Una película de Nanni Moretti siempre nace de un sentimiento en relación consigo mismo, los otros o la sociedad. Esa es la fuente de la escritura del director, guionista y actor italiano de Mia madreEl cuarto del hijo y otros 12 largometrajes, cuyo cine se caracteriza por la relación con su propia vida y con los problemas del presente, así como por su cáustico humor político.

“No me gusta cuando la persona del actor desaparece en el personaje. Eso es algo que elogia la crítica y el público disfruta, pero a mí no me gusta”. El comentario  podría explicar su interpretación de Michele Apicella en sus primeras películas, y del Nanni Moretti personaje de ficción de Querido diario y Abril.

El cineasta se encuentra en Buenos Aires, participando en el Bafici, festival que presenta una retrospectiva de su obra, acompañada de la publicación de un libro. Como parte de sus actividades tuvo una conversación con el público.

Un autárquico

Soy un autárquico es el título del primer largometraje de Moretti, de 1976, y una declaración de principios acerca del cine escrito, producido, dirigido e interpretado por él mismo. Era un film en Super 8, por lo que inicialmente solo había un ejemplar, sin copias. Así que también tuvo que ocuparse directamente del estreno de la película, que fue en un cineclub.

Lo que quería hacer estaba inspirado en los realizadores de la década anterior, entre ellos los de la Nueva Ola Francesa o Pier Paolo Pasolini en su país.

“Como espectador y como director estoy muy ligado al cine de autor de los años sesenta. Era un cine que rechazaba el cine y la sociedad, que había recibido en herencia. Cada uno imaginaba, con su propio estilo, un nuevo modo de vivir y de trabajar. Eran directores que no hacían películas de éxito, pero sembraron las semillas para que ese cine de autor se volviera popular”, explica.

La búsqueda de expresión personal de Moretti pasó después de lo biográfico a la manera de contar las historias. Lo llevó a hacer películas como Palombela rossa (1989), que está narrada como un partido de waterpolo –los deportes son otra constante en su cine– y cuatro años más tarde a Querido diario. El acercamiento a lo popular incluye en esta película la participación de Jennifer Beals, actriz de Flashdance. Hace de sí misma en un breve papel.

Hoy, sin embargo, disfruta más escribiendo en colaboración, aunque sean películas basadas en sus experiencias personales, como Mia madre. Incluso asegura que ha aprendido a darle más libertad de aportar e improvisar a los actores. “Pero no demasiada”, aclara.

Siempre controversial

Nanni Moretti sigue considerándose un intelectual de izquierda, aunque en Buenos Aires prefirió no explicar qué significa ser comunista en la actualidad. “Puede haber periodistas italianos escuchando”, bromeó.

Sus películas también han resultado atractivas por eso. En especial se debe a su capacidad de recurrir al humor para mantener en el debate posiciones que se desdibujan –como es el caso del PCI– o pierden fuerza electoral.

Prueba de que hay una fanaticada que lo sigue por eso es el proyecto, anunciado en un film, de rodar un musical sobre un panadero trotskista: “Nació como una broma, pero se ha formado un movimiento pequeño, aunque muy combativo, en torno a esa película. Creo que tendré que hacerlo en un año o dos”.

Aclara, sin embargo, que no va a cantar en ese filme, como lo ha hecho en otras ocasiones: “No me gustan las películas de horror”.

Ese humor ha resultado incluso profético. Ocurrió en Habemus papam, una película en la que un pontífice electo resulta incapaz de asumir el cargo por miedo. Fue estrenada antes de la renuncia de Benedicto XVI.

“Esa película fue recibida con mucho respeto por el público católico”, asegura Moretti. “Pero que un papa dimitiera por cobardía se consideraba imposible. Dos años después, cuando Ratzinger lo hizo, dijeron: ‘¡Qué gesto tan valiente el renunciar!”.

En Il caimano la emprendió contra Silvio Berlusconi. Desnudó con humor cinéfilo el entramado de negocios y política del empresario italiano de los medios de comunicación, que gobernó cuatro veces como primer ministro Italia.

No por eso, sin embargo, deja de ser consciente de que los tiempos cambian. Pone incluso un ejemplo lejano: el documental La cosa, de 1989, sobre el debate del Partido Comunista Italiano para cambiar el programa, los objetivos y hasta el nombre de la organización, y convertirse en una “cosa” nueva.

“En esa época todavía existía la capacidad de discutir sobre la sociedad en su conjunto, no solo los militantes y electores de izquierda. Había miedo pero también esperanza, y era un momento emocionalmente muy fuerte. Hoy sería improbable hacer un documental sobre los mismos temas. No creo que sea tan sencillo, ni que pueda haber la misma actitud de respeto al adversario”, admite.  


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!