¿En serio? ¿Es verdad que se acabó Carlos González?

Tiene 33 años de edad. Su físico es todavía atlético y, aunque no posea la movilidad de sus primeros tiempos, cuando era un nominado fijo al Guante de Oro y sempiterno candidato al 30-30, sigue desplazándose con la soltura que por razones obvias les faltó desde temprano a los Ryan Howard y compañía.

Es cierto que no es el de antes. Después de 2013 no ha robado más de cinco bases en una temporada y a partir de 2017 tiene promedios de .263/.329/.428, con un magro OPS de .757 y 32 jonrones, menos de 11 por campeonato.

Su paso por Cleveland es otra señal atemorizadora. Que únicamente consiguiera tres extrabases en 30 juegos, que ligara para .210 y terminara como agente libre es impactante en realidad.

Sí, la decadencia de todo pelotero comienza a los 30, pero se supone que ese declive sea menos pronunciado. CarGo no debería estar en este predicamento.

Hay antecedentes, sin embargo. El camino al retiro del gran Antonio Armas empezó a los 32 años de nacido. Los venezolanos tenemos cierta tendencia a la épica cuando se trata de nuestros grandeligas y a menudo achacamos a una conspiración en su contra el principio del fin de nuestro primer jonronero nato, pero lo cierto es que desde 1986, cuando todavía pertenecía a los Medias Rojas, tuvo un OPS de .723 y promedió menos de 10 cuadrangulares y 40 empujadas en esas últimas cuatro zafras.

¿Es este un caso semejante? ¿Qué ha pasado realmente con el zuliano?

Algunos acusan que el paso de González por Denver sirvió de mascarada. Sus estadísticas en el Coors Field son tan distintas a las que ha puesto en otros estadios, que resulta difícil combatir esa creencia. Pasa igual, aunque importe menos, con el contraste que hay entre su rendimiento ante pitchers de su mano y lo bien que ha conectado a los derechos.

La gran incógnita con él es saber si realmente esos números dicen la verdad. Si fuera así, su capacidad para producir fuera de Denver sería casi nula, como acaba de ocurrirle en Cleveland. Pero con frecuencia hemos alertado un detalle que el gran público suele pasar por alto: el nativo de Maracaibo, Nolan Arenado y tantos otros sluggers de los Rockies enfrentan un desafío al defender esa divisa, pues los pitcheos se mueven de distinta manera en la altura de aquella ciudad. Al quebrar menos, al ser más planos, el toletero se acostumbra a leer los envíos de un modo que luego, al bajar a las demás urbes, le resulta extraño, mucho más difícil, pues las curvas a nivel del mar se mueven más, y también el resto de los lanzamientos. Así que los primeros dos o tres encuentros de cada gira representan para los rocosos un reto de readaptación, hasta que por fin consiguen bailar al son que les tocan.

No sabemos cuánto puede haber afectado eso al campeón bate de 2010. Quizás le pasa igual que Armas y el final se acerca antes de lo que esperábamos. Pero de por vida exhibe registros que, junto a su edad, deberían tentar a otra novena, con promedios de .285/.343/.502 y un OPS ajustado de 113 que le pone un poco por arriba que Richard Hidalgo y un poco por debajo de Andrés Galarraga.

¿Es verdad que se acabó CarGo? Cuesta creerlo, a pesar de algunas evidencias. Pero para demostrar que todavía puede —y hay razones para creer que sí debería poder—, necesita convencer ahora a un nuevo elenco, necesita conseguir espacio para jugar a diario y, sobre todo, necesita vencer la presión de saber que mucha gente, incluso en las Grandes Ligas, empieza a sospechar que su tiempo como bateador peligroso en efecto ya terminó.


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