Marcos Grunfeld tiene una década haciendo periodismo y esta semana recibirá su título de periodista. El acto en la UCAB es la coronación de un camino que terminó con la elaboración del documental Una segunda oportunidad, la historia de David Peralta. El filme está en YouTube y el propio vicepresidente de Relaciones Públicas de los Diamondbacks de Arizona ha comentado la película en su cuenta de Twitter.

Es una historia asombrosa. Pocos peloteros pueden reconstruir su carrera como bateadores, tras intentarlo como lanzadores. Peralta lo hizo y reemprendió su camino a las Grandes Ligas, donde hoy es el jardinero izquierdo de los desérticos.

El carabobeño es una rareza. Pintaba bien como pitcher, se lesionó y triunfó como toletero.

Peralta vino a nuestra mente a propósito del ruido hecho por Shohei Ohtani, repartiendo ponches y cuadrangulares en las Mayores. Aunque no son casos iguales. Ohtani lo hace simultáneamente. Como antes pasó con Babe Ruth. Como antes, en la Primera División de Venezuela, Cocaína García y Vidal López, miembros de nuestro Salón de la Fama.

Vitico Davalillo es el último “fenómeno” local, el último pelotero capaz de subir al montículo con propiedad y tomar un bate para largar una línea a continuación.

Davalillo firmó como lanzador en 1958. Los Rojos de Cincinnati no sabían lo que tenían entre manos. Poco lo usaron como bateador. Fue creciendo como monticulista en las granjas de esa organización, aunque en 1960 fue alineado 24 veces en los jardines, en categoría D, y en 1961 apareció en 14 compromisos en el outfield, en Triple A.

El zuliano (algunos registros lo tienen como nacido en Falcón) vivió su primer gran momento en 1962, el año de la transición. Adquirido por los Indios de Cleveland, fue convertido en patrullero a tiempo completo y bateó para .346/.391/.512 en Triple A, con 27 dobles, 18 triples, 11 cuadrangulares y 24 bases robadas.

El toletero zurdo habría brillado en el Beisbol de Fantasía, si eso hubiera existido entonces. Y eso, sin contar su habilidad a la defensiva, que le ganaría un Guante de Oro en la Liga Americana.

El gran talento de Davalillo estaba en hacerlo todo a la vez, y hacerlo bien.

Eso nunca se vio mejor que en la campaña 1961-1962 de la LVBP, con los Leones del Caracas. En ese torneo apareció como serpentinero en 20 encuentros, 16 como abridor, y completó seis duelos. Recorrió 117.0 innings, una cifra que duplica el total de los líderes de ese departamento en la actualidad. Dejó 2.46 de efectividad y ponchó a 90 rivales, casi siete por cada nueve entradas, mientras consumía 138 turnos, alternándose entre la loma y el outfield, con .406 de average, slugging de .529 y 20 empujadas. Increíblemente, no fue el Jugador Más Valioso.

Cleveland lo convirtió en patrullero a tiempo completo y en 1963 llegó a las Grandes Ligas, iniciando la mejor parte de su brillante carrera. Los melenudos siguieron la pauta y lo ubicaron a diario en lo más alto del lineup, formando una dupla con César Tovar que todavía es recordada. Pero en estos tiempos en que recordamos a Babe Ruth, a propósito de las hazañas de Ohtani en las Mayores, hay que rememorar también al último venezolano que tan bien combinó las habilidades en el morrito y con el madero, el incomparable Vitico Davalillo.

@IgnacioSerrano

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