Vaya polémica la causada por la nueva regla que experimentan las Grandes Ligas en la liga independiente del Atlántico, esa del robo de primera base. Los umpires robots, la posibilidad de usar un corredor en segunda base al inicio de cada entrada en los extrainnngs y otras pruebas que lleva a cabo la MLB han generado debate y comentarios, pero nada como esto de poder correr hacia la inicial en cualquier cuenta, si pierde la pelota el receptor.

¿Qué está buscando la gran carpa con estas cosas?

Para algunos aficionados y periodistas, se trata de una aberración, una falta de respeto a la naturaleza del deporte, una deformación del beisbol, tal como lo conocemos. Y sí, podemos pensar así. Pero hay dos aspectos que no debemos olvidar, antes de sacar cualquier conclusión. Luego, que cada quien piense como mejor quiera.

La gran carpa es una industria que mueve miles de millones de dólares anualmente. Sus ingresos superan los de decenas de países en el planeta. Sí, hay naciones enteras que no producen tanto dinero como las Mayores. Muchísimas. Y es de suponer que esa inmensa empresa hace lo que los empresarios serios normalmente hacen: no dar un paso sin haber hecho antes un estudio de mercado. Por supuesto que a veces hay excepciones, pero es lo que suele ocurrir en el primer mundo y sobre todo con industrias centenarias y milmillonarias.

En ese sentido, parece una estupenda idea que se haya creado un campo de experimentación ajeno al beisbol organizado. Que eso sea justo o no con la Liga del Atlántico ya es otra historia. Este circuito también está ganando, al ofrecerse como socio, y le permite al comisionado Rob Manfred abrir el debate y analizar resultados sin tener que aplicarlo en las Menores o, peor aún, en el Big Show, con el riesgo de tener que desdecirse, si alguna de sus propuestas resulta un fiasco.

Los anteriores cambios de reglas se aplicaron directamente arriba. Todos han traído cola y exasperación inicial. A este cronista sigue sin gustarle la base por bolas intencional de manera directa, porque gana 30 segundos por juego, en promedio, solamente, y hace que nos perdamos de aquellos hits de Miguel Cabrera o Edgardo Alfonzo ante lanzamientos que se quedaron cerca del plato, así como tampoco veremos ya un encuentro decidido por un wild en pleno proceso de regalar cuatro malas, como alguna vez pasó en la LVBP.

Pero seamos sinceros: los resultados han sido mejores que el escándalo de quienes protestaron en cada caso. Modificar la norma para los deslizamientos en las bases no afectó el espectáculo, como tampoco la prohibición de bloquear el home. De hecho, aunque se perdió la espectacularidad de las colisiones en el plato, se ganó la espectacularidad de deslizamientos de cabeza, tratando de esquivar al catcher, en un verdadero ballet vertiginoso y llamativo. Quid pro quo, Clarisse.

Las repeticiones de TV para ayudar a los umpires ya no tienen enemigos, prácticamente. Rápido nos acostumbramos a que aplicar justicia es mucho mejor que aceptar resignados el error humano, y el tiempo que se pierde al apelar a esa herramienta es tiempo que se compensa con las muchas protestas de umpires, coaches y peloteros que ya no ocurren.

Está por verse cuáles de todas las pruebas en la Atlantic League terminan aplicándose en las Grandes Ligas. Son muchas: aumentar la distancia entre el montículo y la goma, utilizar almohadillas más grandes, suavizar la apreciación del medio swing, emplear tecnología para ayudar en la sentencia de bolas y strikes, permitir un foul adicional tocando la bola después de estar en dos strikes, y así otras más, incluyendo el robo de primera.

¿Por qué hace eso la MLB? ¿Por qué querer cambiar algo que no está roto?, preguntan los amantes de la pelota. La respuesta es muy sencilla: porque sí está roto. Aunque quienes gustamos del beisbol no lo veamos así, sí está roto.

La encuesta que hace días comentaban los admirados René Rincón y Arturo Marcano es la viva prueba de que algo está mal y requiere medidas. Los televidentes que siguen los juegos de la gran carpa promedian 57 años de nacidos. No solamente forman el grupo etario más avanzado entre todos los deportes profesionales de Norteamérica, es que estamos hablando de prácticamente un club de fans de la tercera edad.

Esto es muy, muy grave para el negocio. Ratifica que la juventud prefiere otras disciplinas y sugiere que el boom económico actual es insostenible. Los que tenemos más de 50 años cumplidos vamos a morir más pronto que los nuevos fanáticos, en promedio, y si estos últimos prefieren el baloncesto, el fútbol americano, el hockey o el balompié, significa que los diamantes se convertirán en un entretenimiento marginal en dos décadas o menos. ¿Han oído hablar de la preocupación de los europeos por la baja tasa de nacimiento de sus nacionales? Bueno, pues es algo como eso.

Las Mayores no pueden seguir como hasta ahora, porque con el paquete actual sus aficionados casi están en la tercera edad en el mercado principal, el que da vida, músculo financiero y sentido a su existencia. Algo debe hacer el comisionado. Por ejemplo, modificar el Derby de Jonrones, buscar más competitividad entre los 30 clubes, ampliar los playoffs o buscar ajustes que puedan hacer más atractivo el juego.

Algunas cosas parecen contradictorias, es cierto. Favorecer la ofensiva va a consumir mucho más tiempo que los 30 segundos ahorrados por las bases por bolas intencionales de nuevo cuño, la limitación de las visitas al montículo o la obligación de dar tres bateadores como mínimo a cada relevista. Suponemos que para eso es que lo están probando en la Liga de Atlántico. Porque quizás los batazos sean ese reino de El Dorado, así extiendan los compromisos, como ya una vez pasó en los años 90, cuando los parques volvieron a llenarse a fuerza de jonrones.

Pero otras cosas son melodrama. De verdad. Dejar que el corredor se vaya a primera con cualquier envío malo, con la posibilidad de ser puesto out, no contradice la naturaleza del juego. De hecho, es apenas una ligera modificación de la regla actual, que lo permite con dos strikes. No exageremos, eso no es contra natura. Contra natura sería permitirle correr a la tercera, y dejar que se quede allí, esperando remolque, sin pasar por los otros cojines.

Puede gustarnos o no. Eso es otra cosa. A este columnista le resultó divertido ver el primer robo de la inicial. Dará más vértigo a la acción, podrá pasar algo sin que siquiera ocurra un batazo. Pitchers y catchers deberán ser mejores. Habrá más rectas y también más tablazos. Todo eso puede suceder. Si resulta o no, ya se verá. Pero no podemos olvidar lo fundamental: las Grandes Ligas no quieren cambiar para que siga gustándonos el beisbol. Nosotros estamos de salida, promediamos 57 años de edad. Su intención es cambiar para que ese público joven, cada vez mayor, cada vez más ajeno, empiece a encender la TV para ver encuentros de las Mayores.

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