Quedan pocos días para la culminación de un año caótico para los venezolanos, en el que gobernaron la injusticia, el hambre y los engaños. Los escenarios que vivimos fueron desde un principio acechados por un antagonista cruel y despiadado, que ríe y baila sobre las agonías de quienes padecemos la peor crisis por la cual ha pasado nuestro país. Desde enero de este año que despediremos pronto, las marramucias de un régimen totalitario complacidas por el TSJ quebraron el hilo constitucional, convirtiendo nuestro país en una dictadura totalitaria.

Más de 4 meses de calle le demostraron al mundo que en Venezuela la violación de derechos humanos es perversa, con un triste saldo de más de 150 fallecidos, todos víctimas de esta ola de represión (aún no hay culpables), cientos de detenidos que pasaron a ser rehenes del régimen y un fraude constituyente que pisotea la Constitución y hace lo que se le venga en gana. Sumándole a todo esto dos elecciones con un árbitro parcializado, que solo obedece a chequeras, despreocupado de los problemas que acechan a nuestro país.

En un triste país se convirtió nuestra patria este último trimestre del año. Según una encuesta realizada por la UCAB, 60% de los venezolanos dice que 2017 será recordado como el peor año de la historia, agregándole que por el Puente Internacional Simón Bolívar cientos de venezolanos huyen de la crisis en la cual nos ha sumergido una mala administración, que solo llenó sus bolsillos vaciando el del pueblo. Pues ¿quién no quiere emigrar si día a día la hiperinflación hace de nuestros salarios su banquete preferido? En enero trabajábamos para comer, ahora en diciembre no podemos decir que el sueldo nos alcanza, pues incluso una gallina ponedora gana más que cualquier profesional del país.

Les confieso que al igual que ustedes, esta Navidad ha sido la más triste que he vivido, en la cena navideña familiar habían sillas vacías, para mí era imposible dejar de pensar en mis familiares que emigraron y ahora están en el sur del continente; pensar en la soledad por la cual atraviesan en una época de compartir en familia hizo que se ennudeciera mi garganta y que mis lágrimas bajaran, mientras por mi mente también pasaban los cientos de niños que no pasaron una Nochebuena, porque no tenían ni una arepa para comer. La algarabía de las fiestas decembrinas desapareció por completo, dejando solo tristeza en nuestros corazones.

Ahora es el momento de reflexionar. Quienes somos portavoces de que esto puede cambiar no podemos caer en el juego de la dictadura, estar sumidos en la desesperanza es no creer en las ideas que podamos promover para construir un país de posibilidades. Claro que esto conlleva analizar muchos factores por los cuales hoy en las apagadas calles del país reina el desánimo. Primero debemos nosotros, como oposición, analizar nuestras virtudes y defectos para después preguntarnos: ¿Quiénes realmente queremos que Venezuela cambie? Desde ahí estoy seguro que se construirá un verdadero bloque opositor de unidad, que desmantele cada perversidad del régimen y que trace una ruta clara y sin engaños al pueblo. Venezuela no se puede seguir hundiendo en el comunismo castrista, pero los opositores no podemos seguir dirigiendo un país sin un plan estable.

Hermanos venezolanos, luchemos para que jamás volvamos a vivir una crisis tan abrumadora como esta; luchemos para que nuestro país salga de la perversidad y exijamos nuestros derechos completos, no a pedacitos; luchemos para que todo aquel que se fue, regrese a invertir y hacer prosperar esta rica patria; luchemos para que en las próximas fiestas decembrinas reine la paz y la felicidad, la unión familiar y el compartir. Jamás dejemos que reine la desesperanza en nuestros corazones, seamos esa nación que surge de las cenizas como el ave fénix.

Mis más cordiales deseos a todas las familias venezolanas, 2018 será un año decisivo para nuestro país.

¡Feliz Año Nuevo! ¡Venezuela siempre valdrá la pena!


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