Una nueva era para la astronomía y para la astrofísica. Así fue bautizada la observación, en agosto pasado, del espectacular choque de 2 estrellas de neutrones, un esfuerzo científico en el que participaron más de 70 observatorios terrestres y espaciales, aproximadamente 1.000 instituciones de investigación y una red de más de 3.600 científicos de todo el mundo.

El ensayo inédito de ciencia colaborativa, que comenzó en agosto de 2017, se justificaba por la magnitud del reto que estaba por delante: la detección, por segunda vez, de las ondas gravitacionales, el fenómeno predicho por Albert Einstein que apenas había sido confirmado por la ciencia en 2016. Esta vez, además, permitiría la observación de la luz que sería desprendida por la gigantesca colisión estelar.

La astrofísica venezolana Kathy Vivas, investigadora del Observatorio Interamericano Cerro Tololo, en La Serena, Chile, está en la lista de quienes escribieron esta historia. Fue una de las científicas que diseñó los protocolos que permitieron a los telescopios rastrear la señal luminosa del choque de las estrellas, una vez que los observatorios LIGO y Virgo, especializados en detectar las ondas gravitacionales, captaran esa perturbación gravitatoria que ocasiona la kilonova, como también se conoce este tipo de fenómeno.

Lo que se requería, informa por correo electrónico, era “investigar una zona muy grande del cielo y buscar ‘algo’ que hubiera cambiado de brillo súbitamente y que pudiera asociarse a la señal de onda gravitacional. El telescopio Víctor Blanco, de 4 metros de diámetro, en el Observatorio Cerro Tololo, cuenta con una cámara de gran formato –llamada Decam– que tiene mucha sensibilidad y cubre un campo de visión bastante grande”. Eso lo hizo ideal para esta tarea.

La científica tuvo la oportunidad de observar la kilonova en dos ocasiones. La primera vez fue el 21 de agosto, 5 días después de que se detectó. “La observamos todo el tiempo que se pudo hasta que se ocultó bajo el horizonte. Fue impresionante ver ‘en vivo’ los cambios tan rápidos que ocurrían”.

En terrenos del misterio

La kilonova que la revista Science bautizó como el acontecimiento científico de 2017 sigue dando de qué hablar. Recientemente, se informó que el Observatorio de Rayos X Chandra aún detecta la emisión de rayos gamma de la colisión, ocurrida a 130 millones de años luz, aunque lo que se esperaba era que se extinguiera rápidamente.

El astrofísico venezolano Claudio Mendoza indica que la posibilidad de conocer la naturaleza de los enigmáticos rayos gamma es otra de las promesas que ofreció este avance. “Por primera vez se entendió que estas explosiones de alta energía, que nadie sabe qué son, están asociadas a choques de estrellas neutrónicas”.

También se avanzó en el conocimiento del origen de elementos pesados como el uranio y el plomo. “Cuando se observaron los resplandores se detectaron líneas de estos elementos y también de los lantánidos, conocidos como tierras raras”. El oro es otro de los rastros de las colisiones de este tipo. “Es posible que el metal de un anillo de bodas haya resultado de una de ellas”, dice Vivas.


El Dato

La primera detección de ondas gravitacionales ocurrió en febrero de 2016. Se realizó en los observatorios LIGO, Virgo y Geo600, que captaron el choque de agujeros negros, un evento que no produce luz, así que no se hubiera podido percibir con telescopios, señala la astrofísica Kathy Vivas. Las ondas gravitatorias, añade, ofrecen otra forma de observar los fenómenos del universo.



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