“Todo el que tuviera sangre africana en las venas, así fuese cuaterón,

tercerón, mameluco, grifo o marabú, debía ser pasado por las armas”.

Alejo Carpentier en “El reino de este mundo”.

¿Cuáles son las elecciones que nos conducen a realizarnos en favor de la libertad? ¿Qué debemos cultivar en nosotros para que el respeto entre unos y otros sea el norte a seguir en sociedad? ¿Qué no está funcionando en nuestras sociedades occidentales que seguimos observando los gérmenes de los autoritarismos en materia moral, política, económica y jurídica? ¿Qué sucede cuando los Derechos Humanos no son la guía de las acciones de ciertos sectores de la sociedad?

Sobre la libertad y el respeto

Nos hacemos estas preguntas porque sin el desarrollo de valores fundamentales como la libertad y el respeto entre iguales, la construcción de un mundo más humano y digno se hace, realmente, cuesta arriba. Gran parte de nuestro entorno social es profundamente injusto e intolerante y comete verdaderos atropellos contra la dignidad humana de las personas. Es por ello que con nuestra acción educativa debemos contrarrestar los efectos tóxicos de tales ideas y acciones que atentan contra la humanidad concreta: nos toca como labor fundamental empoderar a nuestros estudiantes y allegados de sus derechos a ser tratados como personas. Nos preguntamos, inmediatamente, ¿cómo se logra esto? Primero que nada, con mayor formación y educación para la libertad.

Con nuestra acción educativa debemos contrarrestar los efectos tóxicos de ideas y acciones que atentan contra la humanidad concreta.

Dignidad Humana y violación de los Derechos Humanos

La dignidad humana es un valor inherente a nuestra condición de seres humanos que supone ser reconocidos como iguales por parte de las instituciones y por parte de todos los integrantes de la sociedad, sean éstos allegados o no. Supone ser respetados y valorados íntegramente en sociedad sin distinción de color de piel, género, origen étnico, condición social u orientación sexual. Autonomía, libertad y responsabilidad son los valores inalienables que sustentan nuestra dignidad humana y, por ello, ésta no es ni transferible, ni vendible, ni negociable; constituye nuestro valor más íntimo y nuestro legado más originario para las generaciones presentes y futuras.

Existen en nuestras sociedades prácticas discriminatorias, torturas, vejaciones y delitos que atentan contra los Derechos Humanos porque agreden deliberadamente la dignidad de las personas y socavan sus derechos a construir su vida en paz, armonía y libertad. Hablamos de los delitos contra los menores de edad, delitos de violencia de género contra la mujer con todas sus variantes y especificaciones; delitos que en sus múltiples y oscuras formas se perpetran contra todos aquellos seres humanos que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad social. Los problemas de desigualdad social en nuestras sociedades y el descalabro de una ética social universalista que nos cohesione como ciudadanos han traído como consecuencia que sectores -separados y relegados del espíritu demócrata de nuestra época- se sientan con la fuerza de poder atropellar a los más vulnerables.

Sobre la lucha por los Derechos Humanos

Sin embargo, la práctica vejatoria de nuestros derechos sociales no puede ser permitida bajo ninguna circunstancia. Es por ello que para nuestra dicha y esperanza como sociedad, los actuales movimientos sociales liderizados por ONG’s, respaldados por organismos multilaterales, supranacionales, con enfoque de Derechos Humanos y por los Estados en donde el estado de derecho asiste, controla y regula dan un respiro a nuestra sociedades y nos muestran, una vez más, que es nuestro deber seguir construyendo Humanidad porque sí se puede edificar un mundo con mayores cuotas de justicia.

Se trata de líderes sociales constructores de tejidos sanos en todas las instancias, activistas y profesionales de todas las áreas que trabajan codo a codo en organizaciones de la sociedad civil, religiosas y de desarrollo social en todo el mundo; organizaciones de gente que nos inspiran a continuar por nuestro sendero educativo y que se ganan cada día más nuestro profundo respeto y reconocimiento, gracias a su trabajo incansable y desinteresado a favor del derecho de las víctimas, del derecho de los más vulnerables.

En Entreparéntesis tenemos siempre numerosos artículos y actividades dirigidas a educarnos para la libertad. Por poner como ejemplo, para formarnos contra la violencia de género, véanse últimamente los aportes de Pepa Torres sobre “La Jornada Mundial de los Pobres y Violencia contra las Mujeres”, de María Luisa Caparrós sobre “Educación y participación para la igualdad de género” y de Zinnia Quirós titulado “Me niego a vivir en un mundo machista”. Tal como lo realizan nuestras articulistas, considero que es nuestro deber transmitir dicha educación para la libertad en el aula –presencial y virtual- porque la formación demócrata y liberal es fundamental para erradicar estos males sociales de atropello contra la dignidad humana.

Educando para la libertad

En nuestro caso, el cultivarnos en el aula y fuera de ellas para el ejercicio de la libertad nos ha permitido reconocer cuándo estamos frente a acciones violentas -material y simbólicamente hablando– que tienen como fin concreto negar al otro e impedirle su desarrollo y expresión vital como ser humano en sociedad. Es por ello que afirmo que las elecciones que nos conducen a realizarnos en favor de la libertad son aquellas que nos fortalecen como seres humanos dialógicos porque nos permiten educar y educarnos racionalmente para la reciprocidad, reconociendo la palabra y presencia del otro y, a su vez, exigiendo dicho reconocimiento de vueltapara que la paridad sea efectiva y auténtica y no seamos objeto de tratos discriminatorios ni vejatorios, como los mencionados -de forma muy sucinta- en párrafos precedentes.

Las elecciones en favor de la libertad nos fortalecen como seres humanos dialógicos porque nos permiten educar y educarnos racionalmente para la reciprocidad.

Nos fortalecemos como seres humanos cuando lo que nos anima es crecer como tales, es decir, crecer en humanidad cultivando valores como el amor, la honestidad, la confianza, el respeto y la solidaridad. A su vez, un indicador de fortaleza humana es cuando vencemos los miedos que son producto de los atropellos que hemos padecido y denunciamos las arbitrariedades de las cuales somos o hemos sido objeto contribuyendo, efectivamente, a la construcción de un mundo con mayores cuotas de igualdad y respeto, sembrando las semillas de un futuro mejor para las personas que amamos, para nosotros mismos y para nuestra polis.

Derechos Humanos y justicia social

Ser “funcionarios de la humanidad” en la actualidad significa, a mi parecer, educar para la libertad y denunciar los atropellos contra la dignidad humana de las personas más vulnerables, de las víctimas en nuestra sociedad, velar por el ejercicio de la decencia social en todas sus áreas y ayudar a construir desde nuestras parcelas -personales y profesionales- un mundo con mayores cuotas de Humanidad.  Se trata de contribuir activamente con la democratización del mundo para que el racismo, la misoginia, la xenofobia y demás males sociales no queden impunes.

Se trata de contribuir activamente con la democratización del mundo para que el racismo, la misoginia, la xenofobia y demás males sociales no queden impunes.

De forma tal que considero que nuestra responsabilidad social para con el otro, para con los seres que amamos y para con nosotros mismos estriba en educar y educarnos para la justicia social, en donar nuestro conocimiento humanístico a nuestros estudiantes, lectores y allegados para que éstos se empoderen de sus derechos y velen y defiendan su dignidad humana hasta las últimas consecuencias. No estamos solos en esa labor. Toda la sociedad civil organizada a la luz de los Derechos Humanos está en la tarea de colaborar con los ciudadanos para construir conjuntamente entre todos la “Ciudadanía Global”, la de los Derechos Humanos, aquella orientada al bien común y comprometida como sociedad en erradicar los delitos contra la dignidad humana.

Este artículo fue publicado originalmente en Entreparéntesis


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