[19:17, 14/11/2018] Vicente Quintero: Un cambio político en Venezuela, con algún grupo opositor conduciendo el destino del país, es una variable que presenta importantes ventajas y desventajas para el bloque emergente para China, Rusia, Irán, India y el bloque «emergente» (o no alineado). China, Rusia y las otras potencias emergentes tienen grandes e importantes inversiones en Venezuela. Sin embargo, es evidente que el desempeño económico del país caribeño ha estado muy lejos de ser el ideal. Las potencias emergentes tienen legítimas razones para no sentirse completamente satisfechas con los resultados obtenidos en Venezuela.

Los grupos que conforman la oposición venezolana tienen la oportunidad de ganar simpatías en el bloque emergente si logran garantizar que las condiciones para emprender en Venezuela serían todavía mejores con ellos en el poder. El problema aquí es que estos países todavía mantienen su apoyo a Nicolás Maduro y han firmado acuerdos sin la aprobación de la Asamblea Nacional. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece que estos convenios deben pasar por la Asamblea Nacional y ser aprobados.

El bloque emergente entiende esto muy bien, pero el problema es que tanto la legalidad como la legitimidad de la Asamblea Nacional se han visto cuestionadas, incluso por las mismas acciones de los diputados opositores. Después de pasar largos meses rechazando la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) sobre el caso Amazonas, la Asamblea Nacional desincorporó a los diputados de Amazonas y acató la sentencia. El diputado Olivares declaró que este era un gesto de la intención de dialogar que tenía la oposición.

Aunque la oposición no tenía mucho margen de maniobra y se encontraba entre la espada y la pared, lo cierto es que las decisiones tomadas por la Asamblea Nacional muy probablemente serán discutidas en cualquier proceso de re-negociación de los convenios recientemente suscritos. Estos juicios podrían ser muy largos, complicados y hasta costosos para la nación, sin dejar a un lado que el rol de China, Rusia e India sería fundamental en un proceso de transición política en Venezuela.

Aún así, la Asamblea Nacional sigue siendo la institución venezolana que goza del mayor respaldo a nivel internacional y cuenta con el apoyo de la mayoría de los países del mundo democrático liberal. Desde este punto de vista, la AN está mucho mejor parada que el Ejecutivo, la Asamblea Nacional Constituyente, el Tribunal Supremo de Justicia -ambos grupos de magistrados-, etcétera. El grupo de magistrados en el exilio, aún cuando alguna vez tuvo cierta relevancia, la ha perdido de forma sostenida, sobre todo después de la desincorporación de Alejandro Rebolledo y Thomas Alzuru.

En el ámbito estratégico-militar, las cosas han cambiado mucho desde la década pasada. Poco a poco, Venezuela fue cambiando su estrategia táctica y se alineó con el bloque emergente. De manera oficial, el día 24 de abril del año 2005, Hugo Chávez anunció la susp…
[23:16, 14/11/2018] Vicente Quintero: ¿Es posible que China y Rusia apoyen a la oposición venezolana? ¿Por qué?

Un cambio político en Venezuela, con algún grupo opositor conduciendo el destino del país, es una variable que presenta importantes ventajas y desventajas para el bloque emergente (o no alineado). China, Rusia, India e Irán tienen grandes e importantes inversiones en Venezuela. Sin embargo, es evidente que el desempeño económico del país caribeño ha estado muy lejos de ser el ideal. Las potencias emergentes tienen legítimas razones para no sentirse completamente satisfechas con los resultados obtenidos en Venezuela.

Los grupos que conforman la oposición venezolana tienen la oportunidad de ganar simpatías en el bloque emergente si logran garantizar que las condiciones para emprender en Venezuela serían todavía mejores con ellos en el poder. El problema aquí es que estos países todavía mantienen su apoyo a Nicolás Maduro y han firmado acuerdos sin la aprobación de la Asamblea Nacional. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece que estos convenios deben pasar por la Asamblea Nacional y ser aprobados.

El bloque emergente entiende esto muy bien, pero el problema es que tanto la legalidad como la legitimidad de la Asamblea Nacional se han visto cuestionadas, incluso por las mismas acciones de los diputados opositores. Después de pasar largos meses rechazando la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) sobre el caso Amazonas, la Asamblea Nacional desincorporó a los diputados de Amazonas y acató la sentencia. El diputado Olivares declaró que este era un gesto de la intención de dialogar que tenía la oposición.

Aunque la oposición no tenía mucho margen de maniobra y se encontraba entre la espada y la pared, lo cierto es que las decisiones tomadas por la Asamblea Nacional muy probablemente serán discutidas en cualquier proceso de re-negociación de los convenios recientemente suscritos. Estos juicios podrían ser muy largos, complicados y hasta costosos para la nación, sin dejar a un lado que el rol de China, Rusia e India sería fundamental en un proceso de transición política en Venezuela.

Aún así, la Asamblea Nacional sigue siendo la institución venezolana que goza del mayor respaldo a nivel internacional y cuenta con el apoyo de la mayoría de los países del mundo democrático liberal. Desde este punto de vista, la AN está mucho mejor parada que el Ejecutivo, la Asamblea Nacional Constituyente, el Tribunal Supremo de Justicia -ambos grupos de magistrados-, etcétera. El grupo de magistrados en el exilio, aún cuando alguna vez tuvo cierta relevancia, la ha perdido de forma sostenida, sobre todo después de la desincorporación de Alejandro Rebolledo y Thomas Alzuru.

En el ámbito estratégico-militar, las cosas han cambiado mucho desde la década pasada. Poco a poco, Venezuela fue cambiando su estrategia táctica y se alineó con el bloque emergente. De manera oficial, el día 24 de abril del año 2005, Hugo Chávez anunció la suspensión de la cooperación militar conjunta entre Estados Unidos y Venezuel. Hasta entonces, Estados Unidos tuvo oficina militar permanente dentro de las instalaciones de Fuerte Tiuna, al sur de Caracas. Desde 2005, cualquier ejercicio militar conjunto entre Estados Unidos y Venezuela quedó tácitamente paralizado.

En esa ocasión, el embajador de Estados Unidos, William Brownfield, lamentó que Venezuela suspendiera el programa conjunto de cooperación militar, aunque aclaró que el país estaba en su derecho de tomar esa decisión. La medida no tomó por sorpresa a los militares y diplomáticos estadounidenses, que habían visto cómo el gobierno de Chávez se había vuelto cada vez más hostil. En 2004, un año antes de la suspensión de la cooperación militar con Estados Unidos, Hugo Chávez ya había anunciado un nuevo ordenamiento militar para el país caribeño y desalojó a una representación militar estadounidense de Fuerte Tiuna.

En términos militares y estratégicos, Venezuela se aisló de Estados Unidos y se comenzó a acercar al bloque de potencias emergentes. Ahora China, Rusia, Irán y otras potencias emergentes tienen importantes asesores militares en Venezuela. China ha instalado comandos de operación en bases militares venezolanas; entrena a militares venezolanos a través de convenios suscritos con Huawei y Norinco; financia laboratorios de inteligencia militar en universidades venezolanas, etcétera.

Por su parte, Rusia ha sido un importante proveedor de armamento para Venezuela. Las ventas de armamento ruso a Venezuela oscilan entre 4 mil y 12 mil millones de dólares, dependiendo de la fuente: si es el banco ruso venezolano Evrofinance Mosnarbank o el Instituto de Estudios Estratégicos de Estados Unidos. La Embajada de la Federación Rusa en Caracas tiene una sección de personal militar, en la cual destacan los siguientes funcionarios: Pavel Trofimov, Alexey Ovsyannikov and Andrey Zima.

En lo geopolítico, el gobierno de Venezuela se ha ganado la confianza de los rusos. Además de la Embajada de Rusia, Venezuela es uno de los pocos países que cuenta con una Embajada de Abjasia, Estado independiente de facto formado después de la Guerra de Osetia del Sur (2008). Diez años después del conflicto armado, todavía se discute la soberanía de Abjasia, que solo es reconocida por Nicaragua, Nauru, Siria, Rusia y Venezuela. Aunque Cuba y Bielorrusia han sido tradicionalmente aliadas de Rusia, estas no han reconocido plenamente a Abjasia. A raíz de esta situación, las relaciones entre Georgia y Venezuela son hostiles.

Ese acercamiento militar, económico y geopolítico de Venezuela con el bloque emergente le da un balance muy particular a su situación actual. En ese aspecto y otros más, el caso de Venezuela es muy distinto, por ejemplo, al de Panamá. Recordemos que, la cooperación de Panamá con la Unión Soviética fue, en realidad, muy limitada. Aunque Panamá se había acercado a Rusia en 1903, ambas se distanciaron después de la Segunda Guerra Mundial y la fundación de la Unión Soviética. Apenas en 1988 se vio una intención de acercamiento diplomático y comercial. Antes de que esta intención terminara de concretarse, Panamá fue intervenida por Estados Unidos.

A nivel internacional, se discute que en Venezuela existe presuntamente un Narcoestado. Aunque las acusaciones son cada vez más frecuentes, todavía no se ha visto que un juez federal de los Estados Unidos acuse de manera directa y formal a Nicolás Maduro por narcotráfico. Hasta los momentos, las informales acusaciones contra Venezuela nos recuerdan a las que se hicieron en contra de la Unión Soviética y Cuba a finales del siglo XX. Es necesario que el sistema judicial internacional siga adelante con las investigaciones y tome acciones contundentes.

Recordemos que, desde los años sesenta, las agencias de inteligencia militar sugirieron que Fidel Castro tenía una participación activa y directa en el negocio del narcotráfico, sin que este terminara siendo acusado por un juez estadounidense. En el caso de Panamá, sí hubo una acusación formal y directa en contra de Manuel Noriega, aproximadamente un año y medio antes de la intervención militar en diciembre de 1989. Dos jueces federales acusaron a Noriega por narcotráfico, lavado de dinero y otros cargos adicionales. El juicio empezó semanas más tarde de la intervención militar, después de que Noriega saliera de la Embajada del Vaticano en Panamá (la Nunciatura Apostólica) y lo trasladaran a territorio estadounidense.

Por diversas razones, más allá de las relaciones diplomáticas y militares, una intervención militar contra Venezuela es bastante complicada y costosa. Venezuela es 12 veces más grande que Panamá. Si comparamos a Venezuela con Irak, vemos que el país caribeño tiene el doble de extensión territorial. Según cálculos de Shannon O’Neil, como mínimo se necesitaría movilizar 100 mil soldados estadounidenses o aliados, en caso de una intervención. Si Estados Unidos brinda apoyo militar a la oposición venezolana, este seguramente será limitado. Si no se consigue gran apoyo táctico de parte de Estados Unidos, se corre el riesgo de repetir la experiencia de la intervención militar en Bahía de Cochinos (Cuba – 1961).

En este momento, los costos de intervenir a Venezuela sobrepasan los potenciales beneficios, sobre todo considerando que Venezuela no tiene alto tan valioso en términos estratégicos como el Canal de Panamá, esencial para el comercio entre la Costa Este y la Costa Oeste de los Estados Unidos. Desde tiempos de la Colonia, el istmo de Panamá, con su salida a dos océanos y al Mar Caribe, ha tenido una gran importancia estratégica. Aunque Venezuela tiene muchas riquezas naturales, lo que tiene se puede conseguir en otra parte. Estados Unidos, más allá de los intereses comerciales que puede tener en el sector petrolero venezolano, no depende de Venezuela. Si las mercancías estadounidenses no pasan por el canal de Panamá, los costos aumentarían considerablemente. No sucede lo mismo con Venezuela. 
Si bien las relaciones militares de Venezuela con las potencias emergentes no impiden que Occidente tome acciones contundentes contra el gobierno de Maduro, sí complican cualquier decisión de esta índole. No es que sea imposible, pero sí complicado. A finales de octubre, el almirante Kurt Tidd, entonces jefe del Comando Sur de Estados Unidos, dijo que la solución a la crisis en Venezuela era diplomática. Craig Faller, reemplazo del almirante Tidd, ha dicho que Estados Unidos no está preparando acciones militares directas en contra de Estados Unidos. “No hay presión interna para que Trump intervenga en la crisis de Venezuela”, dijo a principios de octubre Roberta Jacobson, diplomática y ex-analista de inteligencia del Departamento de Estado.

Por la complicada configuración de Venezuela en la geopolítica internacional, es difícil que la oposición tome el poder en Venezuela sin que exista, por lo menos hasta cierto punto, una negociación con el bloque emergente en Venezuela. Por los momentos, los países no alineados podrían preferir un cambio desde el chavismo, no solo por cuestiones de acercamiento y afinidad, sino porque además la oposición venezolana se encuentra muy dividida y fracturada. A pesar de las evidentes divisiones en el seno del chavismo, estos entienden que la unidad es necesaria para mantenerse en el poder.

En lo económico, la oposición venezolana le podría ofrecer alternativas interesantes a países del bloque emergente, como China, Rusia e India. Lógicamente, estos países no quieren perder el dinero que han invertido en Venezuela. Vistos los resultados obtenidos hasta ahora y priorizando la rentabilidad futura de sus inversiones en el país, estos países podrían negociar un cambio político. Recordemos que este el gran sostén militar, diplomático y financiero que tiene Venezuela a nivel internacional. Gracias a ellos, el gobierno de Maduro todavía tiene oxígeno.

Ellos saben que, para bien o para mal, muchas cosas cambiarán si la oposición llega al poder en Venezuela. Más que probable, es previsible que cualquiera de los grupos que integra la oposición venezolana tendrá relaciones más amistosas con Estados Unidos, en las distintas áreas de cooperación: desde lo económico hasta lo militar estratégico. Por lo menos en términos estratégicos, geopolíticos y militares, la permanencia del PSUV podría ser preferible para ellos. Otra opción es que surja una alternativa de cambio desde un sector del chavismo que se aleje de la nomenklatura.

Sin embargo, hay que recordar que el acercamiento de Venezuela con los países emergentes y/o no alineados no es una cosa nueva y exclusiva del chavismo. Una evidencia de ello fue la visita de Indira Ghandi en Venezuela, la cual inspiró la obra «Yo La Intransigente» de Sofía Ímber. Por supuesto, ese acercamiento era más tímido y limitado. Estados Unidos seguía siendo nuestro principal aliado estratégico, a pesar de algunos puntuales y aislados acercamientos con el bloque emergente.

Según Alexander Sevostyanov, asesor del banco ruso-venezolano Evrofinance Mosnarbank, las potencias emergentes buscan mantener una relación política bastante amistosa con Venezuela, en el escenario de un cambio político y una transición, más allá de proteger sus inversiones en el país caribeño. En el caso de Rusia, a esta le gustaría ver que Venezuela siga la ruta de países como Uruguay. ““Rusia puede negociar con la oposición de Venezuela, si esta lo decide y se gana la confianza de los rusos. Las opiniones en Rusia sobre la oposición venezolana pueden cambiar”, comenta Sevostyanov.

Para finalizar, los países emergentes tendrán un rol relevante en cualquier escenario de transición en Venezuela. Aunque la oposición venezolana entiende esto muy bien, este es un tema difícil para ella; primero por sus financistas internacionales y segundo, por la alineación del PSUV con estos grupos, que son los que todavía sostienen diplomática, financiera y geopolíticamente a Maduro. En cualquier escenario, ellos tienen mucho que ganar, y también, que perder. Aunque la oposición podría negociar una transición con el bloque de potencias emergentes que sostiene a Maduro, existe todavía una serie de obstáculos que complica ese camino. La situación venezolana, para bien o para mal, es bastante particular.

En política, es necesario actuar con prudencia. Por razones obvias, las declaraciones que amenazan la rentabilidad y la estabilidad las inversiones de las potencias emergentes en Venezuela, no son bien percibidas, sobre todo cuando la posibilidad de cambio política sigue siendo remota. Más allá de que en Venezuela gobierne Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Lorenzo Mendoza, María Corina Machado o Henrique Capriles, las potencias velan por sus intereses estratégicos y sus inversiones. Desde Estados Unidos hasta China, los países tienen intereses y no precisamente amigos. Más allá de la zona de confort, la oposición tiene la oportunidad de establecer algunas alianzas estratégicas que le permitan obtener el poder político en Venezuela. ¿Qué está esperando para aprovechar esa oportunidad?

Autor: Vicente Quintero @vicenquintero

Vicente Quintero es Licenciado en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas, con énfasis en el área política. También ha tomado cursos de cultura y política en la Universidad Politécnica Estatal de San Petersburgo (Rusia). Quintero es columnista de El Nacional Web (Venezuela), The Global World (España), WTC Radio (Venezuela), ProEconomia, American Herald Tribune (Estados Unidos) y La Trenza (México). En el año 2018, ha tenido la oportunidad de presentar sus obras de arte en el Museo Alejandro Otero (Fundación de los Museos Nacionales de Venezuela). A través del arte, Quintero expresa la realidad política y económica del mundo. Quintero domina cuatro idiomas: español, inglés, ruso y alemán.


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