Carlos González ha sido el terror de los pitchers en el Coors Field de Denver. ¿Cómo le irá en el resto de su carrera, ahora que se ha declarado agente libre y parece destinado a firmar con una nueva organización?

Pasan de una docena los nombres de las figuras venezolanas que buscarán nuevo contrato para el año próximo en las Grandes Ligas. González es el más sonoro, porque fue campeón bate de la Liga Nacional y alguna vez emergió como candidato al difícil 30-30, esa doble frontera que define poder y velocidad.

CarGo tiene sólidos números globales. Luego de 10 temporadas, muestra una línea de .288/.346/.511, con 211 jonrones, 267 dobletes, 711 carreras impulsadas y .857 de OPS. Para alguien que ha sido víctima de lesiones y bajones, como el drástico slump que le afectó en los primeros cinco meses de este último torneo, se trata de números excelentes para afrontar la agencia libre.

El principal señalamiento en contra del zuliano está en su aparente dependencia de lo que hace en casa, el volátil Coors Field, donde la pelota corre más que en otros parques y los toleteros hacen fiesta.

Las estadísticas lo aseguran. En su hogar tiene una línea de .323/.383/.593, con 132 cuadrangulares y 462 remolques. En la carretera cae a .252/.308/.427, con 83 tablazos de vuelta completa y apenas 249 empujadas.

¿Es eso así? ¿Está destinado al fracaso, al mudarse de Colorado?

Todavía es posible que los Rockies le ofrezcan un contrato de un año por una suma que le haga aceptar, aunque su deseo es lograr un nuevo acuerdo multianual. Pero los posibles compradores harían bien de liberarse de prejuicios, al evaluar lo que ofrece el nativo de Maracaibo.

González tiene 32 años de edad. Se supone que ya llegó al punto en que sus registros irán mermando poco a poco, por estar en la segunda parte de su carrera. Pero es un acicate el firme cierre de campaña que acaba de vivir, luego de descifrar el error mecánico que le hizo sufrir entre abril y agosto. Y también ayuda al optimismo que con el tiempo haya dejado atrás aquella época en la que los problemas físicos cortaban su desempeño.

¿Es el criollo un producto de la altitud de Denver? ¿Es un bateador indefenso fuera de su terruño? Posiblemente no.

Jugar en el Coors Field tiene un doble efecto. El más conocido tiene que ver con la distancia que recorren las pelotas bateadas allí, en comparación con los escenarios erigidos al nivel del mar. Del otro se habla menos, y tiene que ver con el ajuste necesario al batear allí durante una semana y salir luego a hacerlo en condiciones distintas a la semana siguiente.

Los pitcheos quiebran distinto en Denver que en el resto de las urbes beisboleras. Su mueven menos en grandes alturas. Los peloteros de los Rockies deben ajustarse a eso cuando salen de gira y ven curvas más pronunciadas y sliders más cortantes.

La historia da pistas de lo que puede pasar. Andrés Galarraga sacudió 44 vuelacercas y ligó para .305 cuando se mudó a Atlanta, en 1998. Matt Holliday tuvo un OPS superior a .900 en tres ocasiones, al salir de los rocosos, y en dos más ligó sobre .870 puntos. Y hay otros ejemplos.

Puede que CarGo siga donde siempre por un año más o puede que le toque hacer como el Gato: irse a otra localidad y seguir haciendo lo que mejor sabe, ajustándose a las nuevas condiciones.

@IgnacioSerrano

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