El fin de semana vi la más reciente película de Román Polanski: Basada en hechos reales (2018) protagonizada por Emmanuelle Seigner y Eva Green.  

El film  es un ejemplo perfecto de cómo en ocasiones, el cine de autor puede estar tan lleno de lugares comunes como cualquier película de la saga Rápido y furioso.

Supongo que después de los 80 años y un sinfín de largometrajes geniales, se le puede perdonar a Polanski que se repita y que utilice temas cliché (bloqueo del escritor, admiradora obsesionada, el arte como una forma de sufrimiento) en su más reciente cinta que además (o quizás precisamente porque relata obviedades) aburre profundamente.

Habrá que perdonarlo porque después de todo, no es el único director brillante que ha hecho películas usando fórmulas repetitivas.

Muchas veces se cuestiona el cine denominado “comercial” porque no es innovador, no rompe esquemas y usa motivos efectistas para atrapar al gran público.

No obstante, esto sucede también en otro tipo de obras realizadas por directores que han sido catalogados como auténticos artistas.

Le pasó a Giuseppe Tornatore en La correspondencia, una versión densa de la cinta hollywoodense P.S. I Love You (2007) dirigida por Richard LaGravenese.

La película está construida en base a premisas que pretenden ser complejas, diálogos grandilocuentes y escenas forzadamente románticas para exponer el amor de los protagonistas: Olga Kurylenko y Jeremy Irons. Sin embargo, no convence porque ni sus situaciones, ni los personajes son verosímiles.

La cinta quiere ser romántica y dramática al mismo tiempo y acaba pareciendo una telenovela mexicana dirigida por un director europeo.

Algo similar le sucede también al genial Woody Allen en su película de 2012 De Roma con amor, un pastiche bien intencionado con motivos repetidos.

La cinta posee arquetipos que reconoces desde la primera toma y refleja situaciones que el propio Allen ya ha filmado un sinfín de veces.

Y es que ni las cintas denominadas “de arte” son en líneas generales innovadoras ni las llamadas “comerciales” son en su totalidad adefesios obvios.

He visto películas que sin pretender exponer grandes temas ni innovar o transgredir ningún género, logran elevarse por encima de su sencillez generando un conjunto que nos regala una obra apreciable.

Así también, he tropezado con cintas que se venden como “auténticas obras de arte” que son un cúmulo de motivos repetidos y forzados.

Películas que no transmiten nada.

¿Alguien recuerda “Irreversible” de Gaspar Noé? Otro ejemplo perfecto de “arte” cuestionable.

Tengo muy presente una cinta de Garry Marshall protagonizada por Julia Roberts y Richard Gere: Novia fugitiva (1999). A pesar de ser una película simple, sin pretensiones aparentes, impacta porque es auténtica. Además entretiene y cuenta una historia que genera interés.

Me gusta el cine que conmueve, que genera una emoción, creo que es lo más importante a tomar en cuenta a la hora de juzgar una película, sea o no de arte, sea o no comercial.


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