Basada en la novela Un vampiro en Maracaibo de Norberto José Olivar, el primer largometraje de Carl Zitelmann, actualmente en cartelera,  es una propuesta armoniosa.

Lo más importante cuando vas al cine (y lo que te hace sentir alguna conexión con lo que has visto) es la emoción con la que te quedas, el modo en que te sientes cuando la película termina.

Con El vampiro del lago pasa que más allá de mantenerte cautivo mientras dura, la sensación que te deja al terminar es agradable, sientes que has asistido a una historia real con personajes que habitan en ese mundo paralelo de ficción. Te vas de la sala creyendo que los héroes y demonios de ese universo existen, los has visto, pues te han contado una historia verosímil, aunque obviamente es un relato de fantasía.

“Hay dos tipos de pesadillas, las que se sueñan y las que se convierten en películas” escribió el  critico norteamericano Roger Ebert. En esta cinta hay muchas pesadillas comunes, miedos que todos hemos tenido y seguiremos teniendo, porque como se sugiere en el filme,  el mal no muere sólo se transforma.

Esta historia de vampiros sirve para reflexionar sobre otros temas, pero también para contar un relato con estos seres nocturnos como protagonistas.

Si interpretas las metáforas que se plantean  está bien, pero aunque las obvies, tu experiencia cinematográfica no sufrirá grandes modificaciones. La cinta es tan entretenida que no te permite elucubrar ni hacerte cuestionamientos inmediatos.

Aunque en los últimos años se han hecho un sinfín de películas con vampiros acaramelados como protagonistas, estos seres son por antonomasia diabólicos y están relacionados con el lado oscuro que todos llevamos por dentro. Es por eso que funcionan muy bien para mostrar esas zonas de la conciencia que, aunque no nos gusten,  existen en cada uno de nosotros.

La cinta no se suscribe en el género de terror, más bien es un thriller donde el suspenso convence.

Si bien en un principio no engancha del todo,  pues la poca elaboración del mundo interior de los personajes no lo permite (te cuentan lo que hacen, pero no las razones de sus acciones) poco a poco nos involucramos en la  trama.

Las buenas actuaciones y la impecable fotografía de El vampiro del lago apoyan la verosimilitud del largometraje. Me encantó la interpretación del ya clásico nacional Miguel Ángel Landa.

Finalmente, debido a que más allá de la historia de vampiros y fantasía, la cinta reflexiona sobre la maldad, me hizo recordar por momentos Regresión (2015) de Alejandro Amenábar. En esta película,  a través de una serie de giros en la trama y juegos narrativos,  el director escarba en la naturaleza humana. Amenábar como Zitelmann esconde en el terror de la fantasía un hecho incuestionable: no hay nada más temible que la realidad.

El vampiro del lago es en términos generales un acierto,  el resultado en su conjunto permite una experiencia gratificante.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!