El azúcar es para algunas personas la combinación perfecta para endulzar cualquier alimento o bebida.  

Compuesta por 12 átomos de carbono, 22 átomos de hidrógeno y 11 átomos de oxígeno, el azúcar es un carbohidrato. Se encuentra naturalmente en la mayoría de las plantas (cañas de azúcar) y frutas. 

Otra característica es que su estructura química se compone de dos azúcares pegados: fructosa y glucosa. Sin embargo, no todos los azúcares son alimentos «buenos», como lo puedes imaginar.

En general, todos los alimentos compuestos mayormente con azúcar, consumidos en exceso, provocan enfermedades graves. Pero, en este caso, hay un tipo de azúcar que es más dañina para el ser humano y que debes tener mucho cuidado al consumirla. Te hablamos de la fructosa.

¿Por qué es dañina?

Este tipo de azúcar es un hidrato de carbono (sustancia blanca y soluble en agua) que se encuentra principalmente en la miel y en la fruta. La fructosa se puede encontrar, también, en alimentos procesados, como las bebidas con gas (refrescos), dulces, jugos y té refrigerado.

Se dice que es dañina porque puede causar que las células de grasa crezcan alrededor de órganos vitales poniéndolos en peligro, y es capaz de desencadenar las primeras etapas de la diabetes y de enfermedades cardíacas. De acuerdo con un artículo del Departamento de Nutrición y Diabetes de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la fructosa es un referente para endulzar todo tipo de comida en los últimos años, sobre todo en la presentación como jarabe de maíz.

Esto, por consecuencia, afecta el sistema intestinal y el hepático, y se asocia a enfermedades como hígado graso (no alcohólico) y la mala absorción de la fructosa.

Otro tipo de enfermedades que te puede causar este tipo de azúcar cuando la consumes en exceso es la elevación de la presión arterial, de los triglicéridos, del colesterol (malo)l y del ácido úrico. También es uno de los factores que llevan al sobrepeso.

Se recomienda que el consumo de azúcares libres (procesadas) para la población en general se reduzca a menos de 10% de la ingesta calórica total. Una reducción por debajo de 5% de la ingesta calórica total produciría beneficios adicionales para la salud.


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