¿Cuál es el lugar exacto de Bob Abreu en la historia de las Grandes Ligas?

Esta semana tuvimos una primera respuesta a esa pregunta. Al menos en la franquicia para la que jugó por más tiempo, es visto como un elegido, un jugador diferente, uno entre pocos astros memorables.

La elección del Comedulce al Mural de la Fama de los Filis resultó una noticia feliz y un posible aviso de lo que seguirá ocurriendo con el nativo de Turmero, posiblemente el pelotero más completo nacido en Venezuela en el último medio siglo, tomando en cuenta las cinco herramientas y lo hecho en las Mayores.

Abreu, dirán los más reacios a aceptar sus logros, es un legítimo inmortal de Filadelfia. Al menos eso. Durante casi una década golpeó poco menos de 1.500 hits, estuvo a punto de combinar 200 jonrones y 200 bases robadas, dejó promedios de ensueño y .928 de OPS. Brillante.

El aragüeño también es un candidato innegable a recibir un homenaje semejante con los Leones, que no tienen pabellón alguno que reúna a sus principales glorias, algo que deberían corregir, pero que cuentan con una vía para reconocer a sus leyendas: retirando el número de sus camisetas.

Nadie debería volver a usar el 53 con el Caracas. Sí, ese uniforme no ha vuelto a entregarse, como al parecer ya nadie podrá usar el 14 de José Castillo, pero igualmente falta el acto formal que selle el recorrido de ambos frente al aplauso de la afición.

Seguirá su ingreso al Salón de la Fama de Valencia. Su huella internacional basta y sobra para tener una estatuilla en el Museo del Beisbol en Venezuela, pero a ese recorrido se une su excepcional desempeño en la LVBP, donde jugó 16 torneos y dejó el récord de más alto average de bateo en un campeonato, con .419 puntos.

Este o el próximo año entrará a esa planilla, dependiendo cómo se interprete la fecha de su despedida, que ocurrió en la justa 2014-2015. Y sería una injusticia enorme que no entre en su primer intento, aunque la cortedad de vista de quienes votamos ya quedó demostrada cuando alguien como Omar Vizquel sufrió para reunir por muy poco el 75 por ciento necesario para trascender.

En diciembre, por último, aparecerá en la papeleta de Cooperstown. Jugó en la gran carpa por última vez en 2014. Le toca someterse ya al criterio de los miembros de la Asociación de Cronistas de Beisbol.

Allí veremos exactamente la dimensión de Abreu en los anales de las Grandes Ligas. Muchos de sus compatriotas creen ciegamente que será descartado de inmediato. Sin duda serán muchos los miembros de la BBWAA que no marcarán la casilla con su nombre. Pero hace rato venimos adelantándolo, viendo lo que los analistas de nuevo cuño sostienen: el Comedulce fue un pelotero especial; hizo muchas cosas bien, aunque casi ninguna haya tenido nivel superlativo, salvo su capacidad para embasarse. Y eso se ve de una manera diferente hoy, se aprecia más, genera mayor entusiasmo, cosecha votos.

Hace rato que lo sostenemos. Aunque ya hay analistas estadounidenses hablando con entusiasmo de su candidatura, vemos casi imposible que pueda reunir las tres cuartas partes de las boletas, el mínimo requerido para su entronización. Pero vean dos detalles que hablan a las claras de su estatura en la expedición nacional.

Solamente Miguel Cabrera supera el WAR de Abreu en las cuentas de Baseball Reference. Es un baremo que toma en consideración todas las estadísticas, tanto ofensivas como defensivas. Allí, el patrullero es mejor que Luis Aparicio, Omar Vizquel y David Concepción, que le siguen en el escalafón, y duplica a Andrés Galarraga, Melvin Mora, Edgardo Alfonzo y César Tovar.

Lo mismo sucede en el OPS ajustado. Cabrera es el número uno, nuevamente, y a partir del tercer peldaño escoltan al dúo de aragüeños, en este orden, José Altuve, Magglio Ordóñez y Galarraga.

La apuesta de este columnista es que Abreu será el cuarto criollo en superar el cinco por ciento necesario para volver a aparecer en las planillas. Aunque haya quien se sorprenda, vistas las pruebas, no es descabellado asegurar que es uno de los tres o cuatro mejores grandeligas que ha dado Venezuela.


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