obtenido la mayoría de votos válidos». Simple: Venezuela se rige por un sistema electoral mayoritario en el que ni la abstención ni los votos nulos cuentan para algo.

Con esta puesta en escena no hay duda de que Nicolás Maduro será reelegido en la presidencia, sin importar cuántos votos saque. Entonces, ¿a quién le conviene más la desmovilización de la oposición? ¿Quién gana con la desmoralización colectiva? ¿A quién se le metió en la cabeza que con este CNE es imposible ganar? Estas matrices de opinión y sus derivadas solo le sonríen al chavismo. Y lo peor es que los partidos de oposición se prestan a este juego porque le tienen terror a que los fusile la opinión pública. Es más fácil ceder a la presión que embraguetarse y hacerle entender a la gente que la abstención no es el camino. Ellos saben que si vamos unidos a unas elecciones y tenemos testigos y miembros en todas las mesas electorales, es prácticamente imposible que nos roben el triunfo. Con acta en mano no hay trampa que valga. Lo demás son cuentos de camino.

¡Ah, claro, se me olvidaba un pequeño detalle! ¿Cómo pedirle a la gente que esté dispuesta a votar cuando algunos se han empeñado en proclamar la abstención como la panacea para combatir al gobierno? ¿O es que se nos olvidó que en las parlamentarias de 2005 nos retiramos y no fue sino hasta 2015 cuando pudimos recuperar ese espacio a través del voto y en unidad? ¿Cómo hacerle entender a los electores que en el voto en sí no hay trampa cuando desde el revocatorio presidencial de 2004 caras visibles de esta misma oposición están cantando fraude sin presentar una sola prueba? ¡Este gobierno nunca ha garantizado condiciones electorales e igual hemos ganado! Estamos cosechando lo que sembramos. Recogemos los frutos de años de equivocaciones. 

Pero esta vez es peor. Nos jugamos todo o nada. Los chavistas proponen incluir en las presidenciales de mayo la elección de legisladores y concejales, por más que la Constitución deje claro en sus artículos 233 y 72 que no puede haber simultaneidad electoral a menos que haya una situación de excepción, que en estos casos no aplica. Con nuestra abstención se quedarán con todo, y nosotros, como decimos los maracuchos: mirando pa’ San Felipe. Con una minoría y un rechazo popular de 80%, se apropiarán del país y nuestras luchas quedarán en nada.

Bailamos al compás del gobierno. Ellos nos marcan el ritmo. Siempre nos agarran desmovilizados, peor aún, sacándonos los ojos entre nosotros mismos. Y esa ha sido y es la verdadera tragedia que nos ha llevado al límite en el que estamos. Por los intereses particulares y las decisiones hormonales estamos botando el juego. Todos nos iremos por el mismo barranco. Preferimos ilusionarnos con la incursión de marines y la actuación de la comunidad internacional sin darnos cuenta de que en el mundo no hay amigos, hay intereses. Los países harán lo que esté entre sus límites. Seguirán cercando al gobierno y sus cabecillas, y con eso nos ahogarán cada vez más como pueblo sin la garantía de lograr la salida de Maduro. 

Me pueden caer encima. Bienvenidos los comentarios. Es solo mi opinión, mi manera de ver las cosas. Soy una venezolana que, como tú, está cansada de atropellos e incongruencias. Una venezolana que, como tú, está dispuesta a seguírsela jugando por este país, que aunque me duela hasta los huesos, no me lo quiero sacar.

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