Esta que acaba de comenzar será una temporada atípica. Ha empezado en Japón para dos equipos, uno de los cuales disputará en simultáneo un juego de exhibición en Florida y un encuentro oficial en Tokio. Y será la primera zafra desde 2010 en que los venezolanos no buscarán con entusiasmo en las reseñas y boxscores el desempeño en cada jornada del carabobeño Salvador Pérez.

El receptor nacido en Valencia se encuentra en la primera etapa de una larga rehabilitación. Alrededor de septiembre comenzará a hacer swing con cierta vehemencia y uno o dos meses después estará soltando el brazo con vigor. La recuperación de la Cirugía Tommy John es mucho más rápida ahora que hace 20 años, especialmente para peloteros de posición, pero sigue siendo un proceso largo y complejo.

A Gleyber Torres, un caso reciente y semejante al que nos ocupa, le tomó siete meses para entrar a la jaula de bateo en el complejo de los Yanquis en Tampa y solo a los nueve meses fue dado de alta definitivamente por los médicos.

Pérez se perderá toda la justa, cuando todavía no responde la pregunta sobre el momento exacto que vive en su carrera. ¿Está en declive, como sugieren los baremos del nuevo análisis? ¿O, por el contrario, como afirman sus números gruesos, sigue en ascenso como bigleaguer?

No se puede desestimar el detalle de que en 2018 abrió el Juego de Estrellas, ganó el Guante de Oro y también el Bate de Plata. Visto desde esa página de su currículo, cuesta decir que ya no tiene estatus estelar, especialmente si se toma en cuenta su enorme popularidad, tanto entre el público norteamericano como en su país natal.

El espigado careta ha incrementado su total de jonrones en cada torneo que ha disputado, menos en el último, cuando “solamente” igualó sus 27 vuelacercas y sus 80 impulsadas, otro tope personal. Eso, sin olvidar que su campaña en realidad tuvo cinco meses, no seis, porque una lesión en la rodilla izquierda le robó prácticamente todo abril. De no suceder aquella, es muy probable que habría rebasado los 30 cuadrangulares por primera vez.

Sus promedios, sin embargo, fueron pobres, con .235/.274/.439, y también su WAR de 0.6, según el cálculo de la página Fangraphs. La escasez de hits y bases por bolas, incluso de extrabases, con 23 tubeyes, su cosecha más pequeña desde 2012, explica en parte eso y en parte que su aporte en carreras creadas ajustadas haya sido negativo, con 90, o lo que es igual, 10 por ciento por debajo de la media de sus colegas en las Grandes Ligas.

Puede que ello se deba en parte al cuerpo técnico de Kansas City. Después de todo, hay coincidencias entre varios integrantes de la divisa cuyos promedios han venido a la baja, en desmedro sobre todo de la capacidad para embasarse, con Alcides Escobar como otro claro ejemplo salido del patio.

Análisis aparte, los últimos premios y reconocimientos dicen sin cortapisas que Pérez es el catcher del momento, algo que resulta indiscutible al limitar la comparación a la Liga Americana. Y su trayectoria de ocho campeonatos en las Mayores no tiene parangón entre sus compatriotas, por más logros y fama que hayan acumulado Baudilio Díaz, Ramón Hernández, Víctor Martínez y Miguel Montero, posiblemente los venezolanos que han hecho más y mejores cosas en la gran carpa con los aperos puestos.

Es por eso que este 2019 diferente, para mal. Por primera vez en mucho tiempo no le veremos entre los peloteros más votados para el Juego de Estrellas ni le incluiremos en las hazañas de la expedición nacional al término de la Serie Mundial, cruzando los dedos para que el año entrante esté de regreso en su mejor forma y retome las cosas donde las dejó.

@IgnacioSerrano

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