El Canal de Panamá es probablemente la obra estratégica más importante que hay para el comercio de Occidente. A través de una muy corta distancia, el canal comunica las costas del océano Pacífico y el Atlántico, siendo así una de las rutas de paso internacional más importantes. Gracias a su ubicación privilegiada, el Canal de Panamá tiene una riqueza incalculable. Desde las primeras exploraciones europeas en América, se había hablado de la construcción de un posible canal en las adyacencias del istmo de Panamá.

En 1820, poco después de la independencia de las naciones hispanoamericanas, la Nueva Granada (Colombia) estuvo involucrada directamente en la intensa rivalidad entre los Estados Unidos y Gran Bretaña po los mercados e influencia táctica en el Caribe. Los franceses, los británicos y los estadounidenses estaban interesados en una ruta a través de lo que hoy se conoce como el Istmo de Panamá, con el fin de extender sus redes comerciales. En 1848, cuando los estadounidenses ratificaron el Tratado Bidlack-Mallarino, discutieron los intereses comerciales de Estados Unidos y la relevancia estratégica del Istmo, en el cual se ubica hoy el Canal de Panamá. Los diplomáticos acordaron apoyar la perfecta neutralidad del Istmo panameño siempre y cuando los ciudadanos estadounidenses pudieran transitar libremente por él.

La República de Panamá todavía no ha cumplido ni dos décadas de soberanía sobre el Canal. Por mucho tiempo, el territorio del Canal de Panamá estuvo bajo administración y custodia de los Estados Unidos de América. A lo largo del tiempo, esta infraestructura ha sido una de las prioridades para la seguridad nacional de los estadounidenses. De hecho, el Canal de Panamá comunica las costas este y oeste del territorio de los Estados Unidos, favoreciendo el rápido despliegue militar, en caso de ser necesario. A través del Canal de Panamá, puede ser más rápido y económico el traslado de bienes y mercancías desde la Costa Este hasta la Costa Oeste; y viceversa.

En la Historia de las relaciones diplomáticas entre Panamá y Estados Unidos en el siglo XX, se considera que los Tratados Torrijos-Carter fueron el hito más importante de las mismas. A raíz de los Tratados Torrijos-Carter y la ola de nacionalismo en Panamá, Estados Unidos comenzó a perder poder e influencia sobre uno de los puntos estratégicos más importantes del mundo. A nivel nacional, muchos ciudadanos estadounidenses no respaldaron la firma de los tratados. A su juicio, Estados Unidos le había cedido a Panamá mucho más de lo necesario.

A la hora de hablar de Manuel Noriega, muchos omiten que el ex-presidente trabajó para la inteligencia estadounidense, y fue, por lo menos al principio, el hombre de los Estados Unidos en Panamá. Con el fin de mantener el control sobre el Canal de Panamá, Estados Unidos hizo importantes acuerdos con Noriega, quien se terminó aprovechando de la coyuntura para obtener importantes beneficios económicos. En el caso de Venezuela, se comenta que la estructura estatal también es usada para el narcotráfico. Sin embargo, todavía ningún juez federal estadounidense ha acusado de manera formal y directa a Nicolás Maduro. En el caso de Noriega, eso sí ocurrió en el año 1988.

El negocio de las drogas para financiar movimientos políticos de diversas tendencias fue, en términos económicos, una excelente oportunidad de lucro para Noriega. En el delicado contexto de la Guerra Fría, el gran error de Noriega fue sobrepasar los límites: a este se le ocurrió expandir el negocio del tráfico de drogas hasta el mar territorial de Cuba. Asimismo, también consideró vender información confidencial de Estados Unidos al bloque enemigo. Lógicamente, esto no le gustó a Estados Unidos y decidió tomar cartas en el asunto. Noriega cruzó la línea y Estados Unidos dejó de hacerse la vista gorda.

Aunque Venezuela también tiene muy una privilegiada ubicación geográfica, lo cierto es que esta no cuenta con una vía marítima tan estratégica como el Istmo panameño y tampoco con una infraestructura tan importante para el comercio internacional como el Canal de Panamá, que  históricamente ha tenido a los Estados Unidos de América como el principal usuario de sus servicios. Mientras que Colombia y Panamá son parte de los 21 países del mundo que tienen la fortuna de tener salida a dos Océanos -en este caso el Atlántico y el Pacífico-, Venezuela únicamente tiene acceso al Mar Caribe y al Oceáno Atlántico.

La periodista Soledad Morillo, con especialización en Comunicación Política, comenta que: “A diferencia de Venezuela, cuyas riquezas naturales son muchas pero que pueden tener fecha de caducidad (la Edad de Piedra no terminó porque se acabaran las piedras) y lo que tenemos dejará más tarde o más temprano de tener mercado, la mejor y mayor riqueza de Panamá no vence. Porque el mundo siempre va a tener que pasar de un océano a otro, por vía marítima, al menos mientras no llegue la Humanidad a desarrollar sistemas de desconfiguracion y re-configuración”.

Aún así, Venezuela es considerada una amenaza para la seguridad nacional desde el año 2015, cuando comenzaron las sanciones diplómaticas -y luego económicas-. A finales de 2017, la politóloga Colette Capriles, señaló que, debido a la configuración sino-rusa, el problema de Venezuela escalaría geopolíticamente si las presiones diplomáticas no funcionan y el gobierno logra sostenerse en el poder. Para entender ese escenario, la politóloga usó el caso de Irán como referencia.

Mientras que la Panamá de Noriega (1989) no estaba alineada con los adversarios de Estados Unidos, Venezuela sí lo está, en diversas áreas que van desde lo militar hasta lo económico. Venezuela, considerada la puerta de entrada al continente americano, tiene hoy una fuerte penetración de China, India, Rusia, Irán, Turquía y otras potencias emergentes. Venezuela, bendecida con riquezas minerales y una privilegiada ubicación en el territorio de influencia estadounidense, está alineada con los adversarios de Estados Unidos. Por razones obvias, esto no le conviene a los estadounidenses, quienes esperan que el cambio político en Venezuela se logre más temprano que tarde.

Más allá de lo estratégico, Venezuela también sufre una profunda crisis social y económica. Si bien es cierto que las sanciones limitan la capacidad de obtener dinero fresco, es evidente que ellas no son, en sí mismas, las raíces del problema económico venezolano. El rentismo, el paternalismo, la corrupción, la agotación sistemática del modelo económico, las fisuras entre el sector público y privado, los controles de cambio, los controles de precio, la excesiva intervención estatal en la economía; son apenas algunas de las causas de la crisis venezolana, que ha llevado a muchos al exilio, en medio de la desesperanza. No se sabe con exactitud cuántos han sido los venezolanos que han dejado el país en los últimos años, aunque algunos informes señalan que la cifra podría ascender a 2 millones.

La crisis se ha extendido en el tiempo y los mismos aliados del gobierno de Maduro se han vuelto más exigentes: quieren ver resultados pronto. Después de todo, han invertido mucho dinero en Venezuela y les preocupa la rentabilidad de dichas inversiones. En las últimas semanas, China y Rusia han enviado delegaciones a Venezuela, con el fin de lograr estabilizar a corto y mediano plazo las variables macroecónomicas del país sudamericano. Para China y Rusia, la permanencia de Maduro en el poder podría ser mejor opción que su salida; algunos sectores de la oposición se han negado a dialogar con ellos una transición política en Venezuela. La oposición venezolana todavía descarta negociar con las potencias emergentes, aunque algunos expertos en geopolítica lo han recomendado.

Recordemos que la Panamá de Noriega ni siquiera tenía relaciones diplomáticas a nivel de embajadas con la Unión Soviética, mientras que la Venezuela de nuestros días mantiene lazos muy estrechos con China, Rusia, India e Irán, adversarios estratégicos de los Estados Unidos. Si bien la ubicación estratégica de Venezuela también la hace muy apetecible, esta no tiene la misma relevancia del Istmo de Panamá para los interes tácticos y comerciales de Estados Unidos. Para los estadounidenses, el control de esa zona estratégica siempre ha sido esencial. Ya en el año 1849, cuando se descubrieron importantes yacimientos de oro en California (Estados Unidos), la ruta que se perfilaba como la más cómoda, segura y rentable era la del Istmo de Panamá, sobre todo gracias a los ferrocarriles.

A mediano y largo plazo, la alianza de Maduro con las superpotencias emergentes es una amenaza para los intereses de Estados Unidos, que actualmente es la única superpotencia del mundo entero. Esta alianza complica cualquier intento de intervención militar en Venezuela, haciéndola inviable y sumamente costosa. En estas circunstancias, los costos de una intervención sobrepasan de manera exponencial los posibles beneficios. Estados Unidos y sus aliados latinoamericanos probablemente tengan que negociar con China, Rusia, India, Irán, Turquía y Cuba, el futuro político de Venezuela. En los próximos meses, la discusión sobre Venezuela podría escalar en materia geopolítica, sobre todo si el gobierno de Maduro sigue obteniendo financiamiento de alguna parte.

Para una comparación más detallada de ambas situaciones, consultar la siguiente publicación de mi blog: vicentequintero.wordpress.com


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