Cuenta la cuestionada leyenda que por el año 64, hace ya 1954 años, Nerón, para entonces Emperador de Roma, tocaba la lira mientras Roma ardía. Según una de las versiones, Nerón, motivado por un simple capricho insano, hizo incendiar la ciudad mientras observaba el desastre y la calamidad desde la torre de Mecenas en la colina del Esquilina, a la par que cantaba y tocaba la lira, en lo que podría definirse como un episodio grotesco de sadismo que más allá de ignorar el sufrimiento infringido a su pueblo, más bien evidenciaba su pleno disfrute.

Hoy, ya en 2018, de este lado del mundo y a más de ocho mil kilómetros de distancia de Roma, ocurre otro gran incendio que sin llamas produce un efecto devastador que reduce a cenizas ya no a una ciudad, sino a toda una nación, pues #ElMadurazo y el efecto de ese paquete perverso que en menos de 60 días pulverizó y redujo a escombros el ya limitado y golpeado poder adquisitivo del venezolano, solo puede ser comparado con el efecto que el fuego tuvo sobre Roma; y es que no podía ser de otra manera, cuando encontramos que la solución de oro que germinó en la mente del autor intelectual de #ElMadurazo, no fue otra que la de apagar el ya fuerte fuego con gasolina. En fin, confundió por ignorancia el combustible con agua, y el efecto de su impericia no solo le afecta a él y a su entorno cercano, sino que en este caso y sin excepción, a todos y cada uno de los ciudadanos que habitamos en Venezuela. 

 Al rosario de vicisitudes derivadas de nuestro mermado e insignificante poder adquisitivo, se suma la catastrófica situación de los servicios públicos a nivel nacional. En Venezuela se están produciendo mínimo mil protestas al mes, en demanda de los servicios públicos como agua, luz, gas doméstico, transporte, recolección de basura, falta de alimentos y medicinas, y una retahíla de carencias con las que tienen que enfrentarse a diario miles de venezolanos. La gente invierte gran parte del día en una cacería constante de algunos de estos servicios para disminuir el peso de la cruz “roja” que le han impuesto como una especie de penitencia. Esos pirotécnicos de la política nos quieren llevar a una Venezuela inviable, para que abandonemos el barco y con ello, toda fuerza y esperanza en esa transformación política social que ha de darse más temprano que tarde en nuestro malogrado país.

Entendamos que  todo esto forma parte de un guión y que el incendio es provocado por el voraz apetito de controlar la iniciativa ciudadana, por la vía del sometimiento, a través de prácticas de terror, de la violencia y de crear pánico en el colectivo. Esta iniciativa nada inédita por cierto, premeditadamente ha marcado un precedente de sangre, de muertes y de encierro, para que el temor prive en cada uno de nosotros, y nos mantengamos inmóviles ante lo que sucede frente a nosotros. Es por ello que debemos despertar y reaccionar, como muy sabiamente nos invitó el hoy San Juan Pablo II en una de sus visitas a nuestro país, o como lo dijo Víctor Hugo “El presente y futuro es para los valientes, una oportunidad de cambio”.

Frente a una realidad como la que tenemos, donde Venezuela es el país latinoamericano que experimenta mayores aumentos en materia de hambre y desnutrición desde el 2016 al 2018;  con un año de hiperinflación que prácticamente acumula 1.000.000%, que nos ha convertido en la nación que reporta el ciclo inflacionario más dañino de la historia en la región; frente a la cantidad de protestas de un pueblo abandonado a su suerte, en demanda de servicios tan elementales como agua y luz, no podemos permanecer indiferentes ante esta tragedia, y sentirnos bendecidos porque a algunos de nosotros no nos golpea tan brutalmente.

Seamos bomberos ciudadanos y apaguemos nosotros mismos el incendio provocado intencionalmente para liquidarnos como nación libre. Llegó la hora de actuar con unión nacional, y trazar una verdadera ruta democrática para poner fin a esta pesadilla y dar paso a la República Ciudadana que nos merecemos, de oportunidades, de respeto, de justicia, de inclusión, de solidaridad, de progreso y de futuro.  No permitamos que nos sigan tocando la lira, mientras Venezuela arde, no seamos como la foca, aplaudiendo y con el agua al cuello, hagamos honor a esa sangre libertaria que corre por nuestras venas.


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