La primera vez que me enfrenté al gobierno de Chávez fue en el 2007, cuando quiso reformar nuestra Constitución. Esa batalla la ganamos. Esa lucha significó la debacle de un discurso populista que no era más que eso: un discurso.

Yo nací en Fechas Patrias, un barrio de Petare. Por eso mi gran bandera es la lucha social: brindar educación, generar ciudadanía, respeto, salud, oportunidades reales. Lograr que el lugar donde nacemos no determine el futuro que vamos a vivir. Que nuestro destino sea determinado por nuestras decisiones y esfuerzo.

Este régimen utiliza una narrativa de izquierda, pero ha hecho rico solo a 1% de la población, mientras todo un país fenece en la miseria, la penuria, la desidia. Habla de la protección a un pueblo que nunca ha protegido.

Hoy simplificamos la izquierda diciendo que es sinónimo de comunismo, chavismo, destrucción y antidemocracia. Por otra parte, simplificamos la derecha diciendo que es igual al liberalismo, capitalismo salvaje o explotación. Pero la discusión es mucho más profunda: el problema de este país no es de afiliación a derechas o izquierdas. El reto en nuestro país es conseguir espacios de centro, capaces de recoger de las posturas ideológicas lo verdaderamente útil, a fin de construir un esquema de equilibrios entre lo social y lo económico.

Creo en la justicia social. No en el marxismo-leninismo. Creo en valores vivos. No en recetas muertas. En la tolerancia, en el respeto de los roles: el que es político es político y el que es empresario es empresario, entendiendo que cada rol es corresponsal del otro. Creo que los cambios sociales deben estar dirigidos a garantizar el crecimiento de todos. Que un chamo de una zona popular debe tener las mismas oportunidades que uno de clase media, sin el pensamiento extremo de empobrecer al otro para lograrlo. Creo en el fomento de una educación pública de calidad que sea funcional para toda la comunidad.

No es cierto que todo aquel que es de izquierda defiende el control absoluto del Estado sobre la economía y que toda derecha está basada en un capitalismo extremo. Hay puntos medios, puntos de consensos que son los que hoy en día no se ven. Una persona de centro izquierda puede promover el mercado y la propiedad privada, con un Estado que garantice los servicios básicos a la población.

Muchas veces la discusión nos lleva a ofender, a catalogar y a estereotipar al otro, porque solo registramos los extremos de los dos bandos. Y es que nos quedamos con el lenguaje de una dictadura que lleva la bandera social solo de disfraz, que dice proteger al pueblo, pero ese pueblo hoy padece las consecuencias de una Emergencia Humanitaria Compleja.

Desde la Asamblea Nacional hemos logrado un consenso. Hemos propuesto el Plan País, el cual aspira a que el petróleo sea un recurso para la diversificación de la economía y brinde herramientas a quienes menos las tienen. El Plan País concibe al Estado como un agente que garantiza el progreso y el desarrollo social de toda la nación.

Yo he trabajado durante años por el cambio de Venezuela. Entiendo la política como una forma de servicio, vocación y compromiso con la gente y con un ideal. Sueño con ese país donde enfermarse e ir al hospital no tenga que ser un trauma. Donde los padres puedan mantener a sus chamos en los colegios. Donde puedan reencontrarse todos los que se han ido. Un país que garantice un salario competitivo porque refleja el esfuerzo y compromiso laboral, y donde el emprendimiento privado y la inversión pública se orienten al desarrollo de un horizonte colectivo.

Estas razones me han llevado a ser quien soy y a tener plena convicción de por qué lucho. Mientras más aislado y derrotado está este régimen, más fomenta el odio, la desesperanza y la discusión absurda. Yo decidí no tomar ese camino y sé que los venezolanos decidimos cambiar, decidimos creer en nuestra gente, levantarnos, alzar la voz y pelear por el país que soñamos y merecemos.


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