Atrás quedó la época en que figuras como Doris Wells se ganaban la vida actuando en televisión o haciendo cine. Lejanos son los años en que los cantantes aparecían en programas en vivo los fines de semana o hacían giras de conciertos a nivel nacional.

En otra Venezuela los actores de televisión y de cine eran célebres por su trabajo y los titulares de la prensa hablaban de sus méritos. En el peor de los casos eran noticia por algún escarceo amoroso.

El tiempo en que la televisión y el cine hacían parte de una industria, que con todos sus defectos, funcionaba, hace mucho quedó en el olvido.

Hoy en día el escenario de lo que se llama “espectáculo nacional” cobra vida en las redes sociales y se ciñe a las diatribas entre actrices, actores, cantantes y afines. En Venezuela, la política ha invadido todos los espacios, incluido el mundo del entretenimiento.

Hace unos días la actriz de televisión Norkys Batista protagonizó una polémica en redes sociales con las consecuencias conocidas por todos.

En primer lugar, más allá de los gustos individuales, Norkys Batista tiene una trayectoria en el mundo de la televisión. Ha sido actriz de telenovelas y tiene años realizando producciones teatrales con éxito. Particularmente, no me interesa atacar a nadie, ni juzgar el modo en que las personas pueden expresarse. Cuando somos adultos tenemos la libertad de usar el vocabulario que creamos conveniente.

En segundo, el hecho en sí (la acusación de la que fue objeto y su airada respuesta) no debería tener para el público una mayor importancia. Sin embargo, este tipo de situaciones revelan los graves problemas por los que pasa el medio artístico venezolano.

El mundo del entretenimiento en Venezuela está en crisis. Son muchos los actores, cantantes, actrices, directores, productores y un largo etcétera que se han ido del país y lamentablemente los pocos que quedan, en ocasiones, más allá de que sigan o no trabajando, se separan (con o sin intención) de los que deberían ser sus objetivos fundamentales (su trabajo) para caer en el juego al que nos ha llevado la situación política nacional.

En los últimos años los que seguimos en Venezuela lo hemos visto: actores que dejaron de ser actores para convertirse en militantes activos y hasta candidatos a un sinfín de cargos públicos. Animadores que se olvidaron de las cámaras para suscribirse a un partido. Cantantes cuyos principales hits son la banda sonora de campañas presidenciales. Ni el Miss Venezuela se ha salvado del lodo que representa el juego sucio de la situación nacional.

El medio va de escándalo político en escándalo político, como aquel de hace unos meses por unos pasaportes. Todo parece contaminado y por ende todos se acusan entre sí.

El debate está centrado de forma activa o pasiva (como en este caso en que Norkys Batista se defendió de una acusación) en la política, la crisis nacional y el modo en que se sobrevive a ella. Peleas, acusaciones, insultos, así se encuentra el mundo del entretenimiento en Venezuela.

Con este panorama es natural sentir nostalgia por un pasado, que al parecer, no volverá. Al menos no por ahora. Llegará un momento en que todo lo que ha ocurrido será analizado y debamos fijar la atención en la reconstrucción. Veremos esos tiempos, espero en Dios que será así.


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