Partiendo de la premisa de que “el arte debe ser criticado”, he aquí algunas consideraciones que no van más allá que a título de reflexión.

El arte en nuestros días ha derribado toda suerte de límites, por lo cual se hace difícil seguir patrones basados en conceptos pre-establecidos.

A menudo, surgen criterios encontrados acerca de la valoración de obras dentro de la plástica, opiniones que van desde aquellas que emite el espectador, hasta las que provienen de críticos especializados, las cuales son susceptibles de sublimar una pieza o  hundirla en el más oscuro de los infiernos junto a su creador.

Al lado de la citada inexistencia de límites y vasta pluralidad de criterios se unen juicios estéticos, valorativos y de interpretación, sin coincidencia alguna.

La multiplicidad de obras, incluyendo aquellas realizadas con nuevas tecnologías digitales e interactivas, según algunos, ofrecen caminos inexplorados, demasiado vírgenes para la emisión de criterios, tanto, que no aciertan a emitir opiniones excluyentes. Contrariamente  para otros entendidos en la materia, la ambigüedad y la intrascendencia cobran tanta relevancia, que apuestan a la descalificación.

¿Pueden seguirse los mismos criterios de evaluación  utilizados desde tiempos pasados para evaluar  un arte que se soporta en las bondades de los adelantos tecnológicos?

¿Podría una posición flexible, una amplitud mental y sin previos juicios aproximarse a una crítica que nos aporte?

La interpretación de una obra puede encerrar un universo, la ilimitada diversidad de pensamientos así lo podría determinar. La subjetividad es protagonista, entonces  ¿cuál sería la función de la crítica? Nos acercamos a la idea de que con ella se abran puertas para el entendimiento común, general, con un diálogo claro y amigable, accesible y sin contradicciones.

Existen conceptos universales que van más allá del juicio estético, de la interpretación y valoración, de la utilización o no de procesos tecnológicos y son aquellos que tocan el alma como componente siempre presente en el arte. Es el deseo del espectador de que el creador pueda, a través de la obra, hacerlo dudar, conmoverlo, tocarlo en lo intangible transportándolo más allá de sí mismo.

            Arte no es lo que ves, es lo que haces a otros ver.

                                                                      Pablo Picasso


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