La divertida personalidad del Conde Drácula de Hotel Transylvania se ganó al público infantil y también a varios adultos, que empatizaron con su historia en 2012. La buena recepción y las millonarias ganancias generaron que el director Genndy Tartakovsky liderara una segunda entrega en 2015, la que incluso llegó a bordear los 500 millones de dólares en recaudación. 

Este 2018, el cineasta ruso-americano regresa a la pantalla grande con una tercera versión de la historia de Drac y sus amigos monstruos, pero ahora lejos del hotel. El grupo de peculiares personajes regresa a bordo de un crucero de lujo que les traerá más de una sorpresa.

Pese a que se buscó la innovación en el relato, hasta ahora es la entrega más débil de la saga animada. Si bien se renueva la rivalidad entre Drácula y el asesino de vampiros Van Helsing, a la producción le hace falta ser menos predecible y contar con más espacios para el entretenimiento.

La película comienza remontándose a 1897, cuando Van Helsing (Jim Gaffigan) era el joven y decido hombre dispuesto a correr todos los riesgos con tal de acabar con la vida de Drac (Adam Sandler). El cazador de vampiros se ve ampliamente derrotado por un suertudo empresario hotelero que goza de un infalible sexto sentido.

La vida de Van Helsing parecía haber acabado, pero no fue así. Años más tarde, el cazador y su «vampiro favorito» se reúnen en un crucero que prometía entregar las perfectas vacaciones a los monstruos. La hija de Drac, Mavis (Selena Gomez), planea la escapada oceánica para sorprender a su padre. Todo el equipo del Conde se une a las vacaciones, sin saber lo que les esperaba.

La capitana de la embarcación, Ericka, enamora de manera inmediata a Drácula, quien había permanecido un centenar de años solo tras el fallecimiento de su esposa. Lo que él desconoce, era que ella es la bisnieta de Van Helsing, y que busca seguir con el legado familiar para acabar con los monstruos.

Así se desatan una serie de intentos por acabar con la vida del equipo Transylvania y que pondrá en aprietos incluso los lazos familiares de Drac.

La calidad de la animación de Tartakovsky sigue siendo notable. Su gusto por las figuras alargadas y los ángulos, es sin duda un trabajo bien concretado.

El problema está en el trabajo que se hizo en el guion, que simplemente no termina de convencer. Pese a todas las críticas que la producción pueda recibir, resulta que llega en un buen momento a la cartelera nacional, ya que los niños se encuentran de vacaciones y ese el público que mejor la puede recibir.


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