Bastaron solo dieciséis años para que el desgobierno lograra lo que hasta hace poco estaba fuera de la imaginación de cualquier mortal; y es que en tan solo tres lustros convirtieron a nuestra joya de la corona en un montón de chatarra inservible, insegura e improductiva, donde siguiendo la secuencia del Rey Midas al revés, lo que era oro puro y sólido, como la infraestructura de la industria petrolera venezolana, lo convirtieron en escombros que solo encajan en las más retorcidas visiones apocalípticas.

Pasar de una producción diaria de poco más de tres millones de barriles de petróleo a “poco más de un millón”, en un país que como Venezuela depende de la renta del oro negro, solo es posible con la perfecta y sincronizada ejecución de un manejo que combine irresponsabilidad, negligencia, corrupción desmedida e ignorancia en el manejo del negocio. Y ese coctel, esa mezcla, en un país donde dicha producción está bajo el férreo y estricto control del Poder Ejecutivo, solo es posible con la venia de quien lo controla, y por ello es que principalmente allí es donde reside y recae la entera y absoluta responsabilidad de la debacle.

Al modelo destructivo sin embargo no le bastó PDVSA, y cual agujero negro devorador de materia, avanzó en su marcha erosiva hacia otros escenarios más frágiles, y he allí como hoy por ejemplo, la red eléctrica nacional está en condiciones inferiores al límite de la precariedad; o la infraestructura de telecomunicaciones, donde algo tan esencial como el acceso y la velocidad de navegación en la red como elemento fundamental para el desarrollo, es casi una utopía; y ni hablar de la infraestructura de nuestras ciudades y pueblos, más vulnerables que nunca gracias a la indiferencia; y así podríamos ir, con ejemplo tras ejemplo, hasta quedar agotados y perplejos ante tanta desidia, incapacidad, negligencia e ineficiencia en los más diversos ámbitos que afectan nuestro entorno. 

Pero el modelo de destrucción no se detiene en la infraestructura, que es evidente, pues ahora se ha posado y ensañado cual marabunta, en devastar y pulverizar las conquistas históricas del trabajador venezolano, luego de que con el #Madurazo se igualaran hacia abajo y se borraran de un plumazo todas las escalas y tabuladores salariales que dan sentido y propósito al mérito, al esfuerzo, a la dedicación, al tiempo de servicio, la preparación, la excelencia y en fin, a algo tan elemental para el avance y el progreso de una nación, como lo es el deseo de superación individual, que al final del día es el combustible de la motivación. Por suerte, ante lo malo, se asoma entonces el despertar del pueblo trabajador que frente al espejismo de los 1.800 mensuales, hoy se confronta con la realidad de que ese aumento es menos que sal y agua, pues en menos de lo que canta un gallo aterrizó nuevamente en el despreciable record de estar por debajo del equivalente a un dólar diario, es decir, por debajo del umbral de pobreza extrema reconocido internacionalmente. Así las cosas, el desgobierno del “Presidente Obrero” logró otro imposible, cuando vemos que la clase obrera rechaza por inconveniente y destructor, un aumento salarial del CINCO MIL NOVECIENTOS POR CIENTO, pues semejante irresponsabilidad solo se ha traducido una hiperinflación voraz que no solo se tragó semejante incremento, sino que peor aún, no importa cuantos años tengas trabajando, ahora mismo quien recién comienza y con una responsabilidad y capacitación menor, tiene un ingreso idéntico al de mayor antigüedad, responsabilidad y formación. 

Como vemos, los imposibles del desgobierno están todos vinculados a lo negativo, a la devastación y el arrase, ante lo cual los ciudadanos estamos obligados a avanzar y alcanzar lo que para muchos parece ahora mismo otro imposible, que es el cambio político, el cambio del modelo que no es otra cosa que un accidente histórico para Venezuela. Hacer posible lo que hoy luce imposible para quienes anhelamos un mejor país, está a la vuelta de la esquina, y así como luego de la tormenta llega la calma, nos espera un renacer prometedor, eso si, no sin antes desplegar nuestro mayor sacrificio, esfuerzo y compromiso ciudadano.      

Cástor González
Abogado
Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-
@castorgonzalez


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