Yonny Chirinos estaba en medio de una faena sin hits ni carreras, el lunes. ¿A quién se le ocurre sacarlo de la lomita, cuando tan solo había hecho 69 lanzamientos?

La pregunta impaciente circuló entre amigos y en las redes sociales, y todavía ofrece tela para cortar.

En el beisbol hay dos anatemas relacionados con esto de los encuentros sin imparables y ambos son tan debatibles como todo en el deporte de los diamantes, como todo en la vida real: está prohibido hacer referencias en vivo sobre una joya de este tipo, mientras el lanzador esté en plena actuación, y es ofensivo quitarle la pelota al pitcher que está a punto de hacer historia, sin darle el chance de completarla.

Algunos reporteros en la Bahía de Tampa bromean con lo primero y sugieren que el manager Kevin Cash se llevó a Chirinos a las duchas porque nadie le informó lo que estaba pasando. Claro, porque está prohibido hablar de un no-hitter, porque es pavoso. De hecho, el propio piloto pareció reforzar esa idea, al declarar cándidamente que probablemente el lanzador zuliano se enteró de lo que hacía cuando los aficionados empezaron a abuchear el primer hit de la jornada, conectado ante Oliver Drake, al inning siguiente de dejar la loma el nativo de Bachaquero.

Lo segundo es muy discutible. Hubiera sido muy triste que Johan Santana no completara el primer y hasta ahora único no-no en la historia de los Mets, es verdad. Pero más triste ha sido no verle en el morrito durante todos estos años, luego de hacer 134 pitcheos por única vez en su vida, recién operado de la cápsula del hombro izquierdo. Aquel esfuerzo sobrehumano valió la celebración y muy probablemente forzó su condición física a un extremo que le llevó de nuevo a la lista de lesionados, semanas después, y eventualmente al quirófano y al retiro.

No hay pruebas de que Santana se lastimó por culpa de esa exigencia. Más importante todavía, no hay pruebas de que esa exigencia no haya sido lo que le sacó de las Grandes Ligas definitivamente, así como tampoco hay pruebas de que Chirinos iba a completar la hazaña con otros cuatro actos mágicos más.

Cuatro episodios es demasiado. Cualquier cosa podía ocurrir allí. Por eso, es osado cuestionar los argumentos del manager Kevin Cash, especialmente sin escucharlos ni sopesarlos.

Cash cree que ir más allá de los 70 pitcheos era arriesgar la salud de su pupilo. Tenía casi 1 mes sin llegar a 70 lanzamientos. Suena un poco exagerado, aunque es racional creer que, a ese ritmo, igual Chirinos no iba a poder pasar del séptimo pasaje. Sumaba ya muchos lanzamientos. Igual sería necesario relevarlo con 110 o 120 envíos. Lo que nos lleva al otro argumento, el más pragmático.

Los Rays han ganado desde 2018 por aplicar un esquema revolucionario en el manejo del pitcheo. No tienen ases, más que Blake Snell. No tienen estrellas millonarias en el lineup. No tienen un cerrador consagrado. Salieron de casi todas sus figuras antes de la justa pasada, porque no tenían presupuesto, y ganaron 90 juegos. Para más, actualmente disputan el primer lugar de su división con los equipos más ricos del beisbol. ¿Vale la pena arriesgar ese plan, la posibilidad de entrar a los playoffs, pensando en una línea en el libro de récords?

Cash cree que no y los periodistas que siguen a los acuáticos están de acuerdo. Cuesta porfiarle al estratega, que con tan poco ha hecho tanto, precisamente porque aplica un libreto impecable, basado en el nuevo análisis, y no hay modo de asegurar que una derrota hoy o una lesión inesperada no le costarían su lugar en la postemporada.

Pero allí está el otro problema: para algunos, el timonel de los floridanos es un sacrilegio, porque apuesta a la sabermetría por encima de la historia. Y aunque sea cierto, la propia historia desmiente ese argumento. En casi 90 oportunidades, lo prueba Baseball Reference, un monticulista ha tirado cinco o más entradas sin hits, siendo relevado, y la mayoría sucedió antes de reinar la sabermetría. De hecho, los dos casos previos con venezolanos datan de esos tiempos: el de Luis Leal, en 1983, y el de Tony Armas, en 2004.

A algunos no les gustan los nuevos tiempos. Hubo columnistas que escribieron en los diarios de Caracas criticando la aparición de los automóviles, alertando sobre supuestos peligros y la posible y triste desaparición de los carros tirados por caballos.

A este columnista, en cambio, sí le gustan los cambios, la imaginación, el uso de la inteligencia para resolver problemas de forma novedosa. El beisbol de hoy permite que un equipo como los Rays compita y emocione. Ahora vemos managers que usan un abridor zurdo y lo relevan en el segundo inning con un derecho, para desesperación del piloto rival, que llenó de derechos su alineación. Y cuando eso pasa, imaginamos a Pompeyo Davalillo riendo de gusto en algún lugar del cielo.

@IgnacioSerrano

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