Dos cambios han servido para que el Magallanes muestre nueva cara para la temporada 2018-2019. Probablemente no serán los únicos movimientos turcos, pues el alto mando ha hablado de seguir en el mercado. Pero la importancia de los dos pactos es haber remozado al aspecto más urgido para la nave.

Los turcos acaban de adquirir a Henderson Álvarez, junto con un joven prospecto del infield, José Gómez. Ahora cedieron al receptor Juan Apodaca y al inicialista Samir Duéñez, buena paga para los Tiburones. Como consecuencia, disponen de dos abridores venezolanos para una rotación que necesitaba refuerzos, más allá de lo que el propio Gómez pueda hacer en un futuro.

Los Navegantes saben que el veterano Yohan Pino, llegado antes de los Tigres, debe estar disponible sin restricciones. Álvarez se encuentra en una disyuntiva y es menos predecible: si recupera su estatus, será muy poco lo que le vean en el estadio José Bernardo Pérez; pero si continúa como en los últimos tiempos, dividiéndose entre las Menores, circuitos independientes y las Mayores, es altamente probable que vuelva a Venezuela, como ocurrió en esta justa.

La apuesta de los bucaneros pasa por allí. Se entiende entonces el ánimo de agregar un tercer brazo, para de ese modo contar con suficiente margen de error respecto al bigleaguer llegado de La Guaira. El resto de la rotación puede completarse con un par de importados y con esos pitchers de enorme talento y restricciones que año tras año van pasando por la cubierta de los filibusteros, valores insurgentes como Jesús Tinoco y Dedgar Jiménez en esta ocasión, así como antes Yohander Méndez, Henry Centeno, Jesús Zambrano, Eduardo Rodríguez o Antonio Senzatela, aves de paso, serpentineros que han hecho un puñado de inicios, antes de marcharse por disposición de sus organizaciones del norte.

El plan de la oficina está claro, en ese sentido. Un diseño así aguanta la eliminatoria y permite cubrir las faltas con el draft previo a los playoffs.

Perdieron a Apodaca, pero la abundancia detrás de plato lo permitía. El ejemplo estuvo en este torneo: Luis Torrens, en la primera mitad, y Jesús Sucre, hasta el final, cumplieron muy bien con la tarea de llevar los juegos, con caretas jóvenes como respaldo, tipo José Briceño o Ricardo Valencia.

También cedieron a Dueñez, a quien sonríe el porvenir. Pero el prometedor slugger no fue decisivo en sus dos zafras con los cabrialenses y terminó yéndose temprano otra vez, a instancias de Kansas City.

Su presencia en este pacto hace resaltar que también Ismael Guillón y Anthony Santander, embarcados a Aragua, fueron sujeto de restricciones importantes en estos meses. ¿Marca una nueva tendencia en Valencia? ¿Seguirán saliendo de los que han carecido de absoluta disponibilidad?

Una posibilidad desafortunada sería que Álvarez regresara al estrellato en la gran carpa y Duéñez perdiera su estatus de prospecto, convirtiéndose en una especie de Balbino Fuenmayor con los escualos. Son riesgos que acompañan a todos los cambios de peloteros. Pero no se puede negar la coherencia del Magallanes, al emprender el camino de resolver su mayor urgencia, aunque todavía tenga pendiente otro asunto crucial: la pérdida de poder que representa el retiro de Mario Lissón y las posibles ausencias de Adonis García y Jesús Valdez.

@IgnacioSerrano

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