Venezuela, aunque duela, es un territorio peligroso. La MLB ha pedido a sus 30 equipos que eviten venir al país, especialmente por los problemas de seguridad personal que vivimos. Las academias se han marchado una a una, porque son enormes la delincuencia y las dificultades para comprar alimentos para grupos de 30 o 40 personas. Scouts y ejecutivos vienen cada vez menos, porque son más las exigencias consulares para que naturales de Estados Unidos crucen la frontera.

La LVBP tampoco tiene garantía de que el gobierno nacional vaya a venderle los dólares que necesita para pagar sus gastos operacionales (peloteros importados, compra de pelotas e implementos, pago de umpires extranjeros) y a eso se unen los sobresaltos que vivimos, los destrozos a viviendas y la represión a manifestaciones políticas por parte de la Policía Nacional y la Guardia Nacional Bolivariana.

Todo eso estuvo sobre la mesa esta semana, en la reunión de la Confederación de Beisbol del Caribe.

México, República Dominicana y Puerto Rico votaron a favor de quitarle la sede de la Serie del Caribe a Barquisimeto. Venezuela votó en contra. Semanas después de que el comisionado Juan Francisco Puello Herrera respaldara a la Ciudad de los Crepúsculos, la asamblea decidió que mejor era ir sobre seguro, jugar en suelo azteca y, si regresa la normalidad, dar a los larenses la edición de 2019.

No debería sorprender. Lo regular es vivir en un lugar donde la gente trabaje y se divierta, la delincuencia esté bajo control, la inflación sea de un dígito y no exista escasez de alimentos. Lo anormal es sufrir lo que los venezolanos sufrimos.

Perder la Serie del Caribe es una consecuencia más de la realidad que vivimos y que tanto temen en el exterior. ¿Cómo censurar a mexicanos, puertorriqueños y boricuas, acusándoles de dejar llevarse por prejuicios?

Lo inaceptable es que exista en 2017 una nación gobernada mayormente por militares, donde las elecciones que ordena la Constitución no se realizan y miembros de las fuerzas de seguridad revientan rejas de edificios, gasean bloques y residencias enteros, entran sin orden de cateo a la casa de cualquiera y secuestran a decenas de personas, porque tal cosa es arrestar a ciudadanos sin la intermediación de tribunales, de testigos y fiscales, como ordena la ley.

La propia disputa de la LVBP está en riesgo. Hay quien pide que el campeonato 2017-2018 sea cancelado, debido a lo que estamos viviendo los venezolanos. Olvidan quienes eso exigen que la pelota criolla es más que un mero espectáculo, un pasatiempo, un divertimento de multitudes.

Nuestro beisbol es una industria que da de comer a miles de ciudadanos. No sólo hablamos de los jugadores, sino de los empleados de oficina, los clubbies, los choferes y coaches, los vendedores de cada estadio, el personal de limpieza y seguridad, los proveedores y otros cientos de relacionados, de quienes depende la disputa de cada temporada.

Esas personas, mayormente humildes, necesitan de la LVBP para dar de comer a sus familias. Así que no es sencilla la diatriba planteada por unos sobre disputar o no la próxima campaña, ni se resuelve en blanco y negro este planteamiento de los equipos, que piden al gobierno la venta de los dólares que necesitan para organizar la venidera cita, ya que la única forma legal de adquirirlos es a través de los mecanismos impuestos por el gobierno.

Tampoco sería imposible una justa sin dólares, aunque lo que pudiera ocurrir en esas circunstancias sería realmente distinto a lo que hemos conocido, sin umpires ni peloteros extranjeros, posiblemente con un calendario recortado y quién sabe si con los muchachos de la paralela defendiendo los equipos grandes. Porque, al paso que va la crisis nacional, con tantas dificultades para hacer mercado o comprar medicamentos, por citar lo elemental, es de temer que cada vez más jugadores experimentados prefieran permanecer fuera del país y descansar durante el invierno boreal.

@IgnacioSerrano

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