El rumor de un posible cambio que envíe a Gleyber Torres a un equipo de la capital se esparció esta semana en la LVBP.

No se difundió solamente por la realización de la Convención Anual, que reúne a los ocho equipos en un mismo salón, despertando el morbo de los seguidores de la pelota. Fue la seriedad del periodista, Efraín Zavarce, y su fuente, nada menos que Wilfredo Polidor, es el agente del súper prospecto venezolano.

Si ocurre o no el pacto, bien sea con los Tiburones, bien con los Leones, es algo que está por verse. Pero la sola posibilidad de caer sobre la mesa ofrece temas de discusión.

La primera precisión está en las razones ofrecidas por Polidor a Zavarce: Torres es caraqueño y quisiera, de jugar en esta liga, hacerlo en casa, delante de sus familiares y amigos.

¿Han reparado en cuántos peloteros asoman esa razón, al explicar su interés por ir o no a algún equipo? A Jesús Aguilar no parece disgustarle el rumor sobre el perenne interés de Aragua, por ejemplo, porque él mismo es aragüeño. Carlos Tocci rechazó la idea de pasar al Caracas en la temporada pasada, porque es natural de Maracay.

Los casos abundan. Los Caribes decidieron apostar por José Celestino López, en el entendido de que su origen anzoatiguense podría abrirle las ganas de jugar con la tribu. Y entregaron al pitcher Williams Pérez, que apenas se había mostrado en Puerto La Cruz, porque es portugueseño y los Cardenales confiaban en que sí lanzaría en su vecina Lara, como sucedió.

Varias organizaciones se han abocado a “repatriar” jugadores. Eduardo Escobar resultó un éxito para los bengalíes. Avisail García, casado con maracayera, también jugó para los rayados, a pesar de su estatus, mientras que los hermanos Oswaldo y Orlando Arcia, nacidos en Anaco, se han convertido en baluartes de los orientales.

Lo mismo, pero en contrario, ha pasado con jugadores enviados lejos de sus hogares. El barinés José Peraza, por ejemplo, que no se ha aparecido por el estadio José Pérez Colmenares desde que fue traspasado por los pájaros rojos.

El beisbol invernal es una necesidad únicamente para aquellos peloteros ajenos a las Grandes Ligas y Japón. Es demasiada la diferencia salarial, y enorme la brecha que hay entre el dólar que cobran y los bolívares que aquí usamos. Únicamente parece quedar el regionalismo como cebo, carnada para atraer a esas figuras.

Lo acabamos de ver con el carabobeño Félix Hernández. Él mismo planteó su deseo de pasar al Magallanes y así se concretó. Y lo mismo hizo José Tábata, que vive en Valencia con su esposa.

También están los disgustos y decepciones. Yolmer Carlos Sánchez es aragüeño, pero además tuvo un distanciamiento con La Guaira. Se entiende que sea asomado como la pieza que entregarían los escualos para adquirir a Torres. A veces los cambios en la LVBP, decía el recordado Rodolfo José Mauriello, con divertido dramatismo, “ocurren por odio”. Es una metáfora, se entiende. Pero pasa.

Si jugará aquí un súper prospecto, que además pertenece a los Yanquis, es otra cosa que está por verse. Peraza nunca quiso y Miguel Cabrera lo hizo durante años, hasta que firmó su fabuloso contrato multimillonario con Detroit (y pese a que los Marlins son tanto o más reacios al Caribe que Nueva York).

Pero eso sería tema de otra columna. ¿Verdad?

@IgnacioSerrano

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