Mi amigo, que es geógrafo y poeta, con mucha fama de cascarrabias, publicó que cada segundo la empresa McDonald’s produce tres toneladas de desechos sólidos en el mundo. No sé si con los vasos de plástico, el papel de envolver, las facturas y el papel arrojado en los baños se incluyen sobras de hamburguesas, nuggets y ensaladas. Tampoco, si el cálculo incluyó las franquicias venezolanas, que ya cierran casi al atardecer, por seguridad, y racionan la salsa de tomate, obvian la mostaza y quedan debiendo la mayonesa y los aderezos de las ensaladas.

Siempre vi como una contradicción ideológica que Maripili Hernández, marxista-creyente, propagara su ausencia de dudas con el patrocinio de la empresa que produce tanta basura y que motivó que el liceísta Elías Jaua denunciara en la prensa que su cajita feliz no trajo el muñequito. Habiendo instaurado el socialismo más ortodoxo, con sus ladrones ostentosos y sus millones de parias pasando hambre y muriendo de diarrea, a tiros del hampa y de torturas oficiales –como en los periodos especiales soviéticos, chinos, camboyanos, norcoreanos y cubanos–, contar todavía con negocios que puedan producir “desechos sólidos” deber considerarse un fracaso. Pobre planeta.

Obviamente que las últimas medidas económicas implantadas, junto con el Noticiero de la Patria de Ernesto Villegas y su tutor cubano –las desgracias no vienen solas–, van a significar un salto tan avanzado como el de Mao Tse-tung, que mató a más de 30 millones de chinos. El cierre de carnicerías y mataderos, además del desmantelamiento de las empresas beneficiadoras de aves y las alcabalas de la GNB y del Ejército Bolivariano en autopistas, carreteras y caminos vecinales para evitar que lo poco que produce el campo llegue a los consumidores, ese subproducto del capitalismo, pondrá el país en el tope, en el primer lugar de las naciones que protegen el medio ambiente.

No cabe duda de que sin carne, pollo, pan, lechuga y tomate, la producción de desechos sólidos, y de los otros, de las empresas y hogares disminuirá a cifras insignificantes. Si agregamos las bolsas, cajitas de medicinas y el papel tualé que no se usará, Venezuela será pronto el país con la menor huella de carbono. Un logro. Claro, aumentará colateralmente la superficie que se usará en cementerios y sucedáneos, pero gracias a los babalaos, paleros y hornos crematorios también se reducirán esos números. Bienvenidos al socialismo del siglo XXI, sin desechos sólidos ni gelatinosos. Vendo difuminador de ideas y emprendimientos.


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