No todo agente libre es dueño de su destino. Los hay quienes dependen de terceros, de la decisión de un gerente dispuesto a correr el riesgo de apostar por una estrella en decadencia, por un nombre importante que viene de una mala racha, por un jugador en horas bajas.

Ahí está el caso de Francisco Rodríguez. Hace 12 meses era indiscutible. Tenía 34 años de edad, venía de una sólida cosecha de 44 juegos salvados con 3.24 de efectividad y nada hacía pensar que su puesto estaba en discusión.

La vida de los relevistas, claro, es un albur. El Kid nos tenía malacostumbrados, luego de 15 consistentes campañas, pero abundan los casos de aves peregrinas, firmes cerrojos que poco tiempo después se convirtieron en piezas prescindibles. Ocurrió con Kelvim Escobar y Jorge Julio Tapia, con Edward Mujica y más recientemente Jeanmar Gómez. Prácticamente todos los taponeros de Venezuela en las Grandes Ligas han pasado por algo similar, más temprano que tarde.

Rodríguez era un caso inusual. Por eso se dio el lujo de ser el pitcher más joven en llegar a 150 salvados, y a 200, y a 250, y a 300, y a 350, y a 400.

Casos como los de Lee Smith, Trevor Hoffman y Mariano Rivera son realmente especiales. Las estadísticas demuestran que es más común ser jardinero, infielder titular o abridor en una rotación, que monticulista del noveno episodio.

Rodríguez no llega a este final de calendario como el viejo guerrero capaz de ayudar a un competidor. Puede que todavía sea eso, pero su estatus como agente libre dice otra cosa. Hace rato que su recta no sobrepasa las 91 millas por hora. Eso no importaba cuando todavía era capaz de rescatar 40 encuentros y su fama le mantenía entre los bomberos más notables de los últimos 25 años. Ahora es diferente.

No ha habido rumores ni versiones de prensa sobre el caraqueño. Es posible que termine consiguiendo equipo, pero hasta ahora no hay interesados, mucho menos escuadras que le busquen como cerrador.

Detroit le dejó en libertad, luego Washington. Sus números globales en 2017 son discretos. No tiene rescates ni buena efectividad. Sus números periféricos tampoco hablan a su favor. Además de disminuir la velocidad, permitió más hits, entregó más boletos y ponchó a menos oponentes por cada nueve innings. Peor todavía, recibió más jonrones que nunca, una señal de alarma que quizás ahuyente a muchos compradores.

¿Significa que está terminada la carrera de Rodríguez? No necesariamente. Ha habido casos de relevistas que reconstruyen su carrera después de sequías o lesiones. Él viene de un solo torneo malo, uno, como ya antes le ha ocurrido. Si supo conjurar aquellos malos augurios, ¿por qué temer hoy?

Hay diferencias, claro, y allí está el desafío que afronta el Kid. Nunca más será un pitcher de 93-94 millas por hora. Es difícil ocultar el natural desgaste que representa aparecer en casi 1.000 juegos desde 2002, sin contar postemporadas, ligas menores y Venezuela. Sus herramientas no son las mismas y, lo que es peor, tampoco lo es su reputación.

Quien le ofrezca contrato lo hará pensando posiblemente en conseguir un tirador para el séptimo o el octavo tramo, alguien con experiencia que pueda completar un bullpen. Ese es el filón que podría aprovechar, para tratar de recuperar su estatus. Pero todavía no hay noticias. Esperemos.

@IgnacioSerrano

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