Desde la medianoche de este jueves, la Tierra recibirá de forma inusual la inclemente fuerza del Sol. Durante su movimiento por el espacio, el planeta se ubicará en medio de un chorro de partículas energéticas emitido por la estrella que gobierna el vecindario cósmico, lo que popularmente se conoce como tormenta o fulguración solar.

Los cálculos de los científicos indican que  los habitantes de las latitudes altas podrán ser testigos de una serie de manifestaciones de ese fenómeno, que van desde llamativos juegos de luces en el cielo –las llamadas luces del norte o auroras– hasta alteraciones en los sistemas eléctricos y de telecomunicaciones.

Así lo establecen las observaciones llevadas a cabo por organismos como la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que en los últimos días identificaron que la región activa 12741 en el Sol –zona con una mancha solar que esta semana ha cruzado el meridiano central de la estrella– ha estado eyectando al espacio nubes de plasma con velocidades promedio de 500 kilómetros por segundo. 

Esas nubes, que son una manifestación del llamado viento solar, contienen una significativa cantidad de material compuesto principalmente por partículas cargadas, como electrones y protones. Luego de viajar 150 millones de kilómetros –distancia que separa el Sol de la Tierra– ese chorro se encontrará con el planeta.

Al llegar a la Tierra, esas partículas interactúan con la magnetósfera, o campo magnético terrestre, que funciona como un escudo repelente de la ráfaga de partículas, responsables de los espectáculos lumínicos de las auroras boreales, pero que también afectan cada vez más la tecnología. Es en ese momento que a la nube de partículas se le denomina tormenta geomagnética.

Para entender los posibles daños en la infraestructura producto de la tormenta geomagnética, el astrofísico Camilo Buitrago utiliza el siguiente ejemplo: “Cualquier alambre recto que esté bajo la influencia de un campo magnético variable experimenta la inducción de una corriente eléctrica dentro de él. Si juntamos muchos de estos alambres y los conectamos a un transformador eléctrico, estas corrientes pueden sobrecargar el transformador y quemarlo. Esto es justamente lo que puede pasar durante una tormenta solar muy intensa.

“En este caso –continúa– el campo magnético terrestre se distorsiona continuamente, pudiendo inducir corrientes en el alambrado eléctrico que conecta las grandes ciudades, y potenciar la quema de grandes transformadores y lo que ocasionaría apagones”.

El astrofísico indica que el asunto no pasa a mayores gracias al campo magnético que protege la Tierra, el cual genera una fuerza sobre las partículas cargadas eléctricamente que envía el Sol, y desvía sus trayectorias y hace que ingresen a la Tierra justo por los polos. 

“Allí, los electrones y protones provenientes del Sol chocan con los átomos de nuestra atmósfera, principalmente nitrógeno y oxígeno, transfiriéndoles energía y poniéndolos en estados energéticos no-estables, que pueden emitir luz verde y violeta. Todos estos colores se mezclan para crear flujos fluorescente de luz en el cielo nocturno: las auroras”, explica Buitrago.

¿Por qué se producen?

El astrofísico Santiago Vargas explica que el viento solar comprime la magnetósfera y desencadena una tormenta geomagnética en la Tierra: “Este tipo de fenómenos son normales, pero son más frecuentes durante las épocas más activas del llamado ciclo solar, que en la actualidad está acercándose a un mínimo. Los cálculos de los científicos indican que el mínimo de actividad solar deberá ocurrir a comienzos del próximo año, por lo que eventos como el de esta semana resultan inesperados en etapas débiles del ciclo solar y no tenemos capacidad de predecirlos”, señala. 

Asegura que el ciclo solar, que fue descubierto en el siglo XIX a partir de las observaciones de manchas solares que ahora acumulan cerca de 400 años de forma ininterrumpida, dura en promedio 11 años, tiempo durante el cual la actividad de la estrella fluctúa entre momentos de mayor y menor intensidad, experimentando de igual forma una inversión en el campo magnético entre los polos norte y sur.

“Este ciclo afecta todo el sistema solar, y es el responsable del denominado clima espacial, cuyo estudio ha ganado mayor interés en los últimos años, ya que de su entendimiento depende que podamos hacer misiones de exploración espacial seguras y sin riesgos ocasionados por la tormentosa actividad solar, afectando las naves y a los propios astronautas.”, afirma Vargas.

 Y agrega: “Muchas empresas tecnológicas están invirtiendo recursos en investigaciones que buscan profundizar en el entendimiento de estos fenómenos y poder predecirlos con anterioridad, pudiendo así prepararse y proteger los sistemas más vulnerables”.

Otras tormentas famosas

La tormenta solar de este jueves no es un hecho aislado. Hace pocos días, la NASA y la NOAA lograron predecir que una eyección de plasma solar haría contacto con la Tierra el 11 de mayo, como efectivamente ocurrió sin mayores consecuencias.

Pero no siempre ha sido así. Según los reportes científicos, la mayor tormenta solar de la que se tiene registro ocurrió en agosto de 1859. Durante varias semanas, el suceso, que se conoce como evento Carrington –en honor del astrónomo inglés Richard Carrington, quien fue el primero en observarla–, averió seriamente el telégrafo y generó intensas auroras boreales en distintas latitudes. Incluso hay reportes de que en Colombia se vieron estos destellos.

Otra famosa tormenta solar sucedió en marzo de 1989. Aunque no fue tan intensa como el evento Carrington, ocasionó daños en la infraestructura eléctrica de Estados Unidos y Canadá, con un largo apagón en la ciudad de Québec.


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