Hace 70 años, en 1948, el escritor inglés George Orwell, socialista, publicaría una inquietante interpretación basada en la crítica a los totalitarismos socialistas, comunistas y a la opresión y vigilancia de la persona por del poder. Está situada en el año 1984, en una sociedad dominada por un sistema de «colectivismo burocrático», controlada por el Gran Hermano. El personaje Winston Smith decide rebelarse ante un gobierno totalitario que controla cada uno de los movimientos de sus ciudadanos y castiga incluso a aquellos que delinquen con el pensamiento. Smith es un burócrata que trabaja en el Ministerio de la Verdad. Su labor consiste en reescribir el pasado conforme a la versión oficial del partido. El régimen está representado por la emblemática figura del Gran Hermano un rostro omnipresente en los medios oficiales, pero al que nadie conoce personalmente.

Winston Smith, quien vive en un Londres escombrado y ruinoso, emprende la clandestina escritura de sus ideas en un diario. Sabe que tarde o temprano será descubierto, pues el partido controla todos los aspectos de la vida cotidiana valiéndose de un intrincado sistema de espionaje controlado por la “policía del pensamiento”. El diario, al igual que su autor, será destruido y nadie leerá una sola palabra, pero el reconocer su destino lo impulsa a continuar. En las oficinas del ministerio conoce a Julia, una joven compañera de trabajo con la que emprenderá un efímero romance. Sus encuentros tienen lugar en los barrios proletarios, la base social más desamparada, pero también la más amplia y menos controlada por el Estado. Su mutua rebelión en contra del partido los anima a entrar en contacto con O’Brien, un agente del régimen que pretende formar parte de la resistencia.

Tras su arresto, Winston es sometido a un proceso de reeducación en el que es torturado mediante descargas eléctricas. Durante el proceso, sostiene largas conversaciones con O’Brien, quien comparte con Winston las radicales posturas del partido y sus planes para abolir la familia, las artes y transformar el idioma a fin de asegurar una devoción completa hacia el partido y el Hermano Mayor.

La reeducación de Winston pretende no solo obtener la confesión de sus crímenes, sino transformarlo en un creyente del sistema. Por ello, el reconocimiento de sus actos y la detallada información que ha proporcionado sobre Julia no es suficiente. O’Brien comprende que los sentimientos de Winston hacia Julia permanecen intactos, por lo que decide enviarlo a la habitación 101. Allí se encuentra “lo peor del mundo” que en el caso de Winston es un profundo temor a las ratas. O’Brien le muestra una jaula con varios roedores hambrientos. El contenedor se coloca en la cabeza del prisionero de forma que al liberar una compuerta, los animales se arrojan sobre el rostro para devorarlo. Presa del pánico, Winston traiciona finalmente a Julia, pidiendo que “se lo hagan a ella, no a mí”.

Julia y Winston tendrán un breve encuentro tras su reintegración a la sociedad. Su mutua experiencia en la habitación 101 ha conseguido nulificar el afecto que se tenían. Winston se acomoda en la mesa de un café para celebrar la reciente victoria militar sobre Eurasia. Su admiración y su afecto se dirigen ahora al retrato del Hermano Mayor. La batalla contra sí mismo ha concluido. Ha sido “curado”.

Por su magnífico análisis del poder y de las relaciones y dependencias que crea en los individuos, 1984 es una de las novelas más inquietantes y atractivas que presagiaron el colapso del socialismo/comunismo, ocurrido entre 1989, cuando fue derribado el Muro de Berlín o Muro de la Vergüenza, y luego, la desintegración de la URSS, un acontecimiento que cerró varios ciclos históricos fundamentales del mundo contemporáneo, lo que culminó formalmente el 31 de diciembre de 1991.

El derrumbe incruento de la URSS, tras la renuncia de Mijaíl Gorbachov, puso fin a la experiencia histórica del comunismo desplegado en distintas vertientes, como un proyecto alternativo al capitalismo, en cualquiera de sus variantes. Su realización en la Rusia soviética significó la construcción de un poderoso Estado multinacional férreamente cohesionado que, lejos de las utopías socialistas, terminó edificando un régimen de características totalitarias, represivas e imperiales. Las razones de la caída de la URSS fueron múltiples. Hoy en día, para casi todo ser pensante, lo decisivo fue la debilidad interna y esclerosis del sistema comunista; para otros, los refractarios, resultó definitoria la ofensiva de Estados Unidos en la última etapa de la Guerra Fría. Fueron también coadyuvantes otros factores emergentes, como la expansión del capitalismo a escala global y el resurgimiento de los nacionalismos en la propia URSS y sus satélites, que habían sido congelados o reprimidos tras las guerras mundiales.

Hemos dicho, y lo reiteramos, que los costos de aquellos experimentos utópicos fueron asombrosos. Stéphane Courtois, editor de la obra Le libre noir du communisme. Crimes, terreur, répression (1997, Robert Laffont, París), calcula el número global de víctimas del comunismo incluidas China, Cuba y otros países del antiguo Tercer Mundo, entre 85 millones y 100 millones de personas, lo que representa 50% más que las muertes causadas por las 2 guerras mundiales. En la página 1 de libro se lee, en negritas: Sur une tragédie de dimensión planétaire, 80 ans après le coup d’Etat bolchevique, le premier libre de réference.

Desde entonces, casi toda la humanidad salvo, reitero, los refractarios, como los del decadente Foro de Sao Paulo, y… la pandilla milico-civil que sigue arruinando a Venezuela, y que es la causa del éxodo, sin dioses ni reyes, de 2.500.000 compatriotas que huyen del hambre, las enfermedades, la cárcel, la tortura y la muerte; desde entonces, sabemos que si alguna vez tratan de reimponerlo, o lo reimponen, lo hará desafiando la historia y con la certeza de acabar con otro costoso fracaso. Semejante acción rozaría la locura, a la que se ha definido como el acto de repetir lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados distintos.

En su columna “As I Please” del Tribune, Londres, del 1º de septiembre de 1944, escribe Orwell:

“Ante todo, un aviso a los periodistas ingleses de izquierda y a los intelectuales en general: recuerden que la deshonestidad y la cobardía siempre se pagan. No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético o de otro cualquiera y después pueden volver repentinamente a la honestidad intelectual. Eso es prostitución y nada más que prostitución”.

Venezuela, Vos scitis fabula est. Pugna autem animam tuam, et salvum facere. Ya conoces la historia. Ahora lucha y salva tu alma.


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