No hay anécdota que explique con precisión lo que debe estar sufriendo Félix Hernández.

El antiguo as de los Marineros continúa con la preocupante tendencia iniciada hace tres campañas, cuando vio rota su seguidilla de ocho torneos sobre los 200 innings.

Hasta 2015 era el indiscutible Rey de Seattle. Fue líder en efectividad, aperturas, WHIP y promedio de hits en la zafra anterior y tiró dos blanqueos en esa otra justa, con 18 victorias y un aceptable promedio de carreras limpias de 3.53.

Lo que ha venido después es una sucesión de altas y bajas, un período en el que las lesiones aparecieron y los números dejaron de ser la feliz colección de estadísticas que recopiló en sus mejores tiempos.

Desde 2016 hasta hoy muestra una pedestre efectividad de 4.33 en 52 comienzos, con tendencia a entregar más boletos y ponchar a menos rivales, y una alarmante frecuencia jonronera en su contra que duplica la media de pelotas que le sacaron del parque entre 2005 y 2015.

Hernández, dicen los analistas, todavía cuenta con picheos suficientemente letales como para dominar. El problema, al parecer, es que no termina de hacer el ajuste para convertirse en ese nuevo serpentinero.

Su recta sigue bajando de velocidad. Cuando ganaba fama y era un constante aspirante al premio Cy Young, su bola rápida pasaba por el plato a 97 millas por hora, mientras que ahora su promedio es de sólo 89.

Cuando estas alarmantes señales comenzaron a notarse, Hernández desestimó las sugerencias de los scouts, que coinciden en la idea de que todavía puede reinar si se apoya en sus otros envíos.

Ryan Dempster, un antiguo tirador de piedras, a quién las lesiones obligaron a convertirse en especialista de las esquinas, hizo un balance del pitcher que ve peleando consigo mismo sin poder cambiar su suerte.

“Necesita depender más de sus lanzamientos secundarios”, sostuvo Dempster. “Tiene que dejar de depender de su recta. Necesita ampliar el lapso en el que usa su cambio de velocidad después de la lisa, hundir la pelota ante los bateadores de su mano, esconder los pitcheos en la puerta de atrás para los zurdos, cambiar velocidades y apoyarse más en sus otras herramientas”.

Hernández declaraba esta semana que todo el problema radica en superar el primer inning. No es cierto. Aun sin esos primeros resbalones de cada jornada, sus números siguen estando por debajo de la media en la Americana. Su efectividad ajustada en los últimos tres años incluso muestra a un pitcher cinco por ciento inferior al promedio de las Grandes Ligas.

Necesita con urgencia aceptar que, aunque sigue siendo relativamente joven, ya ha recorrido cerca de 3.000 entradas. Esa enorme carga de trabajo ha hecho que el paso del tiempo multiplique el impuesto que le ha cobrado en el brazo.

No hace falta gran velocidad para ser el as de una rotación. Así llegó Greg Maddux al Salón de la Fama y así llegó a 363 victorias Warren Spahn, haciendo precisamente esa transición de ponchador a artista del morrito que hoy se le sugiere al Rey.

“Estoy seguro que también lo puede hacer Félix, porque es realmente inteligente”, afirmó Dempster.

La solución a los problemas más graves comienza cuando se acepta la existencia del problema y se asume que es necesario cambiar. Cuanto antes se haga, mejor.

@IgnacioSerrano

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