Where all think alike, no one thinks very much

Walter Lippmann

El mundo del siglo XXI es un pañuelo. Quiero decir que es como un pañuelo de verdad visto en la pantalla del smartphone. Cada día que pasa nos encontramos todos un poco más cerca de lo más lejano, a pesar de que estando ahí al lado ni siquiera nos miramos a la cara. Algo debe de estar yendo mal cuando se pierde el lenguaje corporal. En fin, uno no puede hacer otra cosa más que denunciar la pérdida de gestos necesarios y tratar de resistirse a la marea de decadencia que nos arrastra a un lugar incierto.

Alguna vez en la vida moderna seguramente habrá sufrido la desagradable inconveniencia de un fallo en la conexión a la red –Internet–. Le habrá pasado que la conexión no era buena o lo suficientemente rápida como para satisfacer la velocidad de su pensamiento y se ha quedado sentado y disgustado sin saber qué hacer. Obviamente, hoy en día todas las empresas y establecimientos públicos disponen de conexión a Internet. El mundo actual vive hiperconectado. En las pequeñas sociedades que son las escuelas no se cuestiona la importancia de la red. Los ordenadores, los portátiles y los celulares han pasado a formar parte de las herramientas de trabajo de alumnos y profesores. Muchos teóricos de la enseñanza, pedagogos y diletantes piensan de manera unánime que hay cosas pertenecientes al pasado y que hoy no sirven para nada. Según estos, los profesores partidarios de la pizarra, la tiza y el cuaderno de papel están equivocados.

Un profesor de informática (Tecnologías de la Información y la Comunicación) podría hacer muy poco en su asignatura si careciese de ordenadores y conexión a la red. No obstante, a veces pasa como en el poema de Benedetti que “El sur también existe” y “hay hombres y mujeres que saben a qué asirse aprovechando el sol y también los eclipses” como es el caso del profesor Kwadwo de una escuela de Kumasi (Ghana) capaces de recrear en su cabeza primero y en la pizarra de clase después una pantalla del procesador de texto Word para mostrar a sus alumnos cómo sería esa realidad virtual. La maravillosa imagen de la clase es compartida por el propio Kwadwo en su página de Facebook. La historia del profesor africano no deja indiferente al lector de periódicos cuando lee un titular como este: “El profesor de Ghana que enseña Word con tiza y pizarra” (El País, 28.02.2018).  Según leemos, al artista ghanés se le ocurrió además emplear una piedra a modo de ratón o mouse. Y viendo el acabado final de la pizarra y el genio de Owura Kwadwo –OK– cualquiera se atreve a ajustar el valor de su obra de arte en una subasta de Sotheby’s.


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