Por @miguelsogbi

Venezuela está nuevamente en un momento crucial. La desesperanza que estaba tan bien instalada en la psique de los venezolanos, pareció desaparecer el pasado 10 de enero, ante la actuación de la Asamblea Nacional representada en su nuevo presidente, el joven diputado Juan Guaidó, en el marco previo de la juramentación para un nuevo periodo de Nicolás Maduro.

La política está llena de imposibles, que se hacen posibles. La llama está encendida, tenue para algunos, fulgurante para otros, en un entorno en el que cada quien revive las posibilidades de una nueva Venezuela en las medidas de sus posibilidades personales. Unos más, unos menos, todos sabemos que está pasando algo y el gobierno también lo sabe.

¿Qué significa esto ? Todo dependerá de los próximos eventos y nadie deberá hacerse la ilusión de que algo trascendental va a ocurrir, sino más bien trabajar por ello.

En la política, la comunicación es el ingrediente que da el toque mágico y eso lo saben muy bien en la élite gobernante donde la practican con disciplina vertical, al punto que el ministro de comunicación, es la mano derecha de Maduro.

En la oposición al contrario, no hay disciplina al respecto y pareciera que sus líderes no se han percatado que esa es la herida por donde sangran y la pierna con la que renquean.

El pasado viernes 11 de enero, en el cabildo abierto hubo improvisaciones en un momento crucial que no daba espacio para ello y se generó lo que en comunicación estratégica denominamos gaps o ventanas, que no es más que espacios abiertos entre lo dicho y lo hecho.

El discurso de Juan Guaidó, a quien apoyo, no porque lo conozco, sino porque es el diputado de una Asamblea Nacional que yo contribuí a elegir como ciudadano con mi voto, debió ser escrito y el mensaje más claro. Políticos llenos de elocuencia como Barack Obama, leen en  momentos determinantes, no porque no sean elocuentes o carismáticos, sino porque hay situaciones que no permiten improvisaciones de ningún tipo.

Guaidó, no es elocuente, ni tiene por qué serlo. Su gracia es otra. La de la frescura, la juventud, la del capital político intacto. Representa la esperanza y por ahora, su desgaste es cero.

En el cabildo, el mensaje no fue suficientemente claro. Su partido emitió un comunicado, siendo este el rol de la institución, es decir la Asamblea Nacional, que también publicó uno que hubo que corregir, generando así, ambigüedad, dudas y desconcierto,

Así, al terminar sus palabras, de lo que se hablaba en el país, era si Guaidó era presidente o no, en vez de posicionarse el tema de la asistencia masiva a la marcha, el quiebre del estamento militar, la amnistía necesaria para generar esa ruptura o la comprensión del momento político por parte de los ciudadanos.

Dado lo trascendental del momento, el error luce imperdonable. En comunicación se planifica, no se improvisa, sin importar cuán poco tiempo se tenga disponible. Se trabaja desde lo racional, para mover lo emocional, muy especialmente en política y en manejo de crisis. Ambas situaciones confluyen aquí.

Mientras la oposición radical está desconcertada, la moderada, como en el fútbol, está buscando generar la jugada. En esta estrategia un gol es un quiebre en las fuerzas armadas, un gol es un pueblo en la calle y lleno de esperanza, un gol es el mundo occidental apoyando un cambio en Venezuela.

El 23 de enero es un driver, una acción, que desde el gobierno harán todo para impedir.. Si se logra, el mensaje debe ser contundente y todos los actores deberán tener claros  sus escenarios para el día después.

La política, es el tiempo y la oportunidad, y hoy nuevamente ha llegado. No la malgastemos y procuremos que no se desgaste la esperanza, ni el hombre que la representa.


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