La cuenta regresiva sigue sin parar y estamos a la víspera de un año nuevo, de nuevos horizontes y nuevas metas. Nuestra mente está ligeramente contenta por algunos logros conquistados pero, nuestro corazón anhela más. Es la espera de una etapa en la cual se llenará de más sacrificio, de mucho esfuerzo, de lágrimas y sangre, de convicciones e ideales inamovibles pero, nuestra gente quiere más. La agonía no ha desaparecido, debemos estar a la altura para poder erradicarla.

Ha sido una travesía difícil, tumultuosa, de turbulencias, de bajos muy bajos y de altos un tanto altos, de despedidas por doquier pero, el resultado aún lo seguimos esperando. ¿Qué habremos hecho en el pasado para tener esta situación en el presente?, ¿Somos meritorios de un país distinto o tenemos el país que nos merecemos? El silencio abruma, entre pensamientos lacrimógenos y sentimientos de culpa y la respuesta no llega.

Nos volveremos a enfrentar a un país más dividido entre unos y otros, estaremos nuevamente de frente con rostros llenos de lágrimas por no conseguir algo en un anaquel, volveremos a adentrarnos en el salvaje Serengueti criollo que está aún más criminal y más sanguinario, nos toca afrontar, con heridas y gallardía, las terribles decisiones de unos pocos que no aprovecharon la oportunidad y no supieron conducir el timón del barco. Nos toca, nuevamente por vía celestial o del destino, reconstruir a «el mejor país del mundo» que hoy se encuentra por el subsuelo. Ya hoy decirlo es mera retórica porque Venezuela, está en terapia intensiva.

El nuevo año no es borrón y cuenta nueva ni mucho menos el tan esperado «10» es una fecha mágica en la cual descenderá Zeus del Olimpo y arreglará el desastre venezolano. Debemos tener claridad, verdadera claridad para decirle a nuestros pares que es lo que hay que hacer y el porqué lo vamos hacer. Sin ataduras, sin discursos fantasiosos, sin matices ilusionistas que lo único que hacen es alejar el apoyo de nuestra gente ya que en Venezuela existe un abismal vacío de representatividad verdadera ante el clamor Nacional.

Ahora, nuevamente nos enfrentamos con todos los hierros a la carencia de intelectualidad sobresaliente, a un país huérfano en esencia y ser, a la falta de personajes a la altura de las circunstancias históricas, a la falta de estrategias sensatas, al olvido de los valores y la ética, a esa mediocridad absurda pero dominante, a las «maniobras» de partidos en vez de consenso nacional, a la imagen de miseria y desolación, campo rico para un puñado de demagogos que, su único negocio consiste en vender un barato optimismo a su clientela. El ya entrante año se vislumbra igual a los anteriores si no se corrige el problema de fondo y forma.

Aunque luzca aterrador, espeluznante y una nueva escena de «Mad Max» a la criolla, la esperanza está a flor de piel y la renovación nacional llegará. Llegará el momento en el cual demostraremos una vez más que somos esa luz en el túnel de la vida, que somos diferentes ante la indiferencia, que somos más los que queremos trascender a aquéllos que tienen sed insaciable de ambición, que sí podemos transformar el país y darle el viraje hacia el puerto que merecemos, que el mito latinoamericano del «Mesías» ya es pasado y que es hora de reconstruir la unidad sólida y verdadera.

Existe una frase, de un filósofo oriental que dijo que «la esperanza no es ni realidad ni quimera. Es como los caminos de la Tierra: sobre la Tierra no había caminos; han sido hechos por el gran número de caminantes..» Y nosotros, los venezolanos de pura cepa, los que llevamos el tricolor tatuado entre pecho y espalda, somos grandes caminantes. ¡Es hora de caminar!


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