Antes de Gleyber Torres hubo otros. Pero algo ha cambiado en el Bronx.

Torres no es el primer venezolano con estatus estelar entre los prospectos de los Yanquis. Juan Rivera estuvo muy bien considerado por los bomberderos, cuando fue subido en 2001, y Dioner Navarro era el prospecto número uno de los neoyorquinos en 2004, cuando dio el salto.

Ninguno estuvo mucho tiempo con la organización. Igual que ocurrió hace relativamente poco con Ramón Flores, otra promesa que recibió consideración en las publicaciones especializadas, fueron utilizados como piezas de cambio para adquirir peloteros formados.

Es notable el giro de la organización con más coronas de Serie Mundial y más seguidores en el mundo.

Rivera apenas fue a batear 280 veces con el club que le dio su primera oportunidad, antes de pasar a los Expos y eventualmente convertirse en figura de los Ángeles. Navarro únicamente consumió siete apariciones legales y fue embarcado a los Dodgers, primera de varias paradas en su carrera. Flores disputó 12 encuentros con el clásico uniforme a rayas, para luego iniciar el periplo que le ha llevado a Milwaukee y Anaheim.

Ninguno pudo refrendar las expectativas que generó la prensa de Nueva York. De hecho, a comienzos de este siglo existía una conseja que hablaba soto voce sobre la debatible sobredimensión del sistema de Ligas Menores de ambos clubes en la Gran Manzana.

Ni siquiera Jesús Montero consiguió consolidar lo que scouts y ejecutivos pensaban de él. Llegó a ser el tercer mejor prospecto del beisbol en 2011 para Baseball America y el número uno en su novena, antes de pasar a los Marineros y sufrir los altibajos que le condujeron a México.

¿Alguien puede recordar algún legítimo prospecto que los Yanquis hayan forjado por mano propia, después de aquella brillante generación que les dio su última dinastía? Fueron aves solitarias: Alfonso Soriano, Robinson Canó… muy pocos en 15 años.

Eso es lo que ha cambiado drásticamente. El gerente general Brian Cashman, bajo la inspiración de Hank y Hal Steinbrenner, ha rediseñado la novena de tal modo, que hoy su base tiene pedigrí “yanquista” y acaba de recibir nota alta en el conteo anual de MLB Pipeline, el sitio de MLB.com especializado en los más prometedores reclutas.

Cashman ha seguido apelando al mercado de cambios (Didi Gregorius, Sonny Gray, David Robertson y últimamente Giancarlo Stanton y Brandon Drury). No ha renunciado a firmar agentes libres (Aroldis Chapman, Masahiro Tanaka y CC Sabathia, los más notables entre quienes se mantienen), pero sin desbocarse como ocurría con el impetuoso George Steinbrenner.

El sistema de Ligas Menores de los mulos es uno de los mejores del beisbol, a pesar de haber graduado ya a Gary Sánchez, Greg Bird, Aaron Judge y varios buenos relevistas, y aunque entregaron oro para hacerse de Gray, Stanton y compañía.

Aquellos Yanquis de 1996-2000 se parecían mucho a estos, porque construyeron un imperio alrededor de peloteros propios, con Derek Jeter, Mariano Rivera, Jorge Posada, Andy Pettitte y Bernie Williams al frente.

Miguel Andújar, Estevan Florial, Justus Sheffield y Albert Abreu prometen ser parte del futuro inmediato junto con Torres, ese joven que parece predestinado a cumplir el sueño que sus compatriotas no pudieron concretar.

@IgnacioSerrano

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