“Es un sueño hecho realidad”. Así resumió Gleyber Torres su llamado a las Grandes Ligas con los Yanquis de Nueva York. Este lunes se cumplió exactamente un mes allí, y lo que ha ocurrido a partir de entonces ha sido ciertamente de ensueño.

El infielder caraqueño no solamente se ha consolidado como jugador de todos los días en el Bronx, un privilegio que muy pocos venezolanos han disfrutado; acaso Álvaro Espinoza, hace más de dos décadas, y Miguel Cairo, después.

Para jugar a diario con los bombarderos hace falta ser figura indiscutible, mucho más en estos tiempos en los que la histórica
organización mezcla un presupuesto generoso, grandes ambiciones y un renovado ojo para la detección y el desarrollo de talentos emergentes.

Torres es uno de esos talentos juveniles, el real y medio que le quedó a la organización después de arrendar a los Cachorros de Chicago a su cerrador Aroldis Chapman durante cuatro meses, tras lo cual el cubano regresó a la Gran Manzana y a su viejo rol. En aquel cambio de julio —en un raro momento en el que los Yanquis fueron vendedores y no compradores— comenzó la historia que esta semana, oficialmente, cumplió su primer mes.

El capitalino se adaptó rápidamente a una nueva posición, la segunda base, y a una ciudad atemorizante para la mayoría de los atletas, en un parque que, además, cuenta con los aficionados más devotos y, en ocasiones, hostiles, al menos según es fama.

Ocho turnos tardó Torres en conseguir su primer hit. Dos semanas para empezar a largar extrabases con la frecuencia esperada. Su primer cuadrangular voló el 5 de mayo y desde entonces, hasta el momento de escribir estas líneas, sumaba 6 en un antiamén.

“Hoy también es Gleyber Day”, grita jubiloso el narrador de la cadena YES cada vez que el criollo larga un tablazo laberíntico o ecide un encuentro con sus batazos. El cántico que lo recibió el primer día en las tribunas es costumbre ahora. Su nombre está en los labios de la fanaticada, así como sus conexiones llenan varias casillas por día en cada boxscore.

Torres parece un predestinado, por su aplomo y sangre fría. De su talento ya se sabía, pero faltaba probarlo en el más exigente combate, exactamente lo que está haciendo hoy. Su manejo del inglés, sus respuestas adecuadas, la sonrisa que descubre, sus apenas 21 años de edad y su consistencia para batear una y otra vez, sin aspavientos, pero sin pausa, todo eso le ha ganado el corazón de la afición.

No encontró mejor manera de celebrar su primer mes arriba que ese par de cuadrangulares, para desplazar al mítico Joe iMaggio en el listado de peloteros más jóvenes de los Yanquis con un encuentro de dos bambinazos. En su fiesta particular, se acomodó detrás de otra leyenda, nada menos que Mickey Mantle, el único que a menor edad la ha desaparecido dos veces en el mismo choque con el uniforme a rayas que una vez usó Babe Ruth.

Ese día, además, llegó a 25 encuentros disputados, una cifra redonda que permite comparar lo hecho por otras estrellas de Venezuela.

Nadie, ni siquiera Miguel Cabrera, Carlos González o Pablo Sandoval, que tan clamorosos estrenos vivieron en su momento, superan las 16 empujadas y los 6 cuadrangulares que dio Torres en su primer mes y en sus primeros 25 cotejos.

Era un sueño, un mes atrás. Hoy es una realidad.

@IgnacioSerrano

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