En El hilo rojo el destino conspira para que los protagonistas puedan conocerse. También para que se separen. La película de Daniela Goggi, protagonizada por Eugenia Suárez, Benjamín Acuña, Hugo Silva, Inge Martín y Guillermina Valdés juega con la idea romántica de la predestinación de las almas. 

Dice Javier Marías en su novela Los enamoramientos (Alfaguara, 2011) que escogemos pareja -más allá del gusto- tomando en cuenta a las personas disponibles de nuestro entorno. De acuerdo con esta idea que desarrolla el escritor español en su novela, no nos emparejamos llevados por un destino especial, lo hacemos por las circunstancias de disponibilidad de quienes nos rodean. Además, también por el azar que acaba arreglando todo a su antojo.

No hay motivos románticos. No hay destinos signados. El amor depende de nuestras  circunstancias y de las de aquellos con quienes coincidimos.  

En El hilo rojo se dice exactamente lo contrario: el alma gemela existe. No importa lo que hagas, no importa cuánto intentes evitarlo, si tu destino y el de alguien más están enlazados, no podrás huir de él.

Bajo esa premisa (un tanto cursi y demodé) surgen los acontecimientos agridulces de esta cinta romántica disponible en Netflix.

La película, que es mucho más un drama que una comedia, nos permite asistir al encuentro de dos perfectos desconocidos y lo que ocurre con sus vidas al cabo de unos años en ese vaivén del destino por reunirlos y separarlos.

La cinta no plantea cuestionamientos profundos, simplemente se centra en mostrarnos las emociones de sus protagonistas. El deseo que los une, sus necesidades más básicas, la lucha por huir de ellas y el modo que tienen de manejarlas.

En el filme se habla de destino, pero más bien se expone el enamoramiento como capricho y afán misterioso. Como necesidad súbita del cuerpo y del alma de compartir el tiempo con una persona hasta el momento desconocida. En ese aspecto, la película gana, pues no pretende explicar (ni al espectador ni a los personajes) los motivos por los cuales el amor surge o se evapora. Como adolescentes caprichosos los personajes toman sus decisiones en nombre de las emociones más elevadas.

Para conectar con una película es muy importante que lo que se cuenta tenga algún asidero en tu interior. Lo que está frente a tus ojos debe o estar muy bien contado o coincidir con tus creencias como espectador para poder dar por ciertos esos argumentos. En este caso, más allá de creer o no en la premisa de la predestinación de las almas, la mayoría de nosotros hemos vivido el amor como un hecho pueril y volátil que nos anima a tomar las decisiones más tontas e irracionales. Quizás por eso es muy fácil ponerse en el lugar de los protagonistas de esta cinta que a ratos parece una telenovela.

Las actuaciones conservan un nivel estándar para comunicar lo que se promete.

Como drama light (con un discurso cinematográfico muy simple y elemental), El hilo rojo cumple su cometido. Entretiene, y mucho, aunque también te hace pensar, aunque al final se desinfle y nos brinde un desenlace soso.


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