Hace 20 años empezó el festín de la corrupción. Sí, Venezuela ha sufrido un desfalco continuado y sistemático que se extiende por dos décadas. 

Alrededor de la mesa del poder se han sentado una camarilla de arribistas que con el mote de revolucionarios han hecho un permanente agosto con los recursos del Estado venezolano. 

Al banquete de la corrupción han servido los platillos de una Pdvsa productiva para solo dejar el despojo de una empresa que fue la envidia del mundo y que hoy se encuentra a un tilín de la paralización total. 

La alimentación de los venezolanos se volvió otro negocio para los trúhanes de cuello rojo. Expropiaron fincas productivas, le arrebataron las empresas procesadoras de alimentos a sus legítimos dueños para instaurar una economía de puertos donde los socios de los enchufados compraban la comida en el exterior para revenderla en el país. 

De aquí es la génesis de los famosos Mexi-Clap, que desató una investigación por parte de las autoridades mejicanas, por la comercialización de alimentos en mal estado y con sobreprecio que fueron vendidos al Gobierno venezolano.

Además, los nexos con el narcotráfico que se pusieron en evidencias con la captura por parte de la DEA de dos familiares de Nicolás Maduro, los cuales están convictos y confesos. Ambos admitieron que eran parte de una red de tráfico de estupefacientes. 

Odebrech tiene sus tentáculos metidos hasta la médula en la entrega de contratos dados por Hugo Chávez y por Nicolás Maduro, y ni hablar de los convenios económicos que el Estado ha entablado con los chinos los cuales siempre han dejado a uno que otro nuevo rico en el camino. 

Todo aunado a los escándalos como el del denominado Zar de la Faja Petrolífera, y la venta ilegal de barriles de petróleo en el mercado negro, y sin olvidarnos que la comercialización de divisas en mercados paralelos, que solo han beneficiado a aquellos que tienen acceso a los dólares preferenciales, podemos determinar que esto llamado socialismo se constituyó en una mafia sin precedentes en el continente.

La corrupción se sirvió con todos los ingredientes, control del manejo de las dividas, tráfico de toda índole, contrabando legalizado, la adquisición de los bancos, la rapiña de todos los recursos minerales del país: petróleo, oro, diamantes, bauxita y más. 

Se hicieron de los medios de comunicación para que la verdad no se supiera, se compraron a una parte de los partidos políticos del país para hacerse una oposición a su medida, sobornada y silenciada, tanto por el dinero como por la represión. 

Se hicieron de líderes de opinión e influenciadores en las Redes Sociales, estructuraron todo un tinglado de desfachatez que ruborizaría a los peores criminales de los anales de la Historia Universal. 

Cuando leemos las páginas redactada por los historiadores mundo, nos encontramos que son varios los aspectos que debemos sopesar; vemos a dictadores o autócratas  que fueron crueles con sus pueblos y relativamente inmorales en la administración de los bienes públicos, otros que fueron ladrones y dejaron a sus países en la quiebra, pero pocos reúnen todos los condicionados para ser reyes de la tiranía y del pillaje y entre ellos podemos enunciar a  Nicolás Maduro y su gente. 

Sí, el régimen venezolano puede ser calificado como el más corrupto de la historia no solo de América sino del mundo. Las pruebas están allí, las podemos ver, y los resultados son más tangibles aún porque se miden en estómagos vacíos, en muertes de los enfermos que no consiguen medicamentos y en el número de venezolanos que han huido buscando un futuro mejor en otras naciones.


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